Capítulo 10: Sutiles Revelaciones

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Unos días habían pasado desde que Irina regresó al hielo, dedicándose a practicar las modificaciones que Ethan había sugerido para su programa anterior. Aunque los ajustes no eran particularmente difíciles, Irina seguía mostrando su obstinación habitual al ignorar gran parte de las instrucciones de su entrenador. A pesar de haber cambiado un poco su actitud en cuanto a tomarse descansos, su personalidad seguía siendo tan testaruda y orgullosa como siempre.

Con la necesidad de perfeccionar su técnica, las horas que Irina pasaba en el Aurora Ice Arena aumentaron considerablemente. Esto traía consigo un inconveniente que la frustraba cada vez más: debía compartir el hielo con los otros patinadores de Ethan, la mayoría de los cuales eran niños que apenas estaban aprendiendo a mantenerse en pie sobre los patines. Esto le resultaba molesto a Irina, no solo porque los niños no le agradaban, sino también porque la presencia de más personas en la pista significaba que debía reducir el área en la que podía practicar libremente.

Irina sentía que su espacio se veía invadido, y su rutina interrumpida por los pequeños que patinaban torpemente a su alrededor, obligándola a ajustar sus movimientos y a contenerse más de lo que le gustaría. A pesar de las constantes advertencias de Ethan para que tuviera paciencia y se adaptara, Irina se resistía, sintiendo que cada minuto en la pista compartida era una pérdida de tiempo que podría estar dedicando a perfeccionar su programa en condiciones ideales.

Ya tras haber practicado durante un buen rato, Irina se detuvo a descansar. Se apoyó contra la barrera, buscando refugio lo más lejos posible de los niños que patinaban en la pista. Sin embargo, a pesar de su intento por mantener distancia, los pequeños se acercaban inevitablemente al pasar patinando cerca de ella.

Irina aprovechó ese momento para observar el panorama a su alrededor. Desde su posición, veía a Ethan dando instrucciones con paciencia a los niños, quienes lo miraban con atención, intentando replicar sus movimientos. Más allá de la pista, los padres observaban a sus hijos con orgullo, aplaudiendo cada pequeño logro.

Por un instante, Irina sintió una punzada de envidia en su pecho. Recordó cómo, cuando era niña, nunca había contado con la presencia de sus padres en sus clases de patinaje. Aquellas lecciones eran prácticamente clandestinas, tomadas a escondidas, porque su padre solo la enviaba a la pista para deshacerse de ella, para no tener que cuidarla mientras su madre trabajaba. Aunque en parte se sentía agradecida por haber tenido la oportunidad de patinar gracias a esas circunstancias, no podía evitar que la molestara profundamente el hecho de que su padre la había inscrito en esas clases no para apoyarla en su sueño de convertirse en patinadora, sino simplemente para quitársela de encima.

"¿Realmente estoy sintiendo envidia por unos niños? Cada día soy más patética," pensó Irina, mientras bajaba la mirada hacia sus pies, moviendo uno de ellos para golpear suavemente el hielo, como si ese simple gesto pudiera disipar la incomodidad que sentía.

Queriendo escapar de esos pensamientos, soltó un suspiro y desvió la mirada, buscando algo más en lo que concentrarse. Fue entonces cuando notó a Klara caminando por un lado de la pista. Parecía dirigirse hacia la zona de recepción, pero sus ojos estaban fijos en la pista, en una niña que intentaba realizar un movimiento con los pies, claramente luchando por conseguirlo.

Klara se acercó a la barrera, captando la atención de la pequeña patinadora. La niña, al notar su presencia, patinó hacia ella. Irina observó atentamente cómo Klara le hablaba, gesticulando con las manos, como si le estuviera dando instrucciones. La pequeña asintió varias veces antes de separarse un poco de la barrera para intentar nuevamente el movimiento que le había costado antes. Esta vez, lo ejecutó de forma correcta.

La niña, radiante de felicidad, sonrió ampliamente mientras Klara asentía con la cabeza, devolviéndole la sonrisa con una calidez inesperada. Irina se sorprendió al ver a Klara sonreír de esa manera, tan diferente de la expresión distante, o a aquella sonrisa burlona que solía mostrar a veces. Pero lo que más la desconcertó fue cómo Klara, una vez más, demostraba conocimiento de patinaje.

Orgullo de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora