La primera impresión del edificio fue un golpe inesperado para lo que ella estaba acostumbrada a ver. Sin embargo, estaba allí con un propósito y no podía permitirse dar marcha atrás. Se acercó a la entrada, y con un leve crujido, la puerta se abrió al empujarla, y el sonido de un timbre pequeño sobre la misma anunció su llegada.
A la derecha de la entrada, las taquillas metálicas, pintadas de colores brillantes daban la bienvenida a los patinadores. Irina también observó algunas fotos enmarcadas en las paredes, capturando momentos de competiciones locales en tonos sepia, y los modestos trofeos en vitrinas de cristal, que parecía ser una época dorada de aquel lugar.
Un pequeño mostrador de recepción se encontraba cerca de la entrada, con una silla detrás, pero actualmente desocupado. En una esquina del vestíbulo, una pizarra blanca estaba llena de notas y horarios de clases escritas con marcadores. Los anuncios y los horarios estaban organizados de manera que cualquier visitante pudiera encontrar fácilmente la información que necesitara.
Irina cruzó la entrada hacia la pista de hielo, sintiendo el ambiente más frio. A medida que avanzaba, notó que el suelo de hielo era opaco y tenía un brillo desgastado. La pista en sí era notablemente más pequeña y menos pulida en comparación con las instalaciones de lujo a las que estaba acostumbrada. Su superficie irregular y el color levemente amarillento del hielo reflejaban el uso constante y el paso del tiempo.
En el centro de la pista, niños menores de 12 años patinaban con entusiasmo, guiados por un entrenador que les daba instrucciones y palabras de aliento. Irina observó a los padres en las gradas, algunos conversando en voz baja, otros inmersos en las lecciones de sus hijos. El ambiente era familiar, algo que le provocaba cierta envidia debido a que sus familiares nunca fueron muy unidos a ella.
En un rincón del área de la pista, una figura solitaria llamó la atención de Irina. Era una mujer sentada sobre una pequeña silla, rodeada de herramientas y equipos de mantenimiento. Ella estaba ocupada afilando y arreglando patines. Al darse cuenta de que era una trabajadora del lugar, pensó en preguntarle por Ethan, pensando que quizás podría ayudarla.
Cuando Irina se acercó, la mujer levantó la vista brevemente, y sus ojos se encontraron con los de Irina. La mirada de la mujer era fría y desinteresada, un reflejo que hizo que Irina se sintiera incómoda. Era evidente que la mujer no estaba interesada en entablar conversación, su expresión seria y su actitud distante transmitían un mensaje claro de indiferencia. Después de un instante, la mujer volvió a bajar la vista a su trabajo, ignorando de nuevo la presencia de Irina.
La mujer tenía el cabello corto ondulado que le llegaba hasta los hombros, teñido de un color anaranjado. El estilo rebelde de su cabello se complementaba con dos aros circulares en un costado de su nariz y un tatuaje en la zona izquierda de su cuello, siendo este una palabra alemana en vertical.
—Buenos días, soy Irina Valieva —dijo Irina con una sonrisa que intentaba ser amistosa, esperando alguna señal de reconocimiento.
La mujer apenas levantó la vista, continuando su tarea de ajustar los patines con gesto aburrido.
—No me suena de nada —respondió sin detenerse, con su tono directo y algo desinteresado—. ¿Y qué necesitas?
Irina, un poco sorprendida, mantuvo su sonrisa con esfuerzo.
—Estoy aquí para ver a Ethan. Alguien me recomendó que hablara con él para... bueno, necesito un entrenador. Me dijeron que él podría ayudarme —explicó, intentando sonar profesional.
La mujer finalmente levantó la vista, observándola con expresión neutral, casi evaluadora.
—Ethan está en la pista con los niños. Si quieres hablar con él, ve allí —dijo, sin mucha emoción en la voz.
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Orgullo de Invierno
General FictionIrina es una patinadora artística rusa, cuyo talento brilla en la escena nacional y regional, pero su impresionante habilidad viene acompañada de una arrogancia y orgullo que la han dejado sin entrenadores dispuestos a soportar su actitud. Tras perd...