Capítulo 2: Cambio de Escenario

5 2 0
                                    

La primera impresión del edificio fue un golpe inesperado para su perfeccionista visión de la realidad. Sin embargo, estaba allí con un propósito y no podía permitirse dar marcha atrás. Se acercó a la entrada, y con un leve crujido, la puerta se abrió al empujarla, y el sonido de un timbre pequeño anunció su llegada. 

A la derecha de la entrada, las taquillas metálicas, pintadas de colores brillantes daban la bienvenida a los patinadores. Irina también observó algunas fotos enmarcadas en las paredes, capturando momentos de competiciones locales en tonos sepia, y los modestos trofeos en vitrinas de cristal, que parecía ser una época dorada de aquel lugar.

Un pequeño mostrador de recepción se encontraba cerca de la entrada, con una silla detrás, pero actualmente desocupado. En una esquina del vestíbulo, una pizarra blanca estaba llena de notas y horarios de clases escritas con marcadores. Los anuncios y los horarios estaban organizados de manera que cualquier visitante pudiera encontrar fácilmente la información que necesitara.

Irina cruzó la entrada hacia la pista de hielo, sintiendo el ambiente más frio. A medida que avanzaba, notó que el suelo de hielo era opaco y tenía un brillo desgastado. La pista en sí era notablemente más pequeña y menos pulida en comparación con las instalaciones de lujo a las que estaba acostumbrada. Su superficie irregular y el color levemente amarillento del hielo reflejaban el uso constante y el paso del tiempo.

En el centro de la pista, niños menores de 12 años patinaban con entusiasmo, guiados por un entrenador que les daba instrucciones y palabras de aliento. Irina observó a los padres en las gradas, algunos conversando en voz baja, otros inmersos en las lecciones de sus hijos. El ambiente era familiar, algo que le provocaba cierta envidia debido a que sus familiares nunca fueron muy unidos a ella. 

En un rincón del área de la pista, una figura solitaria llamó la atención de Irina. Era una mujer sentada sobre una pequeña silla, rodeada de herramientas y equipos de mantenimiento. Ella estaba ocupada afilando y arreglando patines. Al darse cuenta de que era una trabajadora del lugar, pensó en preguntarle por Ethan, pensando que quizás podría ayudarla.

Cuando Irina se acercó, la mujer levantó la vista brevemente, y sus ojos se encontraron con los de Irina. La mirada de la mujer era fría y desinteresada, un reflejo que hizo que Irina se sintiera incómoda. Era evidente que la mujer no estaba interesada en entablar conversación, su expresión seria y su actitud distante transmitían un mensaje claro de indiferencia. Después de un instante, la mujer volvió a bajar la vista a su trabajo, ignorando de nuevo la presencia de Irina.

La mujer tenía el cabello corto hasta los hombros, teñido de un color anaranjado. El estilo rebelde de su cabello se complementaba con un piercing en un costado de su nariz y un tatuaje en la zona izquierda de su cuello. 

—Buenos días, soy Irina Valieva —dijo Irina con una sonrisa que intentaba ser amistosa.

—No me suena de nada. Ethan está en la pista con los niños. Si quieres hablar con él, ve allí —respondió sin siquiera levantar su mirada.

La sonrisa de Irina desapareció al instante ante la actitud de la mujer. 

—Gracias —dijo secamente y se dirigió hacia la pista.

El entrenamiento de los niños en ese momento estaba terminando cuando Irina llegó a la pista de nuevo. Por lo que, el hombre se estaba despidiendo de los pequeños patinadores, agachándose para chocar los puños y escuchar sus emocionadas despedidas antes de regresar con sus padres.

Irina observó al entrenador unos segundos. Era un hombre de aproximadamente 35 años, de estatura media. Su cabello, corto y bien peinado hacia atrás, era de un castaño oscuro. A pesar de su apariencia sencilla y relajada, sus ojos verdes irradiaban una calidez contagiosa. Era un hombre que transmitía confianza con solo verlo.

Orgullo de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora