A la mañana siguiente, Irina despertó temprano, como siempre. El cielo aún estaba oscuro, y el frío del amanecer se filtraba por las aberturas de la ventana. Permaneció bajo las mantas, mirando el techo, mientras los recuerdos del día anterior regresaban a su mente.
Las palabras de Klara y las humillantes caídas en la pista no dejaban de darle vueltas en la cabeza. Cada vez que lo recordaba, no podía evitar sentir la frustración crecer dentro de ella. No quería volver a ese lugar, se lo había prometido a sí misma anoche antes de dormir, y la idea de enfrentarse a Klara de nuevo era algo que no estaba dispuesta a hacer.
Pero mientras se repetía esa decisión, una voz en su interior, ese molesto y persistente orgullo que siempre la había empujado a seguir adelante, le susurraba que no podía dejar las cosas así. No podía permitir que su última imagen en esa pista fuera la de una patinadora vencida.
"¿Debería volver?", se preguntaba en su mente.
—¡No! No volveré a pisar ese lugar —se dijo en voz alta.
Siguió mirando el techo en silencio, dejando que los minutos se pasaran mientras su mente seguía atrapada en el mismo bucle. Su mirada se desviaba constantemente al reloj de su mesita de luz, y el constante tic-tac parecía cada vez más insoportables. Movía los pies bajo las sábanas, intentando desahogar la creciente ansiedad, pero el simple sonido del reloj marcando cada segundo solo la desesperaba más.
—¡Mierda! —gritó con frustración pataleando bajo las mantas.
Media hora después, Irina se encontraba caminando con paso firme en dirección al Aurora. Su rostro era una máscara de enojo, con las cejas fruncidas y los labios apretados, reflejando el conflicto interno. La sola idea de tener que volver a ver a Klara hacía que la rabia en su interior creciera.
Mientras se acercaba a la entrada, Irina distinguió una figura parada a un costado de la puerta. Klara estaba allí, con la espalda apoyada en la pared y un cigarrillo entre los dedos, expulsando bocanadas de humo al aire frío. La vista de Klara se desvió hacia Irina por unos momentos, y no pudo evitar sonreír al verla acercarse; tal como esperaba, su orgullo la había hecho volver.
Irina, aún molesta con ella, decidió no dirigirle la palabra y se acercó a la puerta, intentando abrirla. Sin embargo, la puerta seguía cerrada con llave, lo que la obligó a quedarse en su lugar.
Soltó la manija y giró hacia Klara, quien seguía fumando con una expresión relajada, como si la presencia de Irina no fuera más que un pequeño entretenimiento en su mañana.
—Está cerrado —dijo Klara, con una sonrisa ladeada mientras exhalaba otra bocanada de humo
Irina entrecerró los ojos, sin responder de inmediato. Esa sonrisa descarada la irritaba.
—Tengo cosas que hacer —respondió finalmente, manteniendo su voz lo más neutral posible, aunque su mandíbula seguía tensa.
Klara dejó caer el cigarrillo al suelo y lo apagó con la punta de su zapatilla, antes de enderezarse y caminar hacia la puerta.
—Supongo que tendré que dejarte entrar, entonces —comentó con un tono burlón, sacando un juego de llaves del bolsillo de su chaqueta.
Irina se cruzó de brazos, observando en silencio mientras Klara abría la puerta con calma desesperante. La miró de reojo unos segundos, notando que su mirada se notaba agotada, como si no hubiese dormido.
—Adelante, princesa —dijo Klara mientras se apartaba hacia un costado, permitiéndole entrar.
Sin decir nada más, Irina entró al lugar sin mirar atrás. No se molestó en dirigirse directamente a la pista para inspeccionar el estado del hielo; en su mente, ya había decidido que no esperaba nada. Se quitó el abrigo y dejó caer su mochila al suelo. Comenzó a estirarse, realizando una serie de ejercicios de calentamiento, pero lo hacía con una lentitud, casi como si estuviera buscando una excusa para retrasar el inevitable momento de volver a esa pista que tanto despreciaba.
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Orgullo de Invierno
Ficción GeneralIrina es una patinadora artística rusa, cuyo talento brilla en la escena nacional y regional, pero su impresionante habilidad viene acompañada de una arrogancia y orgullo que la han dejado sin entrenadores dispuestos a soportar su actitud. Tras perd...