Capítulo 15: La fragilidad de la fortaleza

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Irina despertó con un quejido bajo, sintiendo cómo una ola de dolor atravesaba su cabeza. Su boca estaba seca, como si hubiera pasado la noche tragando polvo. Llevó una mano a su frente, intentando bloquear la luz que se filtraba débilmente por las cortinas.

Al girarse un poco, un dolor agudo en su cadera la hizo soltar un leve jadeo. Automáticamente, su mano se movió hacia el lado derecho de su cadera, rozando la zona donde se había golpeado al caer el día anterior. 

Con los ojos entrecerrados, recorrió la habitación con la mirada, sintiendo una confusión creciente. Todo estaba en su lugar: la cama deshecha, sus patines en el rincón, la chaqueta colgando del respaldo de la silla. Sin embargo, su mente estaba envuelta en una nube espesa, incapaz de recordar cómo había llegado allí.

Se sentó lentamente, apretando los dientes ante la sensación punzante en la cadera y en la cabeza. ¿Cómo volví a casa?, pensó mientras miraba alrededor, tratando de juntar los fragmentos de la noche anterior.

Su mirada pronto descendió hacia su cuerpo, notando que solo llevaba puesta su ropa interior. Sin embargo, no prestó atención a ese detalle; en cambio, su vista se detuvo en el moretón de su cadera. Con cuidado, frotó la zona con la mano, haciendo un leve gesto de dolor.

Sin muchas ánimos de querer pensar en lo sucedido en la pista, Irina se puso de pie, tambaleándose ligeramente. Y tras vestirse con su pijama, caminó lentamente hacia la puerta. Al salir de su habitación, fue directo al salón. Para su sorpresa, allí estaba Klara, sentada en el sofá, dirigiendo su mirada a ella al escucharla. Las ojeras marcadas en su rostro dejaban claro que no había dormido en toda la noche.

—¿Qué demonios haces en mi casa? —soltó Irina, irritada.

—Buenos días para ti también... —respondió Klara con su característico tono sarcástico mientras se frotaba el rostro con ambas manos—. Deberías agradecerme, ¿sabes?

—¿Agradecerte? ¿Por qué? ¿Por arruinar mi reputación? —Irina quiso levantar la voz, pero una punzada en su cabeza le hizo calmarse. 

—No, no me arrepiento de eso —dijo Klara, encogiéndose de hombros—. Hablo de anoche. Te encontré borracha en un bar y tuve que traerte a casa. Por eso te duele tanto la cabeza. Se le conoce como resaca, por si nunca tuviste una. 

Irina la miró, desconcertada.

—¿Qué?

—Lo que dije —replicó Klara, con los ojos entrecerrados—. Tuviste suerte de que te encontré. Un tipo estaba intentando ligarte, y si no hubiera llegado a tiempo... quién sabe qué habría pasado.

Irina abrió la boca, pero no encontró palabras. Su mente estaba en blanco.

—Yo... no recuerdo nada —admitió finalmente, sintiéndose extrañamente vulnerable.

Klara soltó un suspiro largo, visiblemente agotada. Se reclinó en el sofá, cruzando los brazos mientras observaba a Irina, quien aún procesaba lo que acababa de escuchar.

—¿En serio no recuerdas nada? —preguntó Klara—. Estabas hecha un desastre, apenas podías mantenerte en pie.

Irina frunció el ceño, tratando de forzar su memoria. Pero solo obtenía fragmentos borrosos de luces y voces, y luego... nada. Miró a Klara con desconfianza, sin estar segura si creerle o no.

—¿Por qué harías eso? —preguntó Irina finalmente, más tranquila pero con un tono frío—. No somos amigas ni nada parecido. Podrías haberme dejado ahí. No te habría importado.

Klara se encogió de hombros.

—Tienes razón. No somos amigas. Pero tampoco soy una persona tan despreciable como para dejar a alguien en un estado como el tuyo... aunque seas una idiota arrogante. Además, le prometí a Ethan que te vigilaría, y no pienso romper mi palabra.

Orgullo de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora