Capítulo 8: Abismo Interior

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Solo habían pasado dos días desde que Irina comenzó a seguir el descanso que el doctor le recomendó, pero ya sentía que no podía soportarlo más. Las horas pasaban con una lentitud desesperante mientras se encontraba atrapada en su casa, sin saber qué hacer con todo ese tiempo libre que antes ni siquiera sabía que tenía. Su vida siempre había girado en torno al entrenamiento constante, al hielo, al esfuerzo incesante. Ahora, con esa parte esencial de su rutina arrancada de raíz, el aburrimiento se instalaba en cada rincón de su mente.

Caminaba por su casa de una habitación a otra, esperando que algún objeto o actividad capturara su atención el tiempo suficiente para hacer que el día se sintiera menos interminable. Pasaba largos ratos mirando su celular, desplazándose entre videos y redes sociales, pero nada lograba entretenerla. Miraba películas por puro hábito, pero la trama y los personajes se deslizaban por su mente sin dejar rastro. Pero nada le daba la satisfacción que el patinaje le brindaba.

Cada tanto, sus ojos se desviaban hacia el reloj, y un suspiro frustrado escapaba de sus labios al ver lo poco que avanzaban las agujas. Deseaba con todas sus fuerzas que el tiempo se acelerara, que esos días de reposo obligatorio terminaran de una vez para poder volver al hielo, a su verdadero elemento.

La única actividad física que permitía que su cuerpo inquieto descargara algo de esa energía reprimida era caminar de un lado a otro dentro de su casa. Revisaba sus cosas, abriendo y cerrando cajones sin un objetivo claro, más que la necesidad de moverse. Sin embargo, todo le resultaba insuficiente. Sabía que el ejercicio ligero no podía compararse con el rigor de sus entrenamientos, y el vacío que sentía era casi doloroso.

Intentaba no ver ni leer nada relacionado con el patinaje, porque sabía que eso solo incrementaría su sufrimiento. Cada video de competiciones, cada artículo sobre técnicas o entrevistas a otros patinadores, era una punzada que le recordaba lo lejos que estaba del hielo. Y aunque su cuerpo necesitaba descansar, su mente seguía anhelando el hielo de la pista, los desafíos, y el sonido de sus patines cortando la superficie helada.

A medida que las horas seguían su curso, otra sensación comenzaba a aflorar en el corazón de Irina: la soledad. Era un sentimiento que había aprendido a ignorar con el tiempo, enterrándolo bajo capas de disciplina y orgullo. Pero ahora, sin la distracción del patinaje, se volvía imposible de evitar.

Irina nunca había sido alguien de muchos amigos. De hecho, a lo largo de los años, su personalidad competitiva y su naturaleza distante la habían aislado casi por completo. No le importaba, o al menos eso se decía a sí misma. ¿Para qué necesitaba amigos cuando tenía el hielo, cuando su objetivo siempre había sido ser la mejor, sin distracciones ni lazos emocionales que la debilitaran?

Sin embargo, ahora, con el hielo fuera de su alcance, esa soledad pesaba más que nunca. La casa, antes su refugio entre competiciones y entrenamientos, se sentía como una prisión vacía. No había risas que llenaran el espacio, ni conversaciones que rompieran el silencio. El eco de sus propios pasos le devolvía una sensación de vacío, y el constante zumbido de la nevera o el leve chirrido de las tuberías se convertían en los únicos sonidos que la acompañaban.

En un momento de desesperación, tomó su celular y, después de un par de respiraciones profundas, decidió llamar a su madre. A pesar de su carácter duro, siempre había buscado algún tipo de aprobación de ella, aunque fuera en forma de una breve conversación. Marcó el número y llevó el teléfono a su oído, esperando escuchar la familiar voz del otro lado. El tono de llamada sonó una, dos, tres veces, y después, se fue directamente al buzón de voz. Irina intentó nuevamente, negándose a aceptar el silencio como respuesta, pero el resultado fue el mismo.

Un nudo se formó en su garganta mientras miraba la pantalla del teléfono apagarse, reflejando su expresión sombría. Era una cruel ironía: rodeada de admiradores en las competiciones, reconocida por su talento, pero en su vida diaria, se encontraba completamente sola. 

Orgullo de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora