Capítulo 35: Detrás del volante

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La mañana llegó, y los primeros rayos de sol se filtraron a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitación. Irina abrió los ojos con lentitud, parpadeando un par de veces mientras se acostumbraba a la luz. Se estiró perezosamente, sintiendo el calor de las cobijas que la cubrían. Notó que estaba sola en la cama y, al darse cuenta de que alguien la había arropado, supo que había sido Klara.

Con un largo bostezo, se sentó en el borde de la cama y se pasó las manos por el cabello para arreglarlo un poco. Miró alrededor, disfrutando de la tranquilidad de la mañana, antes de ponerse de pie y caminar hacia la puerta. Salió al exterior, donde la fresca brisa de la mañana la recibió de inmediato. A unos pasos de ella, Klara estaba de pie frente a la camioneta, con el capó abierto, revisando el motor. 

—Buenos días... —saludó Irina, acercándose a su lado.

Klara al escucharla, giró la cabeza hacia ella.

—Buenos días, princesa —respondió—. ¿Cómo dormiste?

Irina se encogió de hombros, mientras se apoyaba en el costado de la camioneta.

—Bien. La cama era bastante cómoda, —dijo con una nota de satisfacción.

Klara dejó escapar una pequeña risa, regresando su atención al motor por un momento antes de volver a mirar a Irina.

—Sí, la verdad es que no estaba nada mal, —respondió Klara.

Irina notó una mancha de grasa en el dorso de la mano de Klara y alzó una ceja.

—¿La camioneta tuvo algún problema? —preguntó, señalando con la mirada el motor.

Klara hizo una pequeña mueca.

—No lo se, ayer escuché un sonido extraño en el motor, pero no encuentro nada raro —explicó, girando un poco su cabeza para intentar ver mejor. 

Irina asintió, observando cómo Klara cerraba el capó con firmeza.

—Eres muy cuidadosa con esta camioneta, ¿eh?

Klara se encogió de hombros, limpiándose las manos en un paño que tenía en el bolsillo trasero de sus jeans.

—He tenido que arreglarla yo misma tantas veces que ya es casi como una vieja amiga. Nos entendemos bien.

Irina sonrió, apreciando el lado meticuloso de Klara que rara vez tenía la oportunidad de ver de cerca. Se quedó un momento en silencio, sintiendo una extraña pero agradable calidez al estar junto a ella.

—Klara... sobre lo de anoche. Gracias por quedarte a mi lado. Sé que pudo haberte incomodado que te pidiera que te acostaras junto a mí... pero, aun así, aceptaste.

Klara le dedicó una mirada, teniendo una expresión que revelaba comprensión.

—No me incomodó. Sé que lo que me pediste no iba con otra intención. Realmente necesitabas a alguien, y yo... no podía dejarte sola, no después de lo que pasó con tu madre.

Irina asintió, antes de sonreír levemente.

—Eres... eres una gran mujer. Y... una buena amiga. 

Klara soltó una pequeña risa, con un toque de humildad.

—Un poco, quizás. Pero también tengo mi lado malo, ya lo sabes.

Irina negó con la cabeza, mirándola con ternura.

—No me importa ese lado. Solo me importa el lado que me muestras a mí, y siempre me has demostrado el bueno.

Klara bajó la mirada, pensativa, antes de apoyarse contra la camioneta y cruzarse de brazos. Hubo un silencio que se llenó con los vehículos que pasaban por la carretera, y al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de Irina. Su expresión se tornó un poco más seria; sabía que lo que iba a decir podía ser incómodo, pero sentía que necesitaba sacar el tema.

Orgullo de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora