Capítulo 39: Encuentro Indeseado

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Al girarse por completo, Klara se encontró cara a cara con la mujer que dijo su verdadero nombre. Su sorpresa y miedo iniciales se desvanecieron lentamente, dando paso a una mirada seria. Era la misma persona con la que había chocado en el pasillo. En ese momento no la había reconocido, pero ahora, al verla de cerca, pudo saber de quien se trataba. De todas las personas que podría haber encontrado en ese estadio, ella era la última con la que hubiera querido toparse.

—Te has confundido —dijo Klara con un tono cortante, desviando la mirada hacia la pista.

—Es imposible no reconocer esa expresión tuya. —expresó la mujer, con una sonrisa en sus labios—. Vaya... cuando te vi en el pasillo pensé que había visto un fantasma, pero no, realmente eres tú. Gisela Ehrhardt, en carne y hueso.

Klara la miró de reojo, con los ojos entrecerrados, antes de volver su vista al frente. 

—¿Quién lo diría? —continuó la mujer, dando un paso más cerca—. La mismísima Gisela. Pensé que te habías quitado la vida o algo parecido. Que decepción...

Ethan, que estaba a su lado, notó cómo la postura de Klara cambió por completo. Percibió la tensión en su cuerpo, pero no pudo entender qué ocurría, ya que ambas estaban hablando en alemán, un idioma que él no entendía.

—¿Qué carajos quieres, Leonore? —soltó Klara, con una mirada fría. Llevando sus manos a sus bolsillos mientras se giraba hacia ella. 

Leonore sonrió ampliamente, notándose un destello de pura satisfacción en sus ojos. Su voz adoptó un tono falso, como si fuera una vieja amiga que fingía estar ofendida.

—¿Así tratas a una antigua amiga de patinaje? Que cruel eres —dijo, fingiendo inocencia

Klara soltó una risa seca, sin rastro de humor.

—Tú nunca fuiste mi amiga —replicó, mirándola directamente a los ojos.

—Auch... sigues siendo la misma de siempre, por lo que veo —dijo Leonore con una sonrisita venenosa, mientras la mirada de pies a cabeza—. Aunque, ahora luces un poco más... endurecida, como si hubieses pasado por todo un infierno. —Hizo una pausa, y su tono cambió a uno maliciosamente casual—. ¿Cómo está tu rodilla? Aún recuerdo tus gritos de dolor en el hielo... Ese día fue tan trágico.

—No te hagas la preocupada —le lanzó Klara con una sonrisa amarga—. Gracias a mi lesión, finalmente lograste algo de reconocimiento, porque de no ser así, habrías pasado toda tu vida como una segundona.

Leonore arqueó una ceja, como si el comentario no le hubiera afectado en lo más mínimo, aunque sus ojos revelaba lo contrario.

—Tienes razón —admitió—. ¿Por qué sentiría lástima por alguien como tú? Verte caer fue, honestamente, la mejor experiencia que viví. Y lo que siguió después, cuando desapareciste para siempre... como una cobarde. Eso sí que fue impresionante.

Leonore se acercó aún más, invadiendo su espacio personal, y con una sonrisa, tomó la credencial que colgaba del cuello de Klara. La revisó con una fingida curiosidad, con sus dedos jugando con el plástico.

—Klara Müller, ¿eh? —dijo con una sonrisa—. Cambiarte el nombre... Vaya, debe haber sido muy humillante, ¿no? Ocultarte detrás de otro nombre, como si pudieras borrar el desastre que dejaste atrás. Aunque supongo que hasta una fracasada necesita un nuevo comienzo de vez en cuando.

Su mirada permaneció fija en Leonore, fría como el hielo, aunque por dentro sentía que cada palabra de esa mujer desenterraba heridas que no habían sanado. Aun así, se negó a darle el placer de ver cómo la afectaba. Klara siempre había sido buena ocultado como se sentía.

Orgullo de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora