Capítulo 27: Deslizarse Sin Presión

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Una vez que ambas se calzaron los patines y se adentraron en la pista de hielo, comenzaron a deslizarse con calma, patinando lado a lado. El ambiente en la pista era relajado y alegre. A su alrededor, familias y grupos de amigos compartían charlas entre risas mientras patinaban a distintas velocidades, llenando el ambiente de un bullicio animado.

Irina notó a un hombre mayor, probablemente en sus sesenta, patinando lentamente mientras sostenía la mano de su nieta, una niña de unos seis años que reía nerviosa, esforzándose por mantenerse de pie. A pocos metros, un grupo de adolescentes se deslizaba con más confianza, retándose unos a otros a realizar pequeños giros o deslizamientos, aunque su técnica dejaba ver que aún estaban lejos de la fluidez de un patinador experimentado. 

Irina y Klara mantuvieron una velocidad moderada, adaptándose al ritmo de los demás para no interrumpir el flujo tranquilo de la pista. Irina observó los movimientos torpes y algo rígidos de algunas personas, quienes evidenciaban ser principiantes en el hielo. 

Sin duda, nadie ahí parecía ser un patinador con experiencia. Aún así, había algo especial en esa combinación de personas: todas compartían el espacio con una simplicidad y alegría que Irina sentía rara vez. Ella, quien estaba acostumbrada a observar y medir cada detalle técnico de su propia ejecución, se encontraba ahora en medio de un grupo de personas que patinaban simplemente por el placer de disfrutar del movimiento sobre el hielo, de reírse de sus propios errores sin miedo a ser juzgados.

La pista estaba llena de energía, y sin embargo, Irina se movía con una calma inusual, como si este ambiente más humano y relajado lograra ponerla en contacto con un tipo de patinaje que no había experimentado en mucho tiempo.

—Me gusta cómo se siente el ambiente aquí... —expresó Irina, girando su mirada unos momentos hacia Klara antes de volver a enfocarse en el camino delante de ella. 

Sus palabras llevaban un tono casi sorprendido, como si acabara de descubrir algo que ni siquiera sabía que estaba buscando.

—Es diferente, ¿verdad? —dijo Klara, patinando con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta.

—Demasiado —respondió Irina, esbozando una sonrisa leve—. Pero, por alguna razón, se me hace agradable. No siento la necesidad de patinar como comúnmente lo haría. No estoy pensando en saltos ni en giros complicados... 

—Es porque aquí no tienes que demostrarle nada a nadie —comentó Klara, con la vista al frente, como si también estuviera perdiéndose en la atmósfera cálida y despreocupada del lugar—. Aquí nadie espera perfección; solo disfrutan. Y quizás eso es justo lo que necesitas.

Irina asintió, absorbiendo la esencia del lugar. La idea de que su patinaje no tuviera que ser medido, evaluado o comparado era algo completamente ajeno a ella, pero en ese instante, se sintió como un respiro.

—Sí... —murmuró, como si hablara más consigo misma—. Quizás debería recordar cómo es patinar solo porque sí.

Klara la observó de reojo, viendo cómo poco a poco Irina iba soltando la rigidez que siempre la acompañaba en la pista. Las líneas en su rostro parecían suavizarse, y por un momento, Klara tuvo la sensación de que estaba presenciando a una Irina que nadie más conocía: una que podía disfrutar del hielo, sin las exigencias que ella misma se ponía.

Por un buen rato, ambas se dedicaron a patinar en silencio, simplemente disfrutando del ambiente. La tranquilidad del lugar y la presencia de Klara a su lado parecían llenar ese vacío de palabras. Sin embargo, mientras continuaban deslizándose en el hielo, Irina recordó la conversación en la cafetería, especialmente el momento en que Susie les había preguntado si tenían pareja. 

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