Transmigrado con una cámara del tiempo en DxD

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El rubio observaba estos momentos con una sonrisa en su rostro. Le hacía recordar los tiempos en los que todavía estaba con su familia.

[Padre, madre, hermano pequeño. A pesar de todos estos años, todavía los extraño.]

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|DxD|

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Los minutos pasaban y el tráfico de personas en las calles disminuía gradualmente. El sol estaba desapareciendo lentamente en el horizonte, dejando un hermoso resplandor naranja que se deslizaba a través de los árboles que bordeaban las calles.

Pero mientras algunos se detenían para apreciar tal vista, Akeno era todo lo contrario.

"¡Mamá! ¡El sol se está poniendo!"

"Lo sé, cariño. ¿Por qué no pasamos por el parque y lo disfrutamos?"

Shuri continuó provocando a Akeno hasta el olvido. Aprovechando su amor por el detective Conan, continuó agitando a Akeno caminando lentamente. En cuanto al rubio, caminaba silenciosamente detrás de ellos. A pesar de que llevaba las bolsas de plástico, nunca aflojó su entrenamiento.

En todo momento, Igor mantenía el Kaioken al 50% de eficiencia. Ese era el límite máximo actual que podía mantener sin perder ki. Si avanzaban más, un tenue contorno rojo comenzaría a rodearlo.

Los tres siguieron caminando con dificultad. Bajo los sutiles gritos de Akeno, Igor decidió ofrecerle una rama de olivo.

"Oye, tía. ¿Por qué no nos teletransporto de regreso a casa?"

"O-"

Antes de que Shuri pudiera completar la primera sílaba, Akeno corrió hacia el rubio y agarró su abrigo con entusiasmo.

"¿En serio? ¿Puedes? ¿Puedes? ¡Por favooooor, hermano mayor!"

Sus ojos prácticamente brillaban como estrellas. El concepto de llegar instantáneamente a casa encendió una chispa en ella. Si bien hubiera querido volar, tenía prohibido explícitamente hacerlo.

Dejando ambas bolsas en el suelo, Igor se rió entre dientes mientras levantaba a Akeno y la sostenía en sus brazos.

—Puedo, pequeña. Pero tendrás que preguntarle a la tía si está de acuerdo con eso. Después de todo...

Se giró hacia Shuri con una sonrisa cómplice.

—... ella dijo que quería disfrutar del atardecer.

Akeno giró el cuello tan rápido que su cabello golpeó a la rubia en la cara. Pero estaba demasiado preocupada por convencer a su madre de usar el método de transporte propuesto por Igor.