Capítulo 51: El Descubrimiento

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Capítulo: Distancias y silencios

Era tarde, y el silencio de la oficina se rompía solo por el leve tic-tac del reloj en la pared. Freen entró sin hacer ruido, dejando un sobre con las fotografías en el escritorio de Becky. Sus ojos se desviaron al sofá, donde Becky dormía profundamente, envuelta en una postura que parecía agotamiento más que descanso.

Por un momento, Freen se quedó inmóvil. Había algo en la vulnerabilidad de Becky que la desarmaba, algo que hacía que sus propias barreras temblaran. Dio un paso hacia ella casi sin pensarlo, observando cómo el cabello de Becky caía desordenadamente sobre su rostro. Un impulso que no pudo controlar la llevó a apartar con cuidado uno de esos mechones, sus dedos rozando apenas la piel cálida de su frente.

Freen no podía evitar recordar cuánto amaba esos pequeños gestos en su vida compartida: las conversaciones en susurros, las risas espontáneas, las miradas que decían todo sin palabras. Pero esos recuerdos ahora se sentían como un peso insoportable.

—¿Por qué? —murmuró en un suspiro, más para sí misma que para Becky—. ¿Por qué arruinaste algo tan bueno?

La lucha interna era evidente en sus ojos mientras retiraba la mano. Quería odiarla, alejarse, enterrarlo todo bajo una capa de orgullo y dolor. Pero no podía. Becky seguía ahí, en cada rincón de su corazón, incluso cuando Freen intentaba convencerse de lo contrario.

Se giró rápidamente y dejó las fotografías sobre el escritorio, como si la acción pudiera romper el hechizo de sus emociones. Dio unos pasos hacia la puerta, pero antes de salir, lanzó una última mirada hacia el sofá.

—No puedo odiarte... pero tampoco puedo olvidarlo.

Cerró la puerta con cuidado, dejando atrás no solo la oficina, sino también un peso que no sabía cómo manejar.

Dentro, Becky había despertado al escuchar los pasos de Freen. Había oído su susurro, las palabras cargadas de verdad que atravesaron su pecho como un puñal. Quiso levantarse, llamarla, hacer algo, pero su cuerpo no respondía. En lugar de eso, se quedó ahí, abrazándose a la manta, sus ojos fijos en la puerta por donde Freen había salido.

Era un recordatorio de que, aunque la distancia entre ellas parecía insalvable, Becky aún tenía algo por lo que luchar. Freen estaba dolida, pero todavía había amor. Y eso era lo único que le daba esperanza en medio de su arrepentimiento.

Freen, mientras tanto, caminaba por los pasillos vacíos del edificio con pasos lentos. Sabía que su decisión de mantenerse distante era la correcta, al menos por ahora. Pero cada paso que daba parecía más pesado que el anterior. Cada vez que intentaba alejarse, sentía que algo la arrastraba de vuelta hacia Becky, como si fuera una cuerda invisible que no podía romper.

Esa noche, ambas mujeres quedaron atrapadas en sus propios pensamientos, cada una luchando con sus emociones y la incertidumbre de lo que podría o no ser reconstruido.

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El día era fresco y tranquilo, con el murmullo de los árboles moviéndose al compás del viento. Becky llegó temprano al orfanato, como lo había hecho muchas veces en los últimos meses, con una mezcla de esperanza y ansiedad latente. Este lugar había sido su punto de partida en la búsqueda de algo que sentía que debía hacer: encontrar al hijo de Richie.

La encargada la recibió con la misma cordialidad de siempre, aunque esta vez con un brillo distinto en los ojos.

—Señorita Becky, tengo buenas noticias —dijo mientras sostenía una carpeta en sus manos—. Después de muchas averiguaciones, encontramos la información que buscaba.

El corazón de Becky comenzó a latir con fuerza. Apenas pudo asentir mientras seguía a la mujer hasta su oficina. Allí, la encargada abrió la carpeta y le mostró una foto. Becky contuvo el aliento.

Entre La Venganza Y El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora