Cap. 22

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—Jug...— Lo interrumpió Betty, mirándolo. —¿Sería ya mucho pedir que pasaras la noche conmigo?—

Jughead la miró, un tanto sorprendido y encantado a la vez. —Claro que no. Está bien, así estaré más pendiente de ti—

Betty sonrió, con los ojos algo vidriosos y Jughead lo notó de inmediato.

—¿Estás bien? ¿Qué tienes?— Le preguntó Jughead, acariciando su mejilla.

Betty asintió. —Si... Lo estoy—

Jughead sonrió y besó su mejilla. —Ya vuelvo. Es tarde y ya hay que descansar—

Betty asintió y Jughead regresó a la cocina para comer algo, ya que tenía hambre. Ya hacía rato que todos se habían ido y la casa estaba envuelta en un silencio ensordecedor.

Cuando Jughead se llenó el estómago, pensó que tal vez Betty también tendría hambre y subió una vez más para comprobarlo.

—Oye Betts... ¿Tienes hambre? Betts...— La llamó Jughead, acercándose.

Betty estaba echa bolita en la cama, sollozando. Se veía que tenía mucho dolor y eso preocupó al ojiazul.

—Betty... ¿Qué pasa? ¿Qué tienes?— Le preguntó, acercándose y acariciando su cabello. —Ah... Cierto. ¿Tienes cólicos?—

Betty asintió, llorando en silencio. Realmente tenía bastante dolor y molestia.

—Mi hermana se revuelva del dolor cuando le ocurre esto. Pero hay unas píldoras que hacen efecto en diez minutos. Te traeré una— Avisó Jughead, poniéndose de pie y retirándose rápidamente de la habitación.

Jughead buscó aquella píldora y junto a un vaso con agua se la dió a la ojiverde para que se la tomara. En pocos minutos hizo efecto y Jughead se sentó junto a Betty en la cama, dispuesto a vigilarla hasta que se sintiese mejor.

—¿Cómo te sientes?— Le preguntó Jughead, atento.

—Ya no siento que me están apuñalando el vientre— Contestó. —Me duele un poco la cabeza—

—Necesitas descansar, es tarde— Sugirió Jughead. —Si necesitas cualquier otra cosa no dudes en pedírmelo. Puedes confiar en mi—

Betty sonrió y besó su mejilla. —Lo sé. Buenas noches— Dijo, acostándose en la cama y cubriéndose con las cobijas.

Jughead sonrió como un tonto enamorado y la arropó mejor para entonces acostarse a su lado, de espaldas hacia ella. —Buenas noches Betts—

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Al día siguiente, una Betty descansada y fresca se despertó y cuando miró a su alrededor, recordó que estaba en casa de Jughead.

Cuando se levantó, vió que la ropa que había manchado la noche anterior ahora estaba bien doblada sobre la cama, limpia. Eso le extrañó, pero aún así decidió meterse al baño y luego colocarse esa ropa que estaba doblada sobre la cama.

No se escuchaba nada, excepto un pequeño ruido proveniente de la cocina tal vez. Betty, ya cambiada, bajó las escaleras y cuando fue a la cocina se encontró con un Jughead que estaba sin camisa, cocinando.

Jughead sintió su presencia detrás de el y se giró a mirarla con una sonrisa. —Buenos días Betty. ¿Cómo te sientes?—

—Bien— Contestó Betty. —Jug... ¿De casualidad tú...?—

—Si... Me tomé el atrevimiento de lavar tu ropa. Ah... Hice el desayuno— Avisó. —Frutas y unos ricos panqueques de avena—

Betty no dijo nada y en cambio corrió a abrazarlo. —Juggie... Gracias Juggie...— Sollozó.

•SÓLO POR TÍ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora