Capítulo 39: La Petición Desesperada

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La enfermera Aida se dirigió rápidamente hacia la salida del hospital, donde sabía que Luca solía tomar un respiro después de largas horas dentro. Sus pensamientos estaban divididos entre el estado de Stefania y la urgencia palpable que había visto en Danielle. No podía dejar de pensar en la conexión que parecía unir a las dos mujeres, una conexión que aún no entendía del todo, pero que era innegable.

Cuando salió al exterior, encontró a Luca apoyado contra la pared, con un cigarro casi consumido entre los dedos. Su mirada estaba fija en algún punto distante, perdida en preocupaciones que solo él conocía. Aida se acercó a él con cautela, sabiendo que cualquier noticia sobre su hermana era delicada.

—Luca —lo llamó suavemente, rompiendo su concentración.

Luca levantó la vista y apagó el cigarro con un gesto rápido, enderezándose.

—¿Alguna novedad sobre Stefania? —preguntó de inmediato, con la tensión claramente visible en su rostro.

Aida negó con la cabeza y luego añadió:

—No, nada nuevo sobre Stefania. Pero la joven que trajiste antes, la que tenía el corte profundo en el rostro , preguntó por ti. Está muy ansiosa por hablar contigo.

Luca dejó escapar un suspiro, sabiendo que la insistencia de Danielle no sería fácil de manejar. Aun así, sintió un dejo de compasión por ella, entendiendo que debía estar tan desesperada como él por saber cómo estaba Stefania. Asintió, agradeciendo a Aida antes de dirigirse de vuelta al hospital.

Cuando llegó a la habitación donde estaba Danielle, la encontró sentada en la cama, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas, como si estuviera rezando o tratando de encontrar la fuerza que le faltaba. Al escuchar sus pasos, levantó la mirada y sus ojos se encontraron.

—Luca —dijo Danielle con voz débil pero determinada—, por favor, déjame verla. No sé cómo más pedirlo, pero necesito ver a Stefania.

Luca cerró la puerta tras él y se acercó lentamente a la cama. Podía ver el cansancio en los ojos de Danielle, la culpa que la atormentaba y el dolor físico que la debilitaba. Se quedó en silencio por un momento, buscando las palabras adecuadas.

—Danielle —comenzó, su voz grave pero no sin un toque de suavidad—, entiendo que estés preocupada. Sé que todo esto ha sido un caos, y sé que te sientes responsable. Pero no puedo dejar que entres a verla en este estado. Stefania necesita tranquilidad , esta en cuidados intensivos, no más tensión.

Danielle apretó los puños, sintiendo cómo la desesperación crecía dentro de ella.

—Luca, no sabes lo que esto me está haciendo —dijo, su voz temblando—. No puedo seguir así, sin saber cómo está, sin verla. Necesito estar ahí, aunque solo sea por un momento. Por favor, no te lo pido como rival, te lo pido como alguien que... —Se detuvo, tragando saliva, luchando por no dejar que las lágrimas caigan—. Alguien que se preocupa de verdad por tu hermana.

Luca la miró fijamente, sorprendido por la sinceridad en sus palabras. Aunque aún le costaba confiar en ella, algo en su voz lo hizo dudar. Sabía que Danielle no era del tipo de persona que pedía favores fácilmente, y mucho menos que mostrara tanta vulnerabilidad.

—Danielle —dijo Luca, acercándose un poco más—, te creo. Pero también tienes que entender que Stefania está en un estado muy delicado. La última cosa que necesita es más estrés o preocupaciones. Si te dejo entrar, tienes que prometerme que no harás nada que pueda alterarla, que solo te quedarás unos minutos y luego te irás.

Danielle asintió con fervor, sus ojos llenándose de una esperanza renovada.

—Lo prometo, Luca. No haré nada que la lastime. Solo quiero verla, asegurarme de que está bien. No necesito más que eso.

Luca observó el rostro de Danielle durante unos segundos más, buscando cualquier signo de duda o falsedad, pero no encontró nada. Al final, suspiró y asintió.

—Está bien —dijo finalmente—, te llevaré con ella. Pero recuerda lo que te dije: solo unos minutos, y luego tendrás que irte.

Danielle asintió rápidamente, sintiendo un alivio inmenso recorrer su cuerpo. Sabía que este era el momento que había estado esperando, la oportunidad de hacer lo correcto por Stefania.

Luca se giró hacia la puerta, pero antes de abrirla, se detuvo y miró de nuevo a Danielle.

—Y, Danielle... —agregó con voz más suave—. Lo que hiciste por mi hermana, lo que estás haciendo ahora... Lo agradezco, de verdad. Pero si alguna vez descubro que esto es solo un juego para ti, te aseguro que lo lamentarás.

Danielle lo miró directamente a los ojos, sintiendo el peso de sus palabras.

—No es un juego, Luca. Stefania... ella significa más para mí de lo que puedes imaginar.

Luca asintió lentamente y, sin decir nada más, abrió la puerta para llevarla a la habitación de su hermana, sabiendo que lo que sucediera a continuación podría cambiarlo todo.

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