Capítulo 28: Enfrentando la Realidad

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Danielle pasó la noche en su habitación, las palabras de Jake repitiéndose una y otra vez en su mente. No había dormido bien, y el cansancio se reflejaba en su rostro. Las emociones que había intentado reprimir durante tanto tiempo estaban ahora a flor de piel, y no podía ignorarlas más. Sentada en el borde de su cama, miró fijamente su reflejo en el espejo. Los ojos que la devolvían la mirada no eran los de la campeona segura que solía ser, sino los de una joven confundida, atrapada entre lo que se esperaba de ella y lo que realmente quería.

El sol se filtraba por las cortinas, marcando el inicio de un nuevo día, pero Danielle no sentía el entusiasmo habitual que solía acompañar a sus mañanas de entrenamiento. Su mente volvía una y otra vez a Stefania, a la forma en que la había hecho sentir, tanto en la pista como fuera de ella. Había algo en la italiana que despertaba una pasión y un deseo que Danielle nunca antes había experimentado. Pero al mismo tiempo, estaba el miedo, la presión constante de su padre, y la voz en su cabeza que le recordaba que no podía permitirse ser débil.

Finalmente, decidió levantarse. Sabía que no podía quedarse en su habitación todo el día, sumida en sus pensamientos. Tenía que enfrentarse a la realidad, por dolorosa que fuera. Se vistió con su uniforme de entrenamiento, un atuendo que siempre le había dado una sensación de poder y control, pero que hoy se sentía extrañamente incómodo. Antes de salir, tomó una decisión: hablaría con su padre. Sabía que era arriesgado, que podría provocar su ira, pero también sabía que no podía seguir así.

Cuando llegó al estudio de Richard, lo encontró revisando unos papeles. El ambiente en la habitación era tan frío y calculador como siempre, y Danielle sintió un nudo en el estómago al recordar todas las veces que había entrado allí para recibir órdenes, no consejos.

"Papá," comenzó, intentando mantener su voz firme.

Richard levantó la vista de sus documentos y la miró con un ceño fruncido. "¿Qué pasa, Danielle? No tengo mucho tiempo."

Danielle respiró hondo, intentando calmar los nervios que la asaltaban. "Necesitamos hablar... sobre lo que está pasando."

Richard entrecerró los ojos, dejando los papeles a un lado. "¿A qué te refieres? ¿A tu rendimiento? Porque si es eso, te recuerdo que espero que ganes la próxima carrera sin excusas."

Danielle negó con la cabeza. "No, no es solo eso. Es todo, papá. La presión, el control... No puedo seguir así. No puedo seguir siendo quien tú quieres que sea sin preguntarme quién soy realmente."

La expresión de Richard se endureció. "¿De qué estás hablando? Todo lo que he hecho es para tu propio bien, para asegurarnos de que mantengas el lugar que te corresponde en la pista."

"¿Y fuera de la pista, papá? ¿Qué pasa con mi vida fuera de ella? No tengo amigos, no tengo a nadie con quien hablar. No puedo tener una mascota, ni siquiera decidir qué hacer con mi tiempo libre sin que tú lo apruebes. Esto no es vida, es una prisión," respondió Danielle, su voz temblando con una mezcla de tristeza y frustración.

Richard se levantó de su silla, acercándose a su hija con una mirada dura. "Eres una Savre. Eso viene con responsabilidades, y si no puedes manejarlas, entonces tal vez no merezcas todo lo que he hecho por ti. ¿Crees que puedes salir ahí fuera y ser como cualquier otra persona? ¡No puedes! Tu vida está destinada a la grandeza, y eso tiene un precio."

Danielle sintió las lágrimas amenazar con volver, pero esta vez las contuvo. "No quiero una vida que se sienta como un sacrificio constante. Quiero ser feliz, papá. Quiero saber qué se siente vivir de verdad, sin tener que mirar por encima del hombro cada vez que hago algo que podría no gustarte."

Richard la miró fijamente, su expresión impenetrable. "¿Es por esa italiana, verdad? Ella te está llenando la cabeza de tonterías. Te advertí que te mantuvieras alejada de ella, que no dejaras que te desviara de tu camino."

Danielle sintió que su corazón se aceleraba al escuchar las palabras de su padre. "Stefania no tiene nada que ver con esto. O tal vez sí... No lo sé. Pero lo que siento, lo que estoy experimentando, es real, y no puedo seguir ignorándolo solo porque tú me lo dices."

Richard la miró con una frialdad que heló a Danielle hasta los huesos. "No quiero volver a escuchar su nombre en esta casa, ¿entendido? Si dejas que te distraiga, si dejas que te debilite, perderás todo lo que has logrado hasta ahora. Y no estaré allí para ayudarte a recuperarlo."

Danielle tragó saliva, sintiendo que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. No podía seguir discutiendo con su padre, no hoy. Sabía que había tocado un tema delicado y que presionarlo más solo haría que las cosas empeoraran. "Está bien, papá. No mencionaré a Stefania," dijo en un susurro, sintiendo cómo se cerraba la puerta a cualquier posible comprensión entre ellos.

Richard asintió, volviendo a su escritorio. "Bien. Ahora, prepárate para el entrenamiento de hoy. Quiero ver a la campeona en la pista, no a una niña llorona."

Danielle dio media vuelta y salió del estudio, sintiéndose más sola que nunca. Sus lágrimas comenzaron a correr libremente una vez más, pero esta vez no intentó detenerlas. Mientras caminaba hacia la pista, una sensación de vacío la envolvía, mezclada con una ira silenciosa hacia su padre y, en menor medida, hacia sí misma por permitir que su control llegara tan lejos.

En medio de esa tormenta emocional, un pensamiento surgió en su mente: Stefania. ¿Qué estaba haciendo la italiana en ese momento? ¿Cómo se sentiría después de lo que había pasado entre ellas? La mezcla de sentimientos era abrumadora, y por primera vez, Danielle comenzó a darse cuenta de que no podía seguir ignorando lo que sentía, ni por su padre, ni por nadie más.

Mientras tanto, en su casa, Stefania también estaba lidiando con sus propias emociones. Jeff, su fiel compañera, la observaba desde su rincón favorito, como si pudiera percibir el torbellino que su dueña estaba atravesando. Stefania no podía dejar de pensar en el encuentro con Danielle, en el beso apasionado que habían compartido, en la fría despedida que había seguido. No sabía qué hacer, cómo manejar lo que sentía, pero una cosa estaba clara: Danielle Savre no era solo una rival en la pista, sino alguien que había logrado abrir una puerta en su corazón que Stefania ni siquiera sabía que existía.

La italiana se levantó del sofá, decidida a no dejar que esos sentimientos la debilitaran. "Si Danielle quiere jugar a ser la fría y distante, entonces que así sea," murmuró para sí misma, aunque sabía que no sería tan fácil. Stefania siempre había disfrutado de los desafíos, y Danielle era, sin duda, el más grande de todos. Pero más allá de la competencia, había algo más, algo que no podía ignorar.

La guerra entre sus emociones y su razón estaba lejos de terminar, pero Stefania sabía que no podía permitirse perder, ni en la pista, ni en el juego que se estaba desarrollando entre ellas. "Nos vemos en la pista, Savre," susurró, como si pudiera hacer llegar sus palabras hasta Danielle. Pero en el fondo, sabía que la verdadera batalla apenas comenzaba.

Rivalidad -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora