Capítulo 66: Confesiones Sinceras

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El aire entre ellas se había vuelto más íntimo, cargado de emociones no expresadas. Stefania, siempre con ese toque juguetón, rompió el silencio con una sonrisa coqueta.

—Debo confesarte en este momento que me encanta cuando hablas mi lengua —dijo con una voz más baja, acercándose ligeramente—. Tu voz se pone más ronca, *bambina*.

Danielle no pudo evitar una leve risa nerviosa.

—¿De verdad? —preguntó, sintiendo un cosquilleo en su estómago por la mirada intensa de Stefania.

—*Certo*. Hay algo en cómo suena el italiano en tus labios que me vuelve loca —respondió Stefania, jugueteando con los dedos de Danielle para suavizar la tensión—. Cuéntame, Dani, ¿qué ha pasado? Necesito saberlo todo, ponme al día.

Danielle sonrió, pero su mente estaba ocupada con todo lo que había pasado. Sintiendo que era el momento, suspiró y comenzó a hablar.

—Bueno, todo ha sido un caos —dijo, su tono más serio, bajando la mirada por un momento antes de continuar—. Justo cuando te accidentaste, yo estaba a centímetros de tu Mustang Ford. Vi todo, Stefania. Y cuando quise salir corriendo hacia ti, no pude... —hizo una pausa, frustrada al recordar—. Hubo un problema con el Camaro. Mi equipo hizo un cambio en el auto, una traba que no me permite salir si el auto no está apagado por completo. Nadie me avisó de ese cambio. Así que, cuando quise alcanzarte, ya era demasiado tarde... no pude salir a tiempo para ayudarte.

Stefania frunció el ceño, sin poder imaginar lo que debió haber sentido Danielle en ese momento.

—¿Y luego? —preguntó en un susurro.

—Entré en pánico, completamente —continuó Danielle, su voz revelando la angustia que aún sentía—. Apenas te subieron a la ambulancia, yo salí detrás como loca en mi Ferrari. Estuve siguiéndolos, con la esperanza de que todo estuviera bien. Y lo peor es que no me cambié ni una sola vez... Estuve con mi ropa de competición durante cuatro días enteros.

Stefania entrecerró los ojos, sorprendida por la devoción de Danielle. No podía creer que hubiera pasado todo eso sin rendirse.

—¿Cuatro días? —repitió Stefania, tratando de procesar todo lo que había sucedido mientras ella estaba inconsciente.

Danielle continuó, liberando las palabras que había estado guardando.

—Cuando llegué al hospital, las cosas empeoraron. Luca no me dejaba verte. Estaba convencido de que mi presencia era solo para atraer la atención de la prensa. Me echó del hospital. Pero no le hice caso —dijo, recordando la frustración de esa noche—. Me fui a mi auto porque no podía estar en otro lugar. Me quedé allí, fuera del hospital, solo esperando. Llamé a mi hermana Isabella, ella era la única que podía escucharme y ayudarme en ese momento. Le conté lo asustada que estaba... lo culpable que me sentía. Esa noche dormí en mi auto.

Stefania permaneció en silencio, escuchando cada palabra con el corazón en la mano.

—¿Dormiste en tu auto? —preguntó suavemente, sorprendida por la dedicación de Danielle.

—Sí, dormí en mi auto, justo fuera del hospital. No podía irme sin saber que estabas bien. Esperé a que amaneciera y, cuando lo hizo, compré dos cafés fuertes: uno para tu hermano y otro para mí. Sabía que tenía que demostrarle que realmente estaba preocupada por ti, que no era un truco mediático. Y el resto es historia, *bella*.

Stefania sonrió suavemente, admirando la perseverancia de Danielle.

Danielle suspiró, aliviada de que al menos eso estuviera resuelto. Pero aún tenía preguntas que no podía contener.

—Hay algo más que he estado pensando... —aprovechó el momento para preguntar lo que llevaba días rondando en su mente—. Cuando me salvaste en la pista, lo hiciste como si supieras exactamente qué hacer. ¿Cómo es que tienes esos conocimientos de primeros auxilios? Y, para ser honesta, escuché sin querer a algunas enfermeras decir que tenían que cuidarte muy bien porque eras una colega.

Stefania levantó una ceja, sorprendida por lo que Danielle había descubierto, pero no pudo evitar sonreír ligeramente.

—Ah, entonces lo oíste —dijo, jugueteando con los dedos de Danielle—. Bueno, eres muy inteligente, así que creo que ya es hora de que sepas la verdad, Savre.

Danielle la miró intensamente, esperando la respuesta.

—Antes de dedicarme a las carreras de autos, me formé como paramédica certificada en Italia —confesó Stefania, su tono ahora más serio—. Lo hice por pasión, porque quería ayudar a la gente. Pero cuando mi otra pasión, los motores, los autos, apareció, me sumergí en ese mundo. Aún así, nunca dejé de entrenar. Siempre pensé que esos conocimientos serían útiles en algún momento. Y cuando te vi ahí, inconsciente, no pensé dos veces antes de actuar.

Danielle se quedó en silencio por un momento, procesando todo lo que Stefania le acababa de confesar. Finalmente, habló, con la voz ligeramente quebrada por la emoción.

—Entonces... cuando me salvaste en la pista, lo hiciste porque... —murmuró.

—Porque no podía perderte, como persona ni como rival —la interrumpió Stefania, su mirada intensa y llena de sinceridad—. No era solo por la competencia, ni por orgullo. Había algo más. Me importas, más de lo que estoy dispuesta a admitir... al menos por ahora. Quédate con eso, Dani.

Danielle sintió una oleada de emociones recorrer su cuerpo. Había tanto que aún no comprendía, pero en ese momento, lo único que importaba era lo que Stefania acababa de confesar.

—No sé qué decir... —dijo finalmente, sus ojos fijos en los de Stefania.

Stefania sonrió suavemente y se inclinó un poco más hacia ella.

—No tienes que decir nada, *bambina*. Solo prométeme que no te alejarás de mí.

Danielle, sin dudarlo, asintió.

—Lo prometo —dijo en voz baja, sus ojos conectando con los de Stefania, llenos de promesas no dichas—. Me gusta que seamos sinceras mutuamente, que no haya secretos.

En ese momento, ambas supieron que lo que compartían iba más allá de la pista.

Rivalidad -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora