Capítulo 58: Entre Confesiones y Secretos

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Stefania estaba sentada en su cama del hospital, aún débil pero consciente. El sol de la mañana se filtraba por la ventana, llenando la habitación de luz, y su mente intentaba asimilar todo lo que había ocurrido desde que despertó. Hacía solo unos días que había salido del coma, y aunque su cuerpo todavía no estaba del todo recuperado, su espíritu comenzaba a retomar fuerzas.

La puerta de la habitación se abrió suavemente, y su amiga Carla entró con una sonrisa cálida, trayendo consigo un rayo de normalidad en medio de tanto caos. Stefania se alegró de verla; necesitaba esa familiaridad, esa conexión con el mundo exterior que había estado ausente durante tanto tiempo.

—¡Mira quién está aquí, más viva que nunca! —exclamó Carla, acercándose con una expresión de alivio y cariño en su rostro. Se sentó al lado de la cama de Stefania, tomando su mano suavemente—. ¿Cómo te sientes, amiga?

Stefania suspiró y le devolvió la sonrisa, aunque con cierto cansancio.

—Me siento como si hubiese pasado una eternidad... —murmuró—. Es extraño. No recuerdo nada del accidente, solo el día de la carrera y luego... todo se apagó.

Carla asintió, mirándola con empatía.

—No me sorprende. Fue bastante grave. Pero lo importante es que ahora estás aquí, y poco a poco volverás a ser la de siempre. —Le dio un leve apretón en la mano—. Pero hay algo de lo que te tengo que poner al día. Muchas cosas han pasado desde que estuviste fuera.

Stefania frunció el ceño, intrigada.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, preocupada—. Sé que la situación con los Savre sigue tensa... pero siento que hay algo más que no me estás diciendo.

Carla hizo una pausa, dándose cuenta de que era el momento adecuado para contarle todo lo que había ocurrido en su ausencia. Se acomodó en la silla y respiró hondo antes de empezar a hablar.

—Bueno, para empezar, Danielle... no se ha separado de ti. —Carla la miró directamente, evaluando su reacción—. Y sí, sé que te sorprende. Todos piensan que tú y Danielle se odian, pero créeme, no es así. Ella ha estado aquí más de lo que cualquiera de nosotros esperaría.

Stefania abrió los ojos con incredulidad.

—¿Danielle? ¿Aquí? —su voz temblaba con una mezcla de confusión y algo más profundo que aún no lograba identificar—. ¿Por qué? Ella debería estar entrenando, compitiendo, viviendo su vida. ¿Qué hace al lado de una persona que dice odiar?

Carla soltó una pequeña risa antes de responder.

—Eso es lo interesante, Stef. Dice que te odia, pero sus acciones muestran todo lo contrario. Me he cruzado con ella más de una vez por estos pasillos, y créeme cuando te digo que está totalmente desconcertada. —Hizo una pausa, y su mirada se tornó más intensa—. Danielle no ha sido capaz de alejarse de ti. Está atrapada entre lo que siente y lo que le ha dicho su padre que debe sentir.

Stefania bajó la mirada, tratando de procesar lo que estaba escuchando. Durante meses había intentado entender a Danielle, su frialdad, su constante esfuerzo por distanciarse, pero ahora todo parecía estar cambiando.

—No entiendo... —dijo Stefania en voz baja—. Entonces, ¿por qué no ha dicho nada? ¿Por qué sigue pretendiendo odiarme?

Carla soltó un suspiro y sonrió con complicidad.

—Precisamente, por eso estoy aquí. —Se inclinó un poco más hacia ella—. Tengo un plan. La próxima vez que Danielle venga a verte, quiero que finjas estar dormida. Solo así, tal vez, baje la guardia y finalmente se descargue. Y entonces podrás escuchar lo que realmente siente por ti.

Stefania la miró sorprendida, sin estar completamente segura de si esa idea funcionaría.

—¿Estás segura de que hablará? —preguntó, dudosa.

Carla asintió con seguridad.

—Sí. Ya lo ha hecho antes, aunque no lo sepas. La última vez que estuve aquí, justo cuando tú estabas en coma, encontré a Danielle a punto de... bueno, besar tu frente. —Levantó una ceja, esperando la reacción de Stefania.

Los ojos de Stefania se abrieron de par en par.

—¿Besarme? —repitió, atónita—. Eso no puede ser cierto, ella... ella me odia.

Carla rió suavemente y negó con la cabeza.

—Stef, si te odiara, ¿por qué estaría aquí todos los días, a escondidas, vigilando tu recuperación? ¿Por qué no se ha alejado de ti ni un segundo? —dijo con seriedad—. Te lo digo yo, su odio no es real. Lo que siente por ti es mucho más complicado que eso.

Stefania se quedó en silencio, sintiendo su corazón latir con fuerza. No podía creer lo que estaba escuchando. Había pasado tanto tiempo pensando en Danielle, en ese beso robado, en los sentimientos confusos que ambas compartían, pero nunca imaginó que Danielle pudiera estar sintiendo algo similar.

—Carla, ¿y si todo esto es solo... confusión? —preguntó, su voz temblando ligeramente—. No quiero hacerme ilusiones.

Carla negó con la cabeza.

—No es confusión. Lo que vi en los ojos de Danielle cuando te miraba no era odio, Stefania. Era algo mucho más profundo. Y sé que lo sabes, solo que te cuesta aceptarlo. —Le dio una mirada alentadora—. Pero no te preocupes, pronto lo sabrás con certeza.

Stefania cerró los ojos por un momento, intentando calmar las emociones que se agitaban en su interior. Por mucho que intentara convencerse de que debía centrarse en las carreras, en su familia y en su equipo, no podía ignorar lo que sentía por Danielle, ni lo que aparentemente Danielle sentía por ella.

—¿Qué más ha pasado mientras estuve... fuera? —preguntó finalmente, buscando distraerse del torbellino emocional que sentía en ese momento.

Carla respiró hondo antes de responder, esta vez su tono se tornó más serio.

—Stefania, hay algo que debes saber. —Carla se acercó un poco más, bajando la voz—. He visto cosas... He notado que Danielle está mucho más herida de lo que parece. Y no me refiero solo a lo físico. —Hizo una pausa, como si le costara decir las siguientes palabras—. Sospecho que Richard, su padre, está detrás de todo esto, de ambos accidentes. Y, Stef... le ha pegado a Danielle en más de una ocasión.

Stefania se quedó paralizada, sintiendo cómo la rabia crecía dentro de ella.

—¿Richard... le ha pegado? —murmuró, incrédula—. ¡No puede ser! Sabía que había algo oscuro en él, siempre sentí esa energía pesada, peligrosa. Pero jamás imaginé que fuera tan lejos...

Carla asintió lentamente.

—Lo sé, lo sentiste. Y tenías razón. Richard es más peligroso de lo que todos creen. Ese hombre está cegado por el poder y el control. Y si él está detrás de lo que les pasó a ambas, necesitamos descubrirlo.

Stefania apretó los puños con fuerza, su corazón latiendo con fuerza ante la revelación. Algo en su interior le decía que Richard Savre era capaz de todo. Y ahora que Carla había confirmado sus peores sospechas, Stefania sabía que no podía quedarse de brazos cruzados.

—Danielle... —murmuró, su voz quebrándose—. No puedo permitir que siga sufriendo por culpa de ese hombre. Tenemos que hacer algo, Carla.

Carla asintió con firmeza.

—Lo haremos, Stef. Pero por ahora, concéntrate en tu recuperación. Y cuando Danielle venga a verte, recuerda, finge estar dormida. Tal vez escuches algo que te ayude a entender mejor lo que está pasando. Y, tal vez, también la ayude a darse cuenta de que no está sola.

Stefania respiró hondo, sintiendo la determinación arder en su interior. No solo lucharía en las pistas, sino que también protegería a Danielle, incluso si eso significaba enfrentarse a Richard Savre y a los oscuros secretos que escondía.

—Lo haré, Carla. Y cuando llegue el momento, enfrentaremos a Richard juntos —dijo Stefania con una resolución firme en su voz.

Carla sonrió, aunque sabía que la lucha sería difícil.

—Lo sé, Stef. Y no estarás sola.

Rivalidad -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora