La mirada de Stefania se endureció mientras observaba a Danielle, aún procesando todo lo que acababan de compartir. Sabía que había muchas cosas mal en la vida de su rival, pero no imaginaba la magnitud de lo que Danielle estaba atravesando. Los ojos de la morena recorrieron el rostro de Danielle, notando las marcas y la tristeza en su mirada.
—Danielle —comenzó Stefania, con una calma peligrosa—, ¿por qué estás tan golpeada? Cuando me dijeron que estabas hospitalizada en la habitación de al lado, no sabía que era tan grave. Quiero saber quién te hizo esto.
Danielle tragó saliva y miró hacia la ventana, evitando el contacto visual. Sabía que llegaría el momento en que Stefania haría esa pregunta, pero no estaba preparada para responder. No quería parecer débil, pero tampoco podía seguir ocultando la verdad.
—Fue... mi padre —murmuró Danielle, su voz apenas un susurro.
Stefania se quedó en silencio por un momento, procesando esas palabras. Un frío punzante le recorrió la espalda, pero el calor de la rabia comenzó a arder en su pecho.
—¿Qué? —Stefania no pudo contener el asombro en su voz—. ¿Richard te hizo esto?
Danielle asintió lentamente, manteniendo la mirada baja, como si le avergonzara contar la verdad. Las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos, pero luchaba por no dejarlas salir. Aún estaba tan rota por dentro que no quería que nadie más viera cuán frágil era.
—El primer golpe fue cuatro días después de tu accidente —empezó a explicar, con la voz entrecortada—. Volví a casa porque tu hermano, Luca, me lo pidió. No sé por qué lo hice, pero necesitaba alejarme del hospital, de todo lo que estaba pasando... de lo que estaba sintiendo. Cuando llegué, mi padre estaba esperándome. Discutimos... y... —Danielle cerró los ojos, como si el simple hecho de recordarlo le doliera—. Me lanzó un jarrón. Me golpeó en el rostro y me hizo un corte profundo. La enfermera Aida tuvo que coserlo. Aún estabas en coma cuando sucedió el segundo... cuando volví con mi hermana Isabella.
Stefania no dijo nada, pero su mandíbula se tensó. Las manos apretadas contra las sábanas revelaban que estaba luchando por contener la rabia que hervía en su interior. Pero dejó que Danielle continuara.
—Esa vez volvimos a discutir. Me dijo que no debía preocuparme por ti, que estaba siendo débil. —Danielle se secó una lágrima que comenzó a escapar de su control—. Cuando no le hice caso, me abofeteó. Lo peor es que mi hermana lo vio todo. Ella no sabe qué hacer, está tan atada como yo. Luego fue el tercer golpe... me estaba esperando fuera del hospital. Me dio tantos golpes que apenas llegué a la puerta... La enfermera Aida tuvo que ayudarme otra vez.
Stefania no pudo contenerse más. Se inclinó hacia Danielle, tomando su mano con firmeza pero sin brusquedad, queriendo transmitirle que, ahora más que nunca, no estaba sola.
—No puedo creer lo que te ha hecho, Danielle —dijo Stefania, su voz cargada de ira contenida—. No lo voy a permitir. Él no puede seguir haciéndote esto. No vas a enfrentar esto sola. Sea lo que sea que pase entre nosotras, te prometo que no voy a dejarte sola.
Danielle rompió a llorar, su cuerpo temblaba mientras todas las emociones que había reprimido durante tanto tiempo salían a la superficie. Había pasado tanto tiempo fingiendo ser fuerte, aguantando el dolor y el miedo, que ahora, al escuchar a Stefania decir esas palabras, sintió que se derrumbaba. Pero al mismo tiempo, sintió alivio.
—No sé qué hacer —confesó Danielle entre sollozos—. Siento que él está detrás de todo lo que ha pasado últimamente. Estoy investigando, pero no tengo pruebas. No puedo dejar que esto siga. —Danielle sacudió la cabeza—. Me siento atrapada, Stefania. Entre la presión de los contratos, los rumores en la prensa, y ahora esto... La gente está empezando a hablar de mí, de que paso demasiado tiempo en el hospital y no en la pista. No entreno con mi Camaro. —Danielle alzó la mirada—. Y ahora están comenzando a especular que lo que pasa entre nosotras es algo sentimental. Los rumores están explotando, y si llegan a ser ciertos... nos van a destruir.
Stefania entrelazó sus dedos con los de Danielle, queriendo ofrecerle el apoyo que tanto necesitaba.
—Déjalos hablar —dijo Stefania, su tono firme y decidido—. Déjalos pensar lo que quieran. Si los rumores se hacen realidad, que así sea. Pero no me voy a apartar de tu lado por miedo a lo que digan. Tú no estás sola, Danielle. Si hace falta, creamos nuestro propio equipo, nuestra propia marca. Haremos todo juntas, pero no voy a dejar que te enfrentes a esto sin mí.
Danielle, entre lágrimas, negó con la cabeza.
—Es imposible... —repitió con desesperación—. No entiendes. Mi padre no va a detenerse. Ya está furioso porque la prensa sospecha. Va a hacerte la vida imposible, Stefania. No soporta perder y menos contigo. Si él ve que hay algo más que rivalidad entre nosotras, lo destruirá todo. Nuestra relación, tu carrera, la mía... No quiero arrastrarte conmigo a este infierno.
Stefania la miró directamente a los ojos, sus manos sujetando las de Danielle con fuerza.
—Que lo intente —desafió Stefania, sin titubear—. No sabe con quién se ha metido. No me importa cuán poderoso sea tu padre, ni cuántos recursos tenga. Yo no voy a quedarme de brazos cruzados mientras te destruye. Juntas, Danielle, seremos el equipo más fuerte y poderoso de todos. Nadie va a poder con nosotras si estamos unidas. Si tenemos que crear una nueva marca, lo haremos. Si hay que romper contratos, que los rompan. Haremos lo que sea necesario. —Su voz se suavizó un poco, y agregó—. Pero no voy a dejarte sola. Ni ahora, ni nunca.
Danielle cerró los ojos, sintiendo el peso de las palabras de Stefania. Aún le aterraba la idea de enfrentarse a su padre, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que había una posibilidad, un camino que no implicaba rendirse o vivir bajo el yugo de Richard Savre.
—Tengo tanto miedo... —susurró Danielle, con la voz rota—. Pero si hay alguien con quien me atrevería a hacer esto, es contigo, Stefania.
En ese momento, las dos mujeres se miraron a los ojos, entendiendo la magnitud de lo que estaba en juego. Afuera, el mundo comenzaba a arder con rumores, especulaciones, y un Richard Savre más enfurecido que nunca. Pero dentro de esa habitación, por primera vez, había un sentido de esperanza, una chispa de algo que podría cambiarlo todo.
Danielle se inclinó hacia Stefania, sus labios temblando mientras murmuraba:
—No sé si seré lo suficientemente fuerte para todo esto... pero estoy dispuesta a intentarlo. Con vos.
un capitulo interesante.... que les parece a ustedes?
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Rivalidad -
Hayran KurguEn el mundo de las carreras, dos mujeres se enfrentan en una batalla que va más allá de la pista. Stefania Spampinato, una prometedora corredora italiana, llega a Los Ángeles con la misión de vencer a Danielle Savre, la campeona local. Mientras sus...