Capítulo 37: Heridas que No Sanan Fácilmente

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Danielle estaba recostada en la camilla de la sala de urgencias, con el rostro pálido y el ceño fruncido por el dolor. Aida, la enfermera, trabajaba con cuidado y precisión, limpiando la herida antes de comenzar a suturar. Danielle sentía cómo la aguja atravesaba su piel, pero se obligaba a permanecer inmóvil. No podía permitirse mostrar debilidad, no ahora, no delante de Luca.

—Tienes suerte de que el trozo de cerámica no te haya causado más daño —dijo Aida mientras hacía una pausa para observar la herida—. Pero debes hacer reposo. Si te mueves demasiado, esto podría empeorar.

Danielle asintió débilmente, su mente aún anclada en la habitación donde Stefania luchaba por su vida. Había querido regresar lo antes posible, pero ahora, con varios puntos de sutura y el dolor pulsante en su rostro, se sentía atrapada.

Luca estaba sentado cerca de la puerta, observando todo con una mezcla de preocupación y algo que Danielle no lograba descifrar. ¿Era desconfianza? ¿Curiosidad? No podía saberlo, pero sentía su mirada fija en ella, esperando algo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Luca finalmente, rompiendo el silencio mientras Aida terminaba de cerrar la herida.

Danielle intentó asentir de nuevo, pero una punzada en su rostro la detuvo. —He pasado por peores —respondió con una mueca que intentaba parecer una sonrisa—. Pero gracias por preguntar.

Aida terminó de suturar y limpió los restos de sangre. —Te he dejado un calmante. Tómalo si el dolor empeora, y por favor, descansa. Necesitas quedarte quieta.

—Lo haré, gracias —respondió Danielle, aunque sabía que la quietud sería lo más difícil de cumplir.

Cuando Aida salió, el silencio volvió a la habitación. Danielle giró la cabeza lentamente hacia Luca, sabiendo que necesitaba hacerle la pregunta que tanto la atormentaba desde que había llegado.

—Luca... ¿cómo está Stefania? —preguntó, su voz más frágil de lo que le hubiera gustado—. ¿Ha habido algún cambio? ¿Algo que los médicos hayan dicho?

Luca se quedó mirándola, su expresión se suavizó un poco, pero aún era reservada. —Los médicos están haciendo lo que pueden. Stefania es fuerte, pero no ha habido cambios importantes. Sigue luchando, y eso es lo que importa.

Danielle asintió, tratando de aferrarse a las palabras de Luca. Quería creer que Stefania saldría de esto, que su fuerza la ayudaría a superar cualquier obstáculo. Pero la incertidumbre seguía pesando sobre ella.

—Quiero verla —dijo Danielle, casi como una súplica—. Necesito estar con ella, aunque sea un momento.

Luca suspiró, cruzando los brazos mientras se inclinaba hacia adelante en su silla. —Danielle, entiendo lo que sientes, pero ahora mismo no es lo mejor para ella ni para ti. Estás herida, necesitas descansar. No puedes ayudarla si no estás en condiciones.

Danielle frunció el ceño, frustrada. —No puedo quedarme aquí sin hacer nada. Stefania está ahí, sola, y yo...

—Y tú necesitas recuperarte primero —interrumpió Luca, su voz firme pero no dura—. Mira, sé que te importa, pero tienes que pensar en lo que es mejor para ella. Si realmente te importa, harás lo que te estoy diciendo.

Danielle sintió una punzada en el pecho, sabiendo que Luca tenía razón. Odiaba admitirlo, pero no estaba en condiciones de ser de ayuda en este estado. Asintió lentamente, resignada.

—Está bien... haré lo que dices —aceptó, aunque a regañadientes—. Pero prométeme que me avisarás si hay algún cambio, no importa lo pequeño que sea.

Luca la miró con seriedad. —Te lo prometo. Te mantendré informada de todo.

Danielle cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar algo de paz en sus palabras. Pero antes de que pudiera decir algo más, Luca la sorprendió con una pregunta directa.

—Danielle... —empezó Luca, vacilando por un instante—. ¿Te gusta mi hermana Stefania?

Danielle abrió los ojos de golpe, sorprendida por la pregunta tan directa. El corazón le dio un vuelco, y por un momento, no supo qué responder. Sabía que lo que sentía por Stefania era complicado, pero no esperaba que Luca se lo preguntara tan de frente.

—¿Por qué me preguntas eso? —respondió, intentando ganar tiempo para organizar sus pensamientos.

Luca no apartó la mirada. —Desde que todo esto comenzó, he visto cómo la miras, cómo te preocupas por ella. Incluso ahora, con todo lo que te ha pasado, sigues aquí, queriendo estar a su lado. Eso no es solo rivalidad.

Danielle tragó saliva, sintiendo el peso de las palabras de Luca. Sabía que tenía razón, que lo que sentía por Stefania era algo más que la adrenalina de la competencia o el sentido de responsabilidad. Era algo más profundo, algo que no había querido admitir ni a sí misma.

—Sí —admitió finalmente, con un susurro—. Creo que sí me gusta, Luca. Pero es complicado... No sé si ella siente lo mismo, o si alguna vez lo hará.

Luca asintió, como si ya lo hubiera sospechado. —No te preocupes por eso ahora. Lo importante es que estés bien y que puedas estar ahí para ella cuando lo necesite. Lo demás se resolverá con el tiempo.

Danielle lo miró, sintiéndose más vulnerable de lo que había estado en mucho tiempo. —¿Y qué piensas tú? ¿Crees que debería alejarme?

Luca se quedó en silencio por un momento, luego sacudió la cabeza. —No lo sé, Danielle. Mi prioridad es Stefania, pero también sé que no soy quién para decidir con quién debería estar o no. Lo único que te puedo decir es que, si de verdad te importa, lucha por ella. Pero hazlo de la manera correcta.

Danielle dejó escapar un suspiro largo, sintiendo una mezcla de alivio y temor. No sabía qué le depararía el futuro, pero al menos tenía claro lo que sentía. Y por primera vez en mucho tiempo, eso era suficiente.

—Gracias, Luca —dijo, su voz suave—. Haré lo que pueda para no defraudarte.

Luca asintió, levantándose de su asiento. —Tómate tu tiempo, Danielle. Descansa y recupérate. Stefania necesitará todo tu apoyo cuando despierte.

Danielle asintió, y mientras Luca salía de la habitación, se quedó mirando el techo, preguntándose cómo había llegado a este punto. Pero sabía que, pasara lo que pasara, estaba dispuesta a luchar por Stefania, aunque eso significara enfrentarse a todo y a todos, incluido su propio padre.

Rivalidad -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora