Capítulo 41: En la Oscuridad de los Sueños

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Stefania flotaba en un abismo silencioso. No había dolor, no había tiempo, solo una oscuridad densa que la envolvía por completo. A veces, en medio de esa negrura, le parecía escuchar voces lejanas, distorsionadas, como si llegaran a ella a través de un túnel interminable. Esas voces eran como ecos que rebotaban en las paredes de su mente, pero no lograba entenderlas del todo. Sabía que estaba en algún lugar, pero no podía recordar dónde ni por qué.

Había momentos en los que su conciencia intentaba ascender, salir de ese abismo, pero cada vez que lo intentaba, sentía que era arrastrada de nuevo hacia las profundidades. Era como si algo, o alguien, la mantuviera atrapada en ese estado entre la vida y la muerte.

En ese abismo, Stefania tuvo un destello de recuerdo. Se vio a sí misma en la pista, su auto rugiendo bajo ella mientras adelantaba a sus competidores. Recordó la sensación de la velocidad, el viento golpeando su rostro y la adrenalina que corría por sus venas. Pero ese recuerdo se desvaneció tan rápido como había llegado, dejando tras de sí un vacío doloroso.

A veces, en la oscuridad, podía sentir una presencia cercana, algo cálido y reconfortante que la rodeaba, como si alguien la estuviera sosteniendo. Esa presencia era lo único que le daba fuerzas, que la mantenía luchando contra la atracción de la oscuridad. Quería abrir los ojos, quería ver a esa persona, pero algo más fuerte que ella se lo impedía.

Había un sonido que la acompañaba siempre, un pitido rítmico, constante, que resonaba en su mente. Al principio, no sabía qué era, pero a medida que pasaban los días en esa oscuridad, comenzó a asociarlo con la vida. Ese sonido era lo único que la mantenía conectada con el mundo exterior, con la realidad.

En algún lugar lejano, escuchó una voz. Era suave, desesperada, y aunque no podía distinguir las palabras, sentía la angustia que emanaba de ella. Quería responder, quería decirle a esa voz que no se preocupara, que estaba luchando, pero no podía. Las palabras se quedaban atrapadas en su garganta, sin poder salir.

Esa voz se repitió varias veces, hasta que finalmente pudo captar algunas palabras. "Lucha", "no te vayas", "sé valiente". Eran palabras que resonaron profundamente en ella, palabras que la hicieron aferrarse a la vida con más fuerza. Aunque no podía entender quién era, esa voz se convirtió en su ancla, en lo único que la mantenía de pie en ese abismo.

En su estado de inconsciencia, Stefania comenzó a tener pequeños destellos de lucidez. A veces, podía sentir el frío del metal, otras veces, el calor de una mano sobre la suya. Y, en algunos momentos raros, podía escuchar el sonido de una respiración cercana, como si alguien estuviera a su lado, velando por ella.

El tiempo no tenía significado en ese estado. Los días y las noches se mezclaban en una sola masa indistinguible. Stefania no sabía cuánto tiempo llevaba allí, ni cuánto tiempo más podría resistir. Pero la presencia constante de esa voz y esos pequeños momentos de conexión con el mundo exterior la mantenían firme.

En una de esas pocas ocasiones en las que sentía que estaba a punto de despertar, Stefania percibió algo diferente. El pitido rítmico se volvió más fuerte, más insistente, y sintió una presión en su mano. Era como si alguien la estuviera apretando con fuerza, instándola a volver. La oscuridad que la rodeaba comenzó a disiparse, dando paso a una luz tenue que se filtraba a través de las sombras.

Con un esfuerzo titánico, Stefania intentó abrir los ojos. Todo su cuerpo le dolía, como si hubiera sido golpeada por una fuerza imparable, pero ese dolor fue lo que la hizo darse cuenta de que seguía viva. Sentía su corazón latir con fuerza, su respiración agitada, y aunque sus músculos estaban débiles, logró mover ligeramente los dedos de su mano.

La luz se hizo más intensa, cegándola momentáneamente. Pero antes de que pudiera abrir completamente los ojos, sintió algo húmedo en su rostro, como si alguien estuviera llorando cerca de ella. Intentó hablar, pero su garganta estaba seca y no pudo emitir ningún sonido.

Aun así, el simple hecho de haber movido los dedos, de haber sentido esa presencia cerca de ella, le dio la fuerza que necesitaba para seguir luchando. Aunque todavía estaba atrapada en ese limbo entre la vida y la muerte, Stefania sabía que no estaba sola. Sabía que había alguien esperando por ella, alguien que la necesitaba tanto como ella necesitaba regresar.

En su mente, las palabras "no te vayas" resonaron una vez más, y con todo el esfuerzo que le quedaba, Stefania decidió que no se rendiría. Lucharía, como siempre lo había hecho, para regresar a la luz, para volver a enfrentar la vida y todo lo que esta le tenía preparado.

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