**Capítulo 45: El Camino al Hospital**
Danielle estaba sentada en el sofá de la sala, su rostro aún marcado por la bofetada de su padre. Isabella, preocupada por su hermana, la observaba en silencio. Finalmente, Danielle rompió el silencio.
—Sabes, no voy a entrenar hoy —dijo Danielle con una determinación renovada—. Necesito ver a esa italiana. Vamos al hospital.
Isabella levantó una ceja, sorprendida. —¿De verdad? ¿Puedo manejar tu amado Camaro, Dani?
Danielle la miró, sorprendida por la petición de su hermana. Isabella nunca había mostrado interés en conducir el Camaro de Danielle, y mucho menos en su estado actual. Sin embargo, la propuesta parecía un alivio para Danielle, quien estaba al borde de la desesperación.
—Sí, puedes —dijo Danielle, cediendo sin dudarlo. Era mucho decir, ya que jamás le había entregado el volante a nadie más. Pero en ese momento, no le importaba nada más que ir al hospital y estar cerca de Stefania.
Mientras Isabella tomaba el volante del Camaro negro y dorado, Danielle se acomodó en el asiento del copiloto. El motor rugió con fuerza y la velocidad les permitió despejar un poco la mente.
—No sé qué me pasa con ella, Isa —confesó Danielle, mirando por la ventana mientras el paisaje se deslizaba rápidamente—. No puedo despegarme de su lado.
Isabella, sin filtros y con una honestidad brutal, respondió mientras maniobraba el Camaro con destreza: —Eso es amor, hermana.
Danielle, sorprendida por la claridad de su hermana, no pudo evitar sonreír a través de las lágrimas. —No sé si estoy lista para admitirlo, pero es verdad, no puedo dejar de pensar en ella.
Llegaron al hospital y, al entrar, se encontraron con Luca y la enfermera en el vestíbulo. La sorpresa en los rostros de Luca y la enfermera fue evidente al ver a Danielle tan pronto después de su última visita.
—¿Qué hacen aquí, Savres? —preguntó Luca con un tono de sorpresa y preocupación—. Si recién se fueron. ¿Y Danielle, qué te pasó en la cara? Eso no parece cosa de una carrera.
Danielle se limitó a mirar a Luca, sin responder a su pregunta. El dolor y la frustración la consumían, y no tenía la energía para discutir.
—No tengo tiempo para explicaciones —dijo, apresurándose hacia el ascensor—. Voy a ver a Stefania.
Luca, reconociendo la urgencia en la voz de Danielle, asintió y la siguió hacia la habitación de Stefania. Isabella se mantuvo al lado de Danielle, sintiendo la tensión que llenaba el aire.
Cuando llegaron a la habitación 1991, Danielle entró rápidamente, el corazón acelerado. Stefania seguía inmóvil, conectada a múltiples cables y monitores en la unidad de cuidados intensivos. La escena era desgarradora, pero Danielle estaba decidida a no dejarse llevar por la desesperanza.
—Spampinato, vamos despierta —habló Danielle con voz entrecortada mientras se acercaba a la cama—. Van dos semanas y media que estás aquí. Necesito que me desafíes, que me provoques.
Danielle se inclinó sobre la cama, las lágrimas cayendo libremente mientras sus palabras salían de su corazón. —Necesito que despiertes y me robes besos. Necesito que me maldigas en italiano. ¡Despierta, por favor! Necesito saber qué me pasa contigo. Me estoy volviendo loca. Estoy desafiando a mi padre por ti. No estoy entrenando, no estoy yendo al autódromo. ¡Por favor, despierta! Dame una señal.
Con lágrimas en los ojos, Danielle tomó la mano de Stefania con fuerza, aferrándose a cualquier signo de respuesta. De repente, sintió una ligera presión en la mano de Stefania. La esperanza creció en su pecho mientras llamaba al médico con voz temblorosa.
—¡Doctor! ¡Venga rápido! ¡Stefania se está moviendo!
El médico, que estaba en el pasillo, se apresuró a entrar en la habitación. Miró a Danielle y luego a Stefania con atención profesional.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el doctor, examinando a Stefania—. ¿Parece que ha habido alguna respuesta?
Danielle, con la voz entrecortada por la emoción, asintió con fervor. —Sí, ¡ella está moviendo la mano! Por favor, ¿qué significa esto?
El doctor ajustó los monitores y revisó el estado de Stefania con cuidado. —Es una buena señal. Significa que su cuerpo está respondiendo, pero necesitamos monitorear más de cerca.
Danielle se quedó a un lado, con las lágrimas fluyendo libremente. La presión en la mano de Stefania había sido una señal pequeña pero crucial. Isabella se acercó a su hermana, dándole un abrazo reconfortante.
—Vamos a lograrlo, Dani —dijo Isabella suavemente—. Ella te escuchó. Ahora solo queda esperar y mantener la esperanza.
Danielle, con una mezcla de esperanza y agotamiento, miró a Stefania con un pequeño atisbo de sonrisa. A pesar del dolor y la tensión, algo en el aire parecía cambiar. Se permitió una breve sonrisa mientras hablaba con Stefania una vez más, tratando de aliviar la tensión que la rodeaba.
—Sabes, Spampinato, me dice algo que estamos unidas —dijo Danielle, tratando de bromear con la situación—. Tu número de habitación es el 1991, como nuestros autos. A diferencia de ellos, que están enfrentados, aquí estamos unidas.
En ese momento, la mano de Stefania se apretó con un poco más de fuerza. Danielle, con la esperanza renovada, sintió una oleada de alivio. La broma ligera, a pesar del dolor, había sido una forma de mantener la esperanza viva.
Luca, al entrar en la habitación para supervisar la situación, vio a Danielle llorando y a Stefania con una ligera reacción. No esperaba ver a Danielle tan afectada y sabía que debía dejar a las dos mujeres en ese momento.
—El tiempo de visita ha terminado —dijo Luca con una expresión seria—. No esperaba verte así, Danielle.
Danielle, con la mirada fija en Stefania, asintió lentamente. Sabía que su batalla no había terminado, pero al menos había logrado un pequeño avance. El tiempo de espera ahora parecía más llevadero, con la esperanza de que Stefania pudiera despertar y enfrentar el desafío que las unía.
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Rivalidad -
Hayran KurguEn el mundo de las carreras, dos mujeres se enfrentan en una batalla que va más allá de la pista. Stefania Spampinato, una prometedora corredora italiana, llega a Los Ángeles con la misión de vencer a Danielle Savre, la campeona local. Mientras sus...