centro comercial.

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DRIZELLA BARKER preparándose el desayuno, un día bastante corriente

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DRIZELLA BARKER preparándose el desayuno, un día bastante corriente.

Vivía sola, sus padres y hermanos se negaban a vivir en esa casa, ya que el padre había conseguido un trabajo mejor y vivían en la zona rica de el Valle.

Drizella y su padre...eran diferentes.

Tomó su bolsa de basura, lista para sacar a tirar y salió a la misma vez que su vecino. Johnny Lawrence que también llevaba una caja de herramientas.

Ambos se mantenían al margen de todos los demás vecinos, estaban bien como estaban. Pero entre ellos había buen royo.

—Buenos días, Barker.—dijo Johnny cerrando la puerta.

—Buenos días, Johnny.—saludo Drizella mientras se iban a tirar la basura.

—Hola.—escucharon detrás de ellos, Drizella volteó sin dejar de andar para ver a un chico de su edad, no parecía ser de aquí, mientras que Johnny siguió su camino.—Soy Miguel. Acabamos de mudarnos al 109.—se presentó el chico.

—Drizella, 107.—se presentó la chica mientras se acercaba a la basura junto con el rubio.

—Genial, más inmigrantes.—dijo Johnny sarcástico.

—Somos de Riverside.—aclaró Miguel con el ceño fruncido.—Quería saber si tenían problemas con la presión del agua, porque nuestra fregadera no va del todo bien...—explicó mientras Johnny abría el contenedor y tiraba todo de una, al igual que Drizella.—Las botellas, van al contenedor.—se apresuró a decir y Johnny lo miró.

—Oye, menudo, llevo más de diez años en este tugurio.—le dijo Johnny.

—La tuberías no van, en la fuente hay meados...—empezó a enumerar Drizella.

—Lo bueno es que no tengo que hablar con nadie.—aclaró Johnny.—Menos con esta, ella mola.—dijo Johnny señalando a Drizella.—Encantado de conocerte.—dijo Johnny y tomó su caja de herramientas para irse a su coche.

—Bienvenido.—dijo Drizella para romper el hielo.

—¿Cómo decías que te llamabas?—preguntó Miguel con el ceño fruncido.

—Drizella, Drizella Barker.—contestó la castaña.

—Pues encantado.—dijo Miguel con una sonrisa.

—¡Migue!—se escuchó desde un apartamento y una mujer de tez morena salió por la puerta.

—Mi madre.—suspiró Miguel un poco fastidiado.

—¡Ven aquí!—dijo la mujer y Miguel se acercó con Drizella junto a él.—Soy Carmen, la madre de Miguel.

—Drizella Barker, vivo en el 107.—dijo la castaña señalando su puerta.

—Un nombre precioso, y poco común.—dijo Carmen con una sonrisa y Drizella sonrió.—Encantada.

—Igualmente.—dijo la chica y miró la hora en su móvil.—Debería volver a mi casa.—dijo Drizella.

YOUTIFUL - Robby Keene.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora