064 - El funeral

215 23 1
                                    

El cielo de King's Landing estaba cubierto de nubes grises, como si el mismo reino llorara la pérdida de su reina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El cielo de King's Landing estaba cubierto de nubes grises, como si el mismo reino llorara la pérdida de su reina. En la colina donde se alzaba el antiguo sept, un gran número de personas se había reunido para rendir homenaje a Rhaenyra. La multitud se extendía, desde los nobles en sus mejores ropas hasta los campesinos que habían llegado de los alrededores, todos unidos en un silencio doloroso.

El cuerpo de Rhaenyra, envuelto en vendajes blancas bordadas con el emblema de un dragón, reposaba sobre una pira funeraria construida con maderas de roble y olmo, adornada con flores de lila y rojo. A su alrededor, se podían ver los rostros tristes de sus hijos, así como los de los aliados que habían permanecido leales a ella hasta el final.

Jacaerys, con la cabeza gacha y el corazón oprimido por el dolor, se mantuvo firme frente a la pira. Sus manos temblaban ligeramente mientras miraba a su madre por última vez, recordando los momentos compartidos, las risas, y los sacrificios que había hecho por su familia y el reino. A su lado, Rhaelle lo sostenía del brazo, sus ojos brillantes de lágrimas que se negaban a caer.

Del otro lado, Lucerys estaba acompañado por sus hermanos menores Joffrey, Aegon y Viserys, los pequeños príncipes abrazaban con fuerza a su hermano mayor, sintiendo la ausencia de su madre en cada latido de su corazón. Las lágrimas caían de sus mejillas mientras miraban la pira, preguntándose por qué ya no verían a su madre.

Cuando el sol comenzó a caer, iluminando el cielo con tonos de oro y escarlata, la ceremonia dio inicio. Los sacerdotes del sept comenzaron a recitar palabras antiguas, invocando los nombres de los dioses, mientras los vientos llevaban su voz hacia el mar. El ambiente era pesado, cargado de tristeza, y el murmullo del pueblo se desvanecía en un profundo silencio.

Finalmente, Jacaerys se acercó a la pira, su corazón latiendo con fuerza. Con un gesto decidido, miro a su dragón y grito "Dracarys", Vermax se acercó más a la pira y extendiendo su fuego encendiendo la pira.

Las llamas se elevaron, devorando rápidamente las sábanas blancas y envolviendo el cuerpo en un abrazo ardiente. Los gritos de los dragones resonaron en el cielo; entre ellos, Syrax, como si la propia dragona llorara la pérdida de su reina.

Las lágrimas de Rhaelle comenzaron a caer, dejando huellas en sus mejillas. Se volvió hacia Jacaerys, que la miraba con dolor. Se apretó más fuerte a su lado, buscando consuelo en su presencia.

—Ella está en paz —susurró Rhaelle, tratando de consolar a su esposo, aunque su propio corazón estaba hecho trizas—. Lo prometo.

Jacaerys tragó saliva, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Mientras las llamas danzaban, se dio cuenta de que debía ser el rey que su madre siempre había querido que fuera.

El olor a humo y a flores quemadas se entremezclaba en el aire, y mientras el fuego consumía el cuerpo de Rhaenyra, la multitud, sumida en un profundo luto, comenzó a murmurar.

DEBER Y SACRIFICIO | house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora