056 - Vytharion

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Lucerys caminaba en silencio por los pasillos del castillo

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Lucerys caminaba en silencio por los pasillos del castillo. No había dicho nada a nadie sobre lo que tenía planeado hacer. Había algo casi clandestino en su andar, una determinación silenciosa que lo empujaba hacia un destino que, hasta hace unas horas, ni siquiera había considerado. Las palabras de Rhaelle resonaban en su cabeza, como un eco incesante que no podía ignorar.

Sus pasos lo llevaron hacia la Fosa de los Dragones. Se detuvo justo antes de llegar, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. El viento soplaba suave a través de las grietas de la piedra, trayendo consigo un olor a cenizas y tierra.

Durante un largo momento, se quedó quieto, debatiendo consigo mismo si realmente estaba listo para lo que estaba a punto de hacer. Apretó los puños y, sin pensarlo más, entró a la fosa. Una vez dentro, el ambiente cambió. El aire era más denso, el olor a fuego y escamas llenando sus pulmones mientras avanzaba por el pasillo de piedra, el sonido de sus botas resonando en las paredes.

Al final del corredor, una gigantesca silueta comenzó a tomar forma en la penumbra. Lucerys sintió cómo su pulso se aceleraba cuando vio a Vytharion, envuelta en la oscuridad como una montaña viviente. Su cuerpo era enorme, su piel de plata brillaba débilmente bajo la luz de las antorchas. Sus ojos, brillantes y dorados, lo miraban desde la distancia.

Lucerys se detuvo, sintiendo el peso de su mirada. Por un momento, el miedo lo paralizó. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Realmente creía que podría reclamarla? Pero recordó que tenía que intentar, o pasaría el resto de su vida preguntándose si había sido lo suficientemente valiente.

—Naejot Māzīs Vytharion! (ven aquí, Vytharion) —llamó en alto valyrio, su voz resonando en las paredes de la fosa.

La dragona no se movió al principio, solo lo observó, como si estuviera evaluando quién era este joven que osaba hablarle de esa manera. Su respiración pesada se mezclaba con el eco del viento que entraba por las aberturas de la fosa.

Lucerys tragó saliva, su corazón retumbando en su pecho. Dio un paso más hacia ella, sus ojos clavados en los de la dragona.

La dragona soltó un gruñido bajo, profundo, que resonó en todo el lugar, haciendo que el suelo vibrara bajo los pies de Lucerys. Vytharion comenzó a moverse, sus músculos ondulando bajo su piel mientras estiraba su cuello largo y serpenteante hacia él. Su aliento era caliente, casi sofocante, y el aire alrededor de ella estaba cargado de electricidad, como si estuviera lista para atacar en cualquier momento.

—Lykirī, Vytharion (calma, Vytharion) —repitió, esta vez con más fuerza, su voz llena de una determinación que ni él sabía que tenía.

Lucerys no se movió. Sabía que si lo hacía, ella lo vería como una señal de debilidad. En cambio, levantó una mano con cautela, manteniendo la mirada fija en la suya.

Vytharion se detuvo a pocos metros de él, sus ojos dorados clavados en los de Lucerys. Un silencio tenso cayó entre ellos. Parecía dudar, como si estuviera decidiendo si lo aceptaba o no. Lucerys sintió su aliento caliente en su piel, el aire lleno del olor de azufre y fuego. El joven príncipe no apartó la mirada, mostrando una valentía que nunca había creído tener.

DEBER Y SACRIFICIO | house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora