Las lágrimas, el shock, la alegría y la incredulidad flotaban en el aire, creando un momento que ninguno de ellos olvidaría jamás. Sin embargo, Rhaelle sabía que había mucho que discutir y poco tiempo para hacerlo.
Con suavidad, Rhaenyra finalmente liberó a Lucerys del abrazo, aunque sus manos temblorosas aún se aferraban a sus hombros, como si temiera que al soltarlo, él se desvanecería. Jacaerys, a su lado, no dejaba de mirarlo, como si intentara memorizar cada detalle de su rostro, cada expresión.
— Entremos al castillo —dijo Rhaelle en voz baja, interrumpiendo el momento con una ternura que no pretendía ser brusca, sino necesaria—. Hay mucho que explicar, y creo que todos necesitamos respuestas.
Rhaenyra asintió lentamente, secándose las lágrimas con la manga de su bata de dormir. Jacaerys también asintió, aunque sus ojos seguían fijos en Lucerys. Con cuidado, comenzaron a moverse hacia la entrada del castillo, Rhaenyra sosteniendo la mano de su hijo mientras caminaban.
Lucerys, sin embargo, sentía un nudo creciente en su estómago. Cada paso hacia el interior del castillo era como adentrarse en un mundo desconocido, uno que le era ajeno a pesar de la insistencia de aquellos que afirmaban ser su familia. Había sentido la calidez en el abrazo de Rhaenyra y Jacaerys, pero la confusión y el temor seguían siendo abrumadores.
Mientras cruzaban el umbral del castillo, Lucerys miró hacia Rhaelle, quien caminaba un poco más adelante. Su corazón le dijo que se acercara a ella, que buscara refugio en la persona que había sido su guía en esta nueva realidad. Sin pensarlo dos veces, soltó la mano de Rhaenyra y se apresuró a ponerse al lado de Rhaelle, aferrándose a su capa con una mezcla de timidez y necesidad.
Rhaelle sintió el leve tirón en su capa y miró a su costado, encontrando los ojos de Lucerys. Su corazón se ablandó ante la vista, y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Juntos, entraron en el castillo, sus pasos resonando por los pasillos mientras se dirigían hacia la sala del consejo. Para Lucerys, todo era nuevo y ligeramente intimidante. Las paredes de piedra, las antorchas encendidas que proyectaban sombras, y los ecos de sus propios pasos lo hacían sentir como si estuviera en un sueño del que aún no había despertado.
Cuando finalmente llegaron a la sala del consejo, Rhaelle abrió la puerta y permitió que todos entraran. Allí Rhaenyra y Jacaerys tomaron asiento, pero Lucerys se quedó de pie junto a Rhaelle.
—Sé que esto es difícil de entender —comenzó Rhaelle, dirigiéndose tanto a Rhaenyra como a Jacaerys—. Pero hay algo que deben saber... algo que sucedió hace unas semanas y que me llevó a donde estamos hoy.
Hizo una pausa, buscando las palabras correctas, y luego continuó.
—Comenzó con un sueño —dijo—. Un sueño en el que veía a Lucerys. Lo vi en un lugar desconocido, pero estaba vivo. Al principio, no le di importancia... pensé que era solo mi mente jugándome una mala pasada, deseando que él estuviera aquí con nosotros.
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DEBER Y SACRIFICIO | house of the dragon
أدب الهواةLa última hija del rey Viserys y la reina Alicent tiene muchos más deberes de los que pensaba y el primero de ellos es casarse con ser Criston...