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— Nuestro Lord Grover Tully no se ha declarado por Rhaenyra; significa la muerte oponerse a nuestro señor feudal, como de seguro el príncipe lo sabe — Comenzó diciendo Forrest Frey.
— ¿Y oponerse a su reina? ¿Hmm? — preguntó Jacaerys. — Jason Lannister marcha hacia el oeste; necesitamos confrontarlo antes de que llegue a Riverrun. Eso requiere un pasaje.
— ¿Y si el ejército Stark es muy lento? El viento se alza y el invierno está sobre nosotros — cuestionó Forrest.
— Nuestra vacilación no yace en Rhaenyra como reina, ni en las cavilaciones de Lord Tully, el idiota. El miedo está en Vhagar — acotó Serena Frey, su esposa.
— ¿Le temen a un dragón lejos de aquí mientras el mío está justo afuera? — les dijo Jacaerys, inquietando a ambos señores con la revelación.
— ¿Nos ofrece su protección? — preguntó la mujer.
— Lo hago. Y la protección de mi tío.
— ¿Y Daemon? ¿Es seguro que está de acuerdo con esto? — volvió a hacer otra pregunta la mujer.
— Él hará lo que la reina ordene.
— Eso nos deja más tranquilos, pero pienso que los dragones no pueden estar en dos lugares a la vez — dijo Serena. — O tres — acotó su esposo.
— ¿Qué es lo que quieren? — preguntó Jacaerys, algo cansado de la situación. Ambos señores se miraron entre sí antes de contestar.
— Larys Strong fue relevado de su castillo. ¿La reina piensa nombrar a un nuevo señor? — preguntó la mujer.
— Quieren Harrenhal — Jacaerys sabía que era algo por lo que podría tratar, pero primero debía hacerlos esperar. — Por eso... mi madre requerirá más que su cruce.
— ¿Qué es lo que su majestad desea?.
El príncipe miró a ambos señores y, con una mirada decisiva, les dijo lo que necesitaba. — Que se arrodillen — Jacaerys era bueno en lo que hacía y era seguro de que había conseguido un nuevo aliado.
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En King's Landing, el joven rey se encontraba en un está muy grave. Su madre lo visitaba constantemente, observando con tristeza el estado en el que había caído. Se lamentaba profundamente por lo que le ocurría y por no haberlo consolado más en el pasado. La mayor parte del tiempo, Aegon solo dormía, — Diez de cada nueve horas — decía el maestre con preocupación.
Aegon rara vez notaba la presencia de su madre y, cuando lo hacía, ya era demasiado tarde, pues ella ya se había marchado. El rey viajaba en sueños mientras dormía, y pocas veces susurraba el nombre de su hermana o llamaba a su madre. — Mami —solía llamarla, pero Alicent no aparecía, y cuando pronunciaba el nombre de Rhaelle, aún menos.
Aegon se encontraba en un vasto campo verde, la brisa suave acariciaba su rostro y el sol brillaba con una calidez reconfortante. Se sentía fuerte e invencible. En el horizonte, una figura conocida se acercaba lentamente. Era Rhaelle, su cabello estaba suelo y sonreía como si lo hubiese extrañado.