Sobre el vasto y lúgubre lago conocido como el Ojo de Dioses, Rhaelle y Aemond se enfrentaban en una batalla feroz, como si los mismos cielos temblaran ante su furia. El aire era pesado, cargado con el retumbar de las alas de Vhagar, el inmenso dragón de Aemond, y el rugido de Mistral. El lago se extendía como un espejo oscuro bajo ellos, reflejando el caos de las llamas y el choque de dragones.
Rhaelle, con el corazón latiendo en su pecho como un tambor de guerra, atacaba con una destreza feroz. Aemond, con su único ojo llameando de odio, contraatacaba desde lo alto de Vhagar. Las escamas de los dragones se desgarraban entre los colmillos y las garras, y el cielo se llenaba con el humo y la sangre que caían sobre las aguas.
Aemond lanzó una carcajada oscura mientras Vhagar embestía a Mistral, intentando forzar al dragón de Rhaelle a descender. Pero Rhaelle no flaqueaba. Estaba decidida, impulsada por el recuerdo de sus hijos y la sed de venganza. La muerte de Aegon aún la atormentaba, y sabía que este era el momento de saldar esa deuda.
El aire olía a fuego y sangre. Mistral lanzó un aliento ardiente, alcanzando la cola de Vhagar, quemando la carne de la anciana dragona. Aemond gruñó, agitando las riendas de su montura, pero no podía evitar la ferocidad de los ataques de Rhaelle.
A pesar de la fuerza de Mistral, Vhagar era más grande, más antiguo, más brutal. Aemond atacaba sin piedad, lanzando llamaradas abrasadoras que Mistral apenas lograba esquivar. El viento silbaba entre los rugidos de los dragones y las espadas chocaban en el aire cuando Rhaelle y Aemond cruzaban miradas llenas de odio.
Rhaelle luchaba con todo lo que tenía. A cada embestida, sentía que se acercaba más a ese momento. Pero entonces, en medio de la frenética batalla, Mistral fue alcanzado. Vhagar, en un último ataque, mordió brutalmente el cuello de Mistral, perforando sus escamas. El dragón de Rhaelle rugió de dolor, y su vuelo comenzó a tambalearse.
A pesar del daño a su dragón, Rhaelle no cedió. Se aferró con fuerza, lanzando ataques mientras Mistral descendía lentamente hacia la tierra. Estaba herida, pero no derrotada. Sin embargo, mientras el dragón luchaba por mantenerse en el aire, Aemond vio su oportunidad y lanzó a Vhagar en un ataque definitivo.
Justo en ese momento, un rugido familiar resonó en el cielo. Caraxes, apareció como un relámpago desde las nubes. Daemon había sentido que algo iba mal y había abandonado King's Landing para acudir en ayuda de su sobrina. Sin pensarlo dos veces, Daemon se lanzó en picada hacia Vhagar y Aemond. La furia de su ataque fue brutal e imparable.
En un abrir y cerrar de ojos, Caraxes se abalanzó sobre Vhagar, envolviéndolo en una batalla de fuego y furia. Rhaelle, herida y jadeante, observaba desde la orilla mientras Vhagar y Caraxes, se enfrentaban en un duelo que resonaba como el eco de antiguas guerras. El viento silbaba en sus oídos, y las alas de los dragones batían con tal fuerza que levantaban columnas de agua del lago oscuro debajo de ellos.
El grito de guerra de Daemon rompió el caos, resonando por encima de los rugidos de los dragones. Sus ojos estaban fijos en Aemond, quien a su vez no mostraba signo de vacilación. El príncipe de los Verdes, con el único ojo que le quedaba, sostenía con firmeza las riendas de Vhagar, y con una sonrisa torcida en su rostro, azotaba a su dragón en dirección a Caraxes.
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DEBER Y SACRIFICIO | house of the dragon
Fiksi PenggemarLa última hija del rey Viserys y la reina Alicent tiene muchos más deberes de los que pensaba y el primero de ellos es casarse con ser Criston...