057 - Despedidas

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Los días en Dragonstone habían adquirido un aire sombrío y tenso

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Los días en Dragonstone habían adquirido un aire sombrío y tenso. La fortaleza, otrora un refugio imponente y seguro, se había convertido en una colmena de actividad incesante. A medida que el gran ataque se acercaba, el aire vibraba con la tensión de lo inevitable. Las emociones estaban a flor de piel, y la preocupación se notaba en cada rostro, desde los más veteranos guerreros hasta los más jóvenes dragones. Ya nadie dormía profundamente; el sueño se convertía en una fantasía lejana que ni siquiera las largas noches bajo el cielo estrellado podían ofrecer.

Dentro de las murallas, las preparaciones avanzaban a un ritmo imparable. Cada rincón de Dragonstone estaba ocupado con los preparativos para la batalla final. Los herreros martillaban sin descanso, los maestres discutían en voz baja mientras preparaban brebajes curativos y venenos, y los soldados afilaban espadas y reparaban armaduras. Los dragones, inquietos, rugían a menudo desde sus fosas, sintiendo la inminencia de la batalla tanto como sus jinetes.

Los dioses eran invocados con fervor en pequeños altares improvisados. Se rezaba, se murmuraban plegarias, buscando el favor de fuerzas más grandes que las simples espadas y dragones. Había algo en el aire que hacía que incluso los guerreros más endurecidos miraran hacia los cielos, esperando una señal, una bendición.

Dentro de la fortaleza, cada pareja había aprovechado la oportunidad para despedirse por si algo les llegase a pasar, sabiendo y temiendo que esta podría ser la última vez que se verían.

La princesa Rhaelle, y el príncipe Jacaerys se encontraban frente a una gran ventana que ofrecía una vista clara del mar, cuyas aguas negras se extendían hacia el horizonte. El viento gélido que venía desde el mar agitaba sus cabellos y sus capas, pero ninguno de los dos se movía. Jace miraba hacia afuera, su rostro tenso, mientras Rhaelle lo observaba con una mezcla de amor y preocupación.

—Siempre supe que este día llegaría —dijo Rhaelle, rompiendo el silencio con una voz suave, pero cargada de significado—. Desde que éramos niños, cuando Luke le quitó el ojo a Aemond, sabía que todo esto nos llevaría e este momento.

Jace no apartó la vista del horizonte, pero su mandíbula se apretó ligeramente.

—Y sin embargo, aquí estamos —respondió él con una sonrisa amarga—. Justo donde dijiste que estaríamos.

Rhaelle lo miró por un largo momento antes de acercarse y tomar su mano. El calor de su piel le dio un pequeño consuelo, un ancla en medio de la tormenta de emociones que ambos sentían.

—Jace... —comenzó, su voz más baja ahora—. Si algo llegara a sucederte...

Él se giró para mirarla, su expresión suavizándose un poco. Le apretó la mano con más fuerza.

—Nada me va a pasar, Rhaelle. Volveremos juntos.

Pero Rhaelle no estaba tan convencida. Había visto lo suficiente de la vida, para saber que no se podían hacer promesas sobre el futuro.

DEBER Y SACRIFICIO | house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora