053 - La septa

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Había pasado una semana desde el ataque de la Triarquía

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Había pasado una semana desde el ataque de la Triarquía. El dolor seguía presente, agudo y constante, pero Rhaelle había aprendido a encajonarlo en algún rincón oscuro de su mente, donde no la distrajera de sus responsabilidades.

La semana que había pasado desde la tragedia le había dado tiempo para reflexionar, aunque esos pensamientos la asaltaban en los momentos más inesperados. Sin embargo, Rhaelle era consciente de que tenía deberes que cumplir. No había tiempo para lamentaciones, no cuando la guerra aún no había terminado. Sabía que el dolor no podía consumirla, no si quería prepararse para lo que pudiera venir.

Esa mañana la sala del consejo estaba llena. Rhaelle se sentó en su lugar habitual, en el lado derecho de la larga mesa de madera oscura que dominaba el centro de la sala. A su derecha estaba Jacaerys, siempre a su lado, y a su izquierda, Kalo, quien ahora participaba de la juntas.

Rhaenyra, se encontraba de pie al final de la mesa y su lado, Daemon cruzando los brazos, observando la escena. Los consejeros discutían en susurros, pero el tono era de urgencia y gravedad. Rhaelle miro a Rhaenyra buscando algún signo de aprobación para que pudiese hablar y lo encontró.

—Estamos más cerca de lo que jamás hemos estado —dijo Rhaelle, de pronto levantándose de su asiento su voz firme pero baja, casi como un susurro que se extendía por la habitación—. El Trono de Hierro pronto será nuestro. Los Verdes están confiados, demasiado seguros de su posición.

—Hemos asegurado nuestras alianzas. La Flota Velaryon está preparada, nuestras naves surcarán la Bahía del Aguasnegras antes de que los Verdes puedan siquiera levantar sus espadas. Y el ejército de Cregar Stark uniéndose nos, será cuestión de tiempo antes de que nuestras fuerzas los arrinconen —hablo Lord Corlys desde su lugar.

—Los rumores de disensión en King's Landing crecen cada día. Sabemos que la reina Alicent ya ha empezado a perder la fe en la estabilidad del reinado de su hijo y sus súbditos creen que su regente los abandono —comenzó diciendo un consejero—. Si logramos atraer a uno de los principales apoyos de Aegon a nuestra causa, podríamos acelerar nuestra toma del trono sin necesidad de una masacre.

Más tarde Rhaelle caminaba por los pasillos de Dragonstone con pasos firmes, aunque su corazón latía con fuerza. El aire nocturno se filtraba por las ventanas, arrastrando con él el olor a mar y las sombras alargadas de las antorchas. A lo lejos, la voz del viento susurraba, casi como si intentara advertirla. Pero Rhaelle no estaba dispuesta a escuchar las advertencias del destino.

Finalmente, llegó a la puerta que buscaba. Golpeó suavemente con los nudillos antes de abrirla. El maestre, un hombre de avanzada edad con el cabello canoso y la espalda ligeramente encorvada por el peso de los años, se encontraba inclinado sobre una mesa, revisando unos pergaminos a la luz de una vela.

—Maestre Marwyn —dijo Rhaelle, su voz firme pero con una urgencia palpable—. Necesito hablar con usted.

El maestre levantó la vista, sus ojos grises escrutando el rostro de la joven princesa.

DEBER Y SACRIFICIO | house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora