004 - Aemond, Rhaelle y Criston

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El rugido de la multitud resonaba en King's Landing, donde se había levantado el campo de justas

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El rugido de la multitud resonaba en King's Landing, donde se había levantado el campo de justas. Era un día resplandeciente bajo el sol de primavera, y todo el reino parecía haberse congregado para asistir al gran torneo que celebraba al rey Viserys. Las gradas estaban repletas de señores y damas, caballeros y plebeyos, todos esperando con ansias el inicio de la competencia. Los colores vivos de los estandartes ondeaban al viento, y el aire estaba cargado de anticipación.

A lo lejos, las puertas doradas del palanquín real se abrieron, y todos los ojos se volvieron hacia la entrada de la princesa. Rhaelle, el diamante de la corte, avanzaba hacia su asiento de honor. Acompañada por su doncella, Lady Lyanna, la princesa lucía un atuendo exquisito. Su vestido era de un tono lila claro, tejido con finas sedas que se deslizaban con cada paso, como si las ondas del mar la envolvieran. Los bordes del vestido estaban adornados con hilos de oro, formando intrincados diseños. Sobre sus hombros caía una capa ligera de terciopelo oscuro, sujeta por un broche en forma de dragón.

Su cabello, estaba cuidadosamente trenzado, decorado con piedras y perlas que reflejaban la luz del sol, la princesa Rhaelle se mostraba serena, consciente de que todas las miradas estaban puestas en ella.

El rey Viserys, sentado en su trono improvisado en la tribuna real, sonrió al ver a su hija tomar su lugar. Se puso de pie, levantando una mano para silenciar a la multitud, que rápidamente obedeció, ansiosa por escuchar sus palabras.

"¡Hombres y mujeres de los Siete Reinos!, comenzó el rey con voz firme. "Hoy, celebramos no solo la fuerza y el valor de nuestros caballeros, sino también el cumpleaños de mi querida hija, la princesa Rhaelle. Que estas justas sean un homenaje a su belleza, su virtud y su futuro brillante.

La multitud estalló en gritos, y los estandartes fueron agitados con más fuerza. Rhaelle se inclinó ligeramente hacia su padre en un gesto de gratitud, pero sus ojos rápidamente volvieron al campo observando con una mezcla de curiosidad y expectación. Sabía que los caballeros competirían no solo por la gloria, sino también por el honor de recibir su favor, un pañuelo bordado que llevarían en sus lanzas como símbolo de su devoción.

El primer enfrentamiento comenzó con el sonido del cuerno, y las lanzas chocaron con estruendo. Los caballos se lanzaron hacia adelante, y el suelo tembló bajo sus cascos. Los espectadores gritaban y aclamaban a sus favoritos, pero Rhaelle permanecía tranquila, observando cada movimiento con atención. Criston derrotó a su primer oponente con facilidad, y pronto, uno tras otro, fue eliminando a los demás contendientes. Cada victoria era recibida con un clamor de la multitud, y la princesa no pudo evitar sentir un cierto orgullo al ver cómo su protector avanzaba sin ser detenido.

Finalmente, después de una serie de combates intensos, Criston se alzó como el vencedor indiscutible. La multitud estaba eufórica, y los señores en las gradas aplaudían con entusiasmo. Sin embargo, todos aguardaban el momento culminante, la coronación de la Reina del Amor y la Belleza. Criston desmontó su caballo y, con paso firme, se dirigió hacia la tribuna donde se encontraba Rhaelle. El corazón de la princesa latía con fuerza mientras lo veía acercarse, sabiendo lo que estaba por suceder.

DEBER Y SACRIFICIO | house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora