Prologo: Adiós a las armas

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Calles de Golkner, Dorrak. 3 de julio de 874 d.d

Le era imposible no pensar en que dentro de pocos segundos debería matar a los habitantes de su propio reino, pero era inevitable, ellos habían cometido la locura de revelarse contra el rey para formar su propia nación, y él era solo un soldado insignificante que seguía órdenes. Era su vida propia o la de aquellos que se habían atrevido a desafiar al máximo gobernante de Dorrak, aunque tampoco sentía que la causa de los opuestos era errada del todo, ellos solo buscaban su propia libertad, y el ser humano había nacido para ser libre, no para ser dirigido por otros. Él mismo hubiera estado dispuesto a unirse a los rebeldes de no haber sido por su íntima amistad con el monarca, de lo contrario aquel día se hubiera encontrado en otra situación.

Al otro lado de la estrecha calle se encontraba un grupo de soldados corriendo en su dirección, sus contrincantes le superaban en número, pero solo eran un grupo de aldeanos y campesinos que habían tomado las armas, su entrenamiento era inferior a las levas mismas, por lo cual tenían la ventaja de la experiencia.

-¡Están cerca! –La voz de Edregan se dejó escuchar en medio de los constantes gritos de batalla que se escuchaban por toda la ciudad, Golkner completa se había convertido en un campo de batalla.- ¡Mantened firmes los escudos, que no rompan la formación!

Pocos segundos después el estallido de aceros se volvió ensordecedor. Por un lado las tropas leales al rey se mantenían firmes pero retrocediendo a cada acometida, con cada oportunidad disponible separaban los escudos lo suficiente para que las espadas de aquellos de la segunda fila se clavasen en la carne de sus contrincantes. Por el otro, un montón de hombres que conocían ya su final, sabían muy bien que no podían competir en contra de las bien equipadas fuerzas reales, pero que decidieron no rendirse para no ser prisioneros, si su vida iba a terminar debía ser en el campo de batalla y no en las pestilentes celdas de alguna cárcel.

Los momentos para acabar con alguno de los integrantes de aquella furibunda estampida eran tan pocos que se veían obligados a retroceder un par de pasos, obligándoles a alejarse de su objetivo. Edregan se sentía tan presionado en aquella apretada calle que se encontraba a punto de dar la orden de retirada, sus hombres debían salir a un sitio más abierto para poder luchar a gusto, en aquel lugar solo se veían obligados al juego de quien empujaba más fuerte, y sacando cuentas eran ellos los obvios perdedores.

-¡Se acercan desde atrás! –Grito uno de los hombres.

Al girar su cabeza pudo ver como aparecían más rebeldes desde una de las esquinas, estos corrían frenéticos en su dirección con sus armas listas para destajar carne. Era el fin, estaban rodeados y no había forma de escapar de aquella situación, a menos que se lanzaran contra aquellos que les atacaban desde atrás, pero era un ataque suicida, algunos podrían escapar pero a costa de las vidas del resto de sus compañeros.

-¡No os quedéis mirando! –Grito Edregan temeroso.- ¡Formad otra barrera en la retaguardia, no dejaremos que nos derroten con algo tan cobarde como un ataque por la espalda!

Obedeciendo las órdenes de su líder los hombres formaron un impenetrable muro de escudos en la parte posterior. El choque no tardo en efectuarse y en ese momento el aire le falto a muchos de ellos, el retroceso fue tan fuerte que todos se vieron compactados en una enorme masa de acero. No paso mucho antes de que una de las defensas fuese rota, los rebeldes comenzaron a lanzar tajos y estocadas frenéticas en contra de sus oponentes, de a poco los leales al rey comenzaron a perder la esperanza, la otra barrera había sido destrozada y ahora la callejuela se había convertido en un mar de sangre repleto de peces muertos. Edregan alzo su espada y comenzó a atacar como un loco, los rebeldes caían bajo su acero pero se volvían interminables, era como si cada vez que mataba a uno otros dos aparecieran de la nada. Las fuerzas y las esperanzas comenzaban a esfumarse, quince de sus hombres yacían muertos a sus pies y el número se iba incrementando, en ese minuto lamento haber dedicado su vida entera al ejército en vez de llevar una normal, nunca experimento el sentimiento de enamorarse de verdad y menos aún el de llevar a una mujer al altar, si su vida concluía en ese momento nunca entendería lo que era levantar a su propio hijo. Todo había acabado para él.

Fue un sonido casi imperceptible, pero lo sintió como el sonido de su salvación, de la suya y la del resto de sus hombres que aún tenían vida. La veloz flecha paso junto a él para ir a dar en la cabeza de uno de los rebeldes, aquellos contrincantes que se percataron de lo sucedido se detuvieron un par de segundos mirando para todos lados en busca del origen de aquel mortal proyectil, la distracción perfecta para que otros acabaran con sus vidas en aquel instante. Edregan miro de inmediato en dirección al cielo para encontrarse con Gazva, su más leal amigo, este levanto la mano mientras le dedicaba una leve sonrisa, de inmediato un montón de arqueros se asomaron a través de las ventanas y tejados de las casas circundantes.

-¡Los escudos sobre las cabezas, o también seréis víctimas de la lluvia mortal! –Ordeno Edregan.

Sus hombres levantaron sus instrumentos de defensa y con una sola mano lo posicionaron sobre sus cabezas, mientras con la otra extremidad libre se dedicaban a atacar y defenderse de aquellos que los rodeaban. La mano de Gazva descendió y de inmediato una gran cantidad de proyectiles mortales descendieron a la tierra, gran parte de los rebeldes fueron fulminados por la lluvia de muerte, otros tantos cayeron heridos.

-Nos has salvado la vida.- Grito Edregan una vez se aseguró de que ya no quedaban rebeldes.

-No tenemos tiempo para charlar, debemos correr a toda prisa para el asalto final. –Gazva hizo una pausa mirando en dirección al edificio en llamas.- Los demás escuadrones se llevaran toda la gloria.

-¡Tienes razón! Sigue a través de los edificios y yo por las calles, nos reencontremos cuando esto haya terminado.

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Hola. Soy el autor de esta obra y les traigo un mensaje que espero no les moleste.

Les pido a todos aquellos que lean la historia dejen sus comentarios para saber que es lo que opinan de ella, así puedo saber en que debo mejorar y todo eso, esta obra la construyo con la ayuda de ustedes.

Si les gusta la pueden votar, así pueden hacer que sea mas conocida y que yo tenga mas ánimos de continuar.

Gracias por su atención. Nos vemos en otro capitulo.

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