Escritora's Pov
¿Q-Qué? - la pregunta abandonó su boca sin saber que más decir al respecto.
-Te pagaré más. Sólo es un favor - Ana se levantó y saco el miembro de Alejandra de su interior, sacándole un jadeo. Rápidamente y con piernas temblorosas, recogió sus bragas y se las puso, pero antes de poder tomar su shorts, fue jalada del cabello y pegada de golpe a la pared. Alejandra pego su pecho en la espalda de Ana y se acerca a su oreja, coqueta. -No puedes negarte.
-N-No pensaba hacerlo, a-ama - respondió rápidamente. -S-Sólo, me tomo por sorpresa - confesó.
-Entonces...¿Aceptas?
-Sólo sí podemos mantener este tipo de bases, ama - Alejandra sonrió y se acercó a la oreja de Ana, susurrando bastante quedito y sensual.
-Me encanta que seas quien me asfixia.
Ana sonrió y fue liberada del agarré de Alejandra, quien se subió su bóxer, pantalón y se abrochó como estaba.
-Mañana iremos a casa de mis padres, fingirás que eres mi prometida y bueno, tienes que dar una buena impresión y ser mejor qué... - sus palabras quedaron estancadas al darse cuenta que estuvo a nada de decir aquel nombre, aquel que le causó tanto daño.
-¿Mejor que qué, ama? - preguntó.
-Mejor que cualquier mujer que haya - Ana asintió, dispuesta a ocupar aquel papel.
Sin saber, que algo ocultaba detrás de todo eso.
[ ♣️ ]
Ana jamás pensó que un vestido tan hermoso la hiciera ver tan perfecta, incluso si se miraba miles de veces en el espejo, sentía que no era ella y que sólo era algún producto de su imaginación y que despertaría y vería lo horrible que se ve en ese vestido.
Pero no fue así.
El vestido negro le llegaba a los muslos, en su pecho había un corte de corazón un poco sutil, no había mucho pronunciado y en el cuello, se le fue puesto un hermoso collar, el cual, Alejandra se había encargado de comprar, junto al anillo con el que fingiria un compromiso falso.
Ana termino de maquillarse y se colocó el anillo, mirándolo bastante sorprendida, realmente era muy hermoso, incluso tenía miedo de perderlo y ganarse un castigo por parte de Alejandra. Juro protegerlo.
Ana tomo el pequeño bolso negro de mano que está en la cama, pero cambia de planes al escuchar su teléfono sonar, no le importa correr con tacones y tomar la llamada, pero no logra contestar, mira el número, no lo tiene registrado, es por eso, que simplemente apaga la pantalla y guarda el teléfono en el bolso.
Suelta un suspiro y finalmente, decide salir de aquella habitación. Camino por el largo pasillo, hasta llegar a las escaleras, dónde empieza a bajarlas con mucho cuidado y precaución. Al llegar a bajo, una mirada pesada cae en ella, haciéndola sentir tímida.
Sus ojos conectan con los de Alejandra, quien porta un perfecto e impecable traje, su cabello peinado perfectamente, la corbata ajustada a su medida y un brillante Rolex en su muñeca.
-Ama, ¿Me veo bien? - su tímida voz llega a los oídos de Alejandra, quien sonríe de lado y se deleita con la vista que tiene de las hermosas piernas de Ana, largas y pálidas. Perfectas.
-Te ves increíble - halaga. -Pero, hay un detalle que quiero hablar contigo - la sonrisa es borrada del rostro de Ana, Alejandra se acerca y pasa su dedo índice por la orilla de su mandíbula.
-¿De qué quiere hablar, ama? - preguntó, manteniendo la vista en los labios de Alejandra, quien los paseaba sin pudor alguno enfrente de ella.
-De ti - fue suficiente para que Ana cambie de vista y ahora, vea directamente hacia los ojos de Alejandra. -No quiero que tengas contacto con ningún hombre o mujer, no hables con ellos o ellas, no rías con ellos y no estés con ellos, ¿Me entendiste? - la barbilla de Ana es tomaba de manera brusca, haciéndola jadear.
-S-Sí ama - respondió rápidamente, Ana sonrió de lado y la soltó, acariciando la marca que había dejado en ambas mejillas.
-Perfecto - Ana sonrió nuevamente. -Por cierto, por única ocasión, no me llames amo, llámame Alejandra, hay que mostrar que somos cercanos, no te atrevas a llamarme amo enfrente de mi familia, de lo contrario, asegúrate tu tumba cuando regresemos - Ana asintió nuevamente, siendo obediente y completamente sumisa. Algo que a Alejandra le encantaba. -Bien, vámonos.
Ana enredo su brazo con el de Alejandra y ambas salieron de la mansión, siendo llevados por el chófer, hasta la casa de los Alejandra, dónde Ana pudo asegurar que los padres de Alejandra, vivían en lo doble que era la mansión de Alejandra.
-¿Lista? - Ana apretó la mano de Alejandra, quien abrió la puerta al llegar. La castaña tomo aire y asintió. -Vamos.
Ana salió del auto y volvió a enredar su brazo con el de Alejandra, ambas parecían una hermosa pareja de novias, sin saber, lo que se escondía detrás de esa fachada.
Ambas subieron los escalones de la entrada, al llegar a la puerta principal, Alejandra presionó el timbre. Ni siquiera paso dos minutos, cuando la puerta se abrió, dejando ver a una hermosa mujer de cabello largo, ojos brillantes y sonrisa encantadora, y nada que decir de su hermosa figura. Ana sintió envidia.
-¡Cielo, que bueno que llegas! Tú padre estaba a punto de mandar a sus guardaespaldas por tí - la mujer abrazo a Alejandra, quien le regresó el abrazo lleno de afecto.
-Es un paranoico - fue lo único que dijo. La mirada de la mujer, rápidamente cayó en ella, le regaló una amplia sonrisa y no dudo en abrazarla.
-¡Hola, soy la madre de Alejandra, Carolina ! - Ana le regreso la sonrisa, sintiéndose feliz por haberle causado buena impresión a la madre de Alejandra.
-El gusto es mío, señora Rocha - la mujer sonrió.
-¿Pero que hago? Pasen, pasen, siéntanse como en casa - ambas entraron, tomados de la mano -Vayamos a la sala, tu padre está ahí con...
-¡Hija, que bueno que llegas! - Ana quiso jadear cuando su mano fue apretada con fuerza, ni siquiera supo el porqué. - Beyonce ya llegó y lo hizo antes.
La mirada de Alejandra, se encontró con la pelinegra, la cual, dejo la taza de porcelana en la mesita de centro, se levantó del sofá y resonando sus tacones por toda el mármol, llegó hasta enfrente de Alejandra.
-Es un gusto volver a verte, Alejandra.
-No puedo decir lo mismo.
Y ante esa respuesta, fría, tosca y vacía de cualquier sentimiento positivo, Ana sintió que algo había ahí. Y realmente, no quería descubrirlo.
