Escritora's Pov
—¡Pero que preciosa te vez! ¿A dónde van y no me llevan? — preguntó al ver a Alejandra bajar con un traje hecho a la media que lo hacía verse bastante temible e intimidante.
—Iremos al médico, llegaremos solicitud para que el bebé lleve un control y Ana sea atendida en el parto, después iremos a comer con un socio, me gustaría presentarle a mi futura esposa — le sonrió a la castaña, quién se sonrojo de inmediato y bajo un poco la mirada.
—¡Ay, yo quiero ir! — chilló Carolina, quién había juntado sus manos y creado un puchero con su labio inferior, creando la escena de una niña pequeña. —¿Puedo, puedo, puedo, puedo? ¿Sí?
—No — contesto sin más Alejandra, quién quiso reírse de la cara de frustración que hizo su madre.
—Alejandra, quiero ir — volvió a pucherear y Alejandra volvió a negar.
—No, tienes que ir con papá a un asunto, me dijo que te dijera cuando pudiera verte — alzó los hombros como sí nada. —Nos vamos, la cita es en una hora y no quiero perderla por nada del mundo — Alejandra se giró a Ana, ofreciéndole su mano, la castaña sonrió con las mejillas sonrojada y tomo de la mano que Alejandra le extendía, entrelazando sus manos al instante.
Carolina al ver esto, sonrió y finalmente dejo de insistir.
—De acuerdo, vayan con mucho cuidado, me la cuidas mucho, de mi futuro nieto depende tu puesto en la empresa — Alejandra bufó y Ana rió divertida, sabía que su madre sólo lo hacía para molestarla.
—Ven, vamos, no le hagas caso.
Ambas salieron de la mansión, Ana vió al mayordomo regar algunas flores que estaban sembradas en el jardín delantero. El hombre mayor le sonrió e hizo una reverencia, la cual Ana no dudo en responderle.
—No deberías de saludarlo así como así — las palabras de Alejandra la sorprendieron.
—¿Por qué? Quiero decir, ¿Es irrespetuoso? — preguntó, mirando el perfil de Alejandra y como le daba una mirada mordaz a su mayordomo, quién simplemente se dió la vuelta y entro por la parte trasera de la mansión, sintiéndose intimidado por la mirada de ella.
—No me gusta que saludes a cualquier hombre — dijo. Ana detuvo su caminar a auto, y se soltó del agarre de manos, haciendo que ella también se detuviera y la mirara sorprendida.
—Pensé que ese tema ya estaba aclarado — murmuró, mirando fijamente a su ojos.
—Sí, yo...uhm, lo siento — rasco su nuca y soltó un suspiro. —De verdad, lo siento, es imposible no comportarme de esta manera, te pido una disculpa — Ana soltó un suspiro y volvió a unir sus manos.
—Trabajaremos en esa inseguridad — fue lo único que dijo.
Ambas subieron al auto, Alejandra se encargó de abrirle la puerta a Ana y ayudarla a ponerse el cinturón de seguridad, después ellas se subió y arranco había el hospital central de Seoul. Alejandra había hecho una cita con anticipación, por lo cual ya iban directamente con un doctor muy confiable de la familia Alejandra; Roberto, era un doctor bastante bueno y siempre estaba a la orden para los Rocha.
Al llegar al hospital, Jennie se estacionó en el lugar privado que ella había pagado para que fuera suyo. Salió del auto y lo rodeó, abrió la puerta de Ana, desabrochó con cuidado el cinturón de seguridad y la ayudo a salir, recibiendo un gracias y una sonrisa como paga.
Al estar adentro, Alejandra busco el consultorio de Roberto, quién había mencionado que no tendría nada que hacer y que le había dicho a su asistente que se les permitiera pasar al llegar.
—Disculpe, vengo para ver al doctor Roberto — la mujer detrás del escritorio asintió.
—¿Nombré? — preguntó, bajando la mirada y posandola en el teclado, lista para escribir.
—De verdad, vengo por un control para mi bebé y mi futura esposa — Ana sonrió y aguanto la carcajada que quiso salir desde el fondo de su garganta, Alejandra miró a la enfermera y vió su cara sería y con un toque molesto. Carraspeó su garganta y habló nuevamente. —Alejandra Rocha.
—El doctor Roberto la espera en su consultorio, por favor, pase — señaló la puerta blanca y con número nueve.
—Gracias.
Alejandra poso una mano en la espalda baja de Ana y empezó a guiarla hasta el consultorio de Roberto. Al llegar, tocó tres veces la puerta.
—Adelante.
Ana tomo aire y se adentro al momento de que Alejandra abrió la puerta. El aroma a algún químico para realizar limpieza de los pisos inundó las fosas nasales de Ana, sintiendo un pequeño revoltijo de tripas.
—¡Ale, amiga mía, que milagro verte por aquí! Cuando mi secretaria me dijo que habías reservado una cita, no pensé que fuera verdad — Roberto se acercó y le brinco un abrazo a Alejandra, quién con una sonrisa se lo correspondió.
—Ya vez, nunca sabemos a quien volveremos a ver — le sonrió. Roberto cambio su mirada a Ana, quién le sonrió tímidamente.
—¿Quien es? — preguntó, temiendo soltar algún comentario tonto y arruinar el momento.
—Roby, te presento a Ana, mi futura esposa y madre de mi hijo — la cara de Roberto fue todo un poema.
—¡No puedo creerlo! ¡Te vas a casar, vas a tener un hijo! ¡Realmente la vida da muchas vueltas! — chilló feliz.
SeokJin había visto y presenciado cuando Alejandra se convirtió en una persona sin escrúpulos ni humanidad, volviendola un monstruo del sufrimiento ajeno y terror hacia él, muchas personas decían y dicen, que Alejandra es mucho peor que el diablo en persona, pero nadie sabe lo que pasó para que ella fuera de esa manera, por eso es que Roberto, se había encargado de cuidarla los primeros días de aquel terrible suceso, porque veía a Alejandra como una hermana menor.
—Pero tomen asiento — Alejandra jalo la silla para Ana, sorprendiendo y haciendo sonreír a Roberto, quién tecleó algo rápidamente en su computadora. Abrió una página que tenía especialmente para realizar controles para bebés y madres. —Te realizaré algunas preguntas Ana, responde con mucha sinceridad, ¿De acuerdo? — la mencionada asintió. —¿Nombré completo?
—Ana Cristina Melgar — respondió sin problema alguno.
—¿Lugar de nacimiento?
—Chiapas, México — Roberto asintió y tecleó rápidamente lo dicho.
—¿Edad? — fijo su mirada en ella, ya que tardo un poco en responder.
—Uhm... veintiuno — Roberto abrió los ojos sorprendidos y no pudo evitar mirar a Alejandra, quién parpadeo sin entender la mirada de Roberto.
—¿Qué? — pregunta.
—¿¡Cómo que qué!? ¡Embarazaste casi a una niña! — chilló ofendido.
Las mejillas de Ana se tornaron rojas.
—No es verdad, ya es mayor de edad — respondió.
—¡Alejandra, tienes casi treinta años, no jodas!
—Que delicado.
