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                     Escritora's Pov

La puerta es tocada con una pequeña insistencia, Alejandra suelta un suspiro y deja los papeles que estaba revisando y mira hacia la puerta.

—Pase — su voz profunda suena por toda la habitación. La puerta se abre casi en silencio y entra una mujer de la limpieza, la cual, también se encarga de hacer la comida.

—Una disculpa señora — la mujer entra.

—¿Qué quieres? — pregunta Alejandra, manteniendo su rostro serio y sintiendo como una jaqueca empezaba a joder su cabeza.

—Lamento interrumpirla, pero...la señorita Ana, se ha encerrado en la habitación que se le fue dada y...no quiere comer — Alejandra suelta un suspiro cansada y sin más, se levanta de golpe de su silla, rodé el escritorio y camina en dirección a la puerta y a la mujer, quien no duda en retroceder y salir por completo de la habitación, mirando temerosa a su jefa.

—Trae la comida — ordena. La mujer asiente y no duda en correr a la primera planta por la bandeja de comida que había regresado. Al regresar, Alejandra empezó a caminar hacia la habitación de Ana, la cual, quedaba al fondo del pasillo, de su bolsillo del traje, saca una llave y la mete en el pomo de la puerta, girándola y abriéndola inmediatamente. —Dame eso — toma con una mano la bandeja que la mujer trae y esta se retira.

Alejandra entra a la habitación, mirando las cortinas cerradas y la habitación poco iluminada, suelta un suspiro pesado al ver a Ana sentada en el suelo, a lado de la cama y en una esquina de la habitación, su rostro estaba oculto entre sus rodillas y sus brazos abrazaban sus piernas, los sollozos llegaron hasta sus oídos y eso la frustró e irritó aún más. Dejo la bandeja en el buró de noche y camino hasta ella.

—A comer — menciona, inclinándose un poco y tomando su brazo con un poco de delicadeza, pero Ana se jalo y se libero del agarré que Alejandra había hecho en su brazo. Sólo la hizo fruncir el entrecejo. —Maldición, dije a comer — esta vez, la tomó fuerte del brazo y la levantó con fuerza, haciéndola jadear de dolor. Los ojos hinchados e irritados de Ana chocaron con los cansados de Alejandra. —A comer.

—¡No quiero, déjame en paz! — Ana empezó a tirar de su brazo, tratando de alejarse de Alejandra, pero sólo se lastimaba en el proceso. —¡Suéltame idiota! — y sin medir consecuencias, Ana levantó su mano y la estrelló en la mejilla de Alejandra, quien sólo ladeó su cabeza a un costado y soltó de golpe el brazo de Ana, haciendo que ella cayera sentada en la orilla de la cama. —S-Señora Alejandra... — balbuceo avergonzada.

—Hasta aquí llegó — camina rápidamente hasta el buró y tomó el plato de sopa y camino con pasos fuertes y decididos hacia Ana, quien trato de retroceder en la cama, pero fue jalada del tobillo por Alejandra, quien no dudo de tomar con fuerza su mandíbula y hacerla abrir la boca. —Vas a comer, quieras o no — y sin dudarlo, vertió la sopa en la boca de Ana, sin darle permiso de masticar siquiera, la mayoría de la sopa se derramó o Ana la escupía porque se ahogaba.

Un sonido ahogado era lo único que se escuchaba en la habitación, las manos de Ana se encargaron de enterrar las uñas en la mano que apretaba brutalmente su mandíbula, lastimándola.

Cuando el plato se vacío por completo, Alejandra se encargó de arrojarlo al piso, haciéndose añicos ante el impacto. Ana se agachó y sin poder detenerlo, vómito la comida que había sido ingerida a la fuerza.

Alejandra dió dos pasos hacia atrás, mirando el pequeño y delgado cuerpo de Ana temblar ante cada arcada que su cuerpo la obligaba a tener. Y se sintió mal, quizás ella no mentía y no tenía hambre.

Pero simplemente hizo oídos sordos.

Se agachó rápidamente y sostuvo sus cabellos y la ayudo a levantarse cuando terminó de vomitar. El llanto de Ana no se hizo esperar por mucho tiempo. Alejandra miró aquellas lágrimas de tristeza pura; mientras bajaban por las mejillas de ella y se perdían en su barbilla.

Odio esa imagen, odio verla llorar de tristeza al haber perdido a alguien que más quería, porque ella también sufrió un tiempo por una persona a quien creía amar y compartir aquel sentimiento.

Sin vacilar, atrajo a Ana en un abrazo y la apretó contra su pecho, dejando que ella llorara lo que quisiera.

—Lo siento — murmura. —Lo siento mucho.

Y su corazón tuvo una apertura más, entre todo ese duro caparazón.

365Donde viven las historias. Descúbrelo ahora