Escritora's Pov
Ana prendió la luz del pasillo, y camino con sus pantuflas hacia la habitación donde estaba la niña. Abrió despacio y sin querer despertarla, camino en la oscuridad y siendo alumbrada solo con la luz de la luna, hasta donde la pequeña descansaba en la cama.
Al llegar, tocó su frente y se alarmó al sentir la fiebre nuevamente.
—Ay, no — camino hasta la entrada, encendió la luz y corrió hasta la mesita de noche, tomando un pañuelo y yendo de prisa hacia el baño, lo mojo, exprimió y lo dejo húmedo, regreso a la habitación y se sentó a su lado, doblando el pañuelo y colocándoselo en la frente, haciéndola soltar un jadeo ante la frialdad que se ubicó en su frente de repente.
Sus ojitos se abrieron y notaron a Ana, quién abrió el segundo cajón de la cómoda y tomo un termómetro, lo encendió y lo metió de bajo de su axila y bajar su brazo, para que lo sostuviera.
—F-Frío — murmuró, tratando de quitarse el pañuelo en su frente.
—No cielo, no lo quites, tienes fiebre y si no la bajo tendremos que ir nuevamente al hospital — Ella soltó un pequeño sollozo, sintiéndose enferma e incómoda con el pañuelo mojado sobre su frente. —No, no llores, me harás llorar también, cariño — acaricio suavemente su mejilla, haciendo que ella se tranquilizara un poco. —Prometo que te recuperarás pronto y te sentiras mejor, lo prometo.
El termómetro sonó, avisando que la temperatura ya había sido especificada, saco el pequeño aparato de la axila de ella y miró la temperatura.
—Tienes treinta y ocho — murmuró, apagó el termómetro, dejándolo encima del buró de noche y se levantó, caminando hasta las medicinas que el doctor le habia recetado. Tomo el jarabe para la fiebre y lo vertió un poco en un vasito especial, lo cerró y regreso a lado de ella. —Toma esto, es para bajar la temperatura.
Con ayuda de Ana, ella se reincorporó un poco en la cama y se bebió el jarabe que sabia horrible. Ana la ayudo a acostarse y la destapó, dejando qué la temperatura no siguiera subiendo.
—Voy a subirle un poco al aire acondicionado, es para que baje más rápido, ¿Sí? — La niña asintió. Ana ajusto el aire y se sentó a su lado. —Eres una niña muy linda y valiente.
Ella negó lentamente, sintiéndose débil por la fiebre.
—Y-Yo...soy una niña rara — Ana frunció el entrecejo y negó.
—No, claro que no, ¿Quién te dijo eso? — cuestionó.
—Los niños del orfanato lo dicen, por eso ellos no juegan conmigo, dicen que soy muy rara por estar callada, por coleccionar hormigas rojas y por leer libros de la vieja biblioteca — Ana apretó los labios y tomo de su manita, la cual se encontraba caliente.
—Cariño, eso no es verdad, los niños no saben nada del mundo, sólo son niños tratando de ser adultos, ellos no son nadie para que te digan eso, ¿Acaso saben la definición de raro? Creo que no, pero tú, eres inteligente y lo sabes, pero quizás no dices nada porque temes que digan algo peor, y no es que ellos no sean inteligentes, es sólo que no utilizan un medio de desarrollo ni motivación para poder manejar su inteligencia, es por eso que lo hacen — La niña sonrió un poco.
—Utilizo palabras muy interesantes, yo...¿Podría tener un libro para leer? Realmente me siento más mal por no hacer nada — Ana sonrió y apretó ligeramente la manita.
—Claro que sí, mañana mismo iré a una librería que está cerca de aquí, escuché que venden paquetes de libros interesantes y son a muy bajo precio, así que no te preocupes por el dinero, se lo sacaré a Alejandra — ambas sonrieron cómplices.
—Ah, ¿Así que estan planeando un ataque a la casa blanca, eh? — tanto Ana como la niña, miraron un poco sorprendidas hacia la puerta, donde Alejandra se encontraba recargada.
—Nah, ¿Cómo crees? — fingió no saber nada. Pero las dos terminaron riendo al ver la cara de Jennie, al parecer habían sido atrapadas.
Alejandra sonrió y entro a la habitación y miró a la niña, sus ojos tenían una ojeras adornandolos y haciéndola ver enferma, su estómago se apretó y no le gusto vela así.
—¿Cómo está? ¿No es necesario llevarla al hospital? — preguntó, tocando sus mejillas con delicadeza, sintiéndolas un poco tibias.
—No, al parecer la medicina y el paño están haciendo su trabajo, iré a remojar el paño, ahora vuelvo — Ana se levantó y camino hasta el baño, dejando a la niña con Alejandra, quién se sentó dónde anteriormente estaba Ana y le sonrió suave.
—Oye, ¿Haz tenido otras familias? Perdón por la pregunta, pero estoy un poco curiosa al respecto — la pequeña apretó los labios y afirmó con un sonido de garganta. —¿Cómo eran ellos? ¿Te trataban bien?
El silencio que la pequeña le dió, lo hizo alertarse por completo.
—N-No...e-ellos, a veces me gritaban, me pegaban si algo malo pasaba en la casa, a veces me mandaban a traer alcohol para beberselo, incluso hubo una ocasión en la que me dejaron sin comer por una semana, ellos no eran amables como ustedes, tampoco eran buenas personas — Alejandra frunció el entrecejo, molesta.
¿Por qué la directora habia permitido aquella adopción?
—¿Puedo preguntar qué hizo la directora cuando se presentaron tus padres adoptivos al conocerte? — ella asintió y soltó un suspiro.
Ana regreso con el paño y se lo puso en la frente, sentandose del otro lado de la niña.
—Ellos parecían buenas personas, por lo cual la directora no imagino que ellos eran así, hasta que regrese al orfanato y le conté lo que había pasado, desde entonces no me gusta la idea de ser adoptada otra vez...me da miedo — confesó, sintiendo sus ojitos arder.
Tanto como Alejandra y Ana, compartieron una mirada y asintieron en silencio.
—Chae, ¿Qué piensas sobre...? — Ana paso saliva y quiso pensar con positividad, realmente no quería que la pequeña rechazará la familia que quería formar con ella, los bebés y Alejandra. —¿Qué piensas sobre que nosotras te adoptemos?
Soltó, dejando estática a la pequeña, quién no tardó en dejar escurrir unas lagrimas por sus mejillas y soltar un sollozo.
—¿R-Realmente... ustedes quieren adoptarme? — ambas asintieron y ella sonrió en grande, dejando ver la preciosa sonrisa por primera vez para el matrimonio Rocha. —¡Muchas gracias, prometo ser buena niña y ser obediente en todo! — chilló con alegría, se sentó y abrazo a ambas al mismo tiempo, haciendo que soltaran risitas, Ana mantenía sus ojos brillosos por las lágrimas.
—No cielo, tú no debes ser buena niña, porque ya lo eres, en cambio, nosotras prometemos ser unas buenas madres y amarte muchísimo.
Ambas abrazaron el pequeño cuerpo de la niña, sonriendo y soltando pequeños suspiros de alivio y felicidad.
Sólo faltaba traer a los gemelos y poner un par de firmas y Jennie tendría la familia que tanto deseo y con la persona que ama.
