Escritora's Pov
El auto de Alejandra se detuvo frente a la instalación del orfanato, a su lado no muy lejos de ellos, el auto del padre de Tay y él mismo, se detuvieron cerca de la fuente de piedra que estaba ahí.
Ana y Alejandra se sonrieron mutuamente, sabiendo que iban a volver a ver a los pequeños niños que les habían robado el corazón.
Había pasado una semana, una a la cual Alejandra llamo al orfanato para avisar que su esposa no se encontraba en su mejor momento, por lo que modifico la cita de visita para remodelar el orfanato y llevar al arquitecto el cual se haría cargo de ese trabajo.
Ambas salieron del auto, pero tan sólo al pisar el suelo de graba, la directora del plantel salió corriendo, mostrándose un poco asustada, cosa que hizo que Ana y Alejandra entrarán en pánico y caminaran rápidamente hacia ella, encontrandola.
—Señora, ¿Qué sucede? — preguntó Alejandra. El señor Marco y Tay bajaron de su auto y también se acercaron a ver.
— Ella... — Ana se alarmó completamente al escuchar el nombre de la pequeña.
—¿Qué sucede con ella? ¡Dígame! — la directora tomo aire y trato de tranquilizarse un poco.
—E-Esta hirviendo en fiebre y no la hemos podido controlar, n-no supe que hacer, s-se desmayo en el comedor — finalizando aquello, Ana empezó a correr hacia dentro del lugar, paso por los pasillos, hasta llegar al comedor, dónde algunos niños veían a una mujer tratar de ayudar a la pequeña niña que sudaba y estaba más pálida de lo normal.
—Dámela, dámela — Ana se agachó y sin dudar, la cargo y salió corriendo, siendo seguida de Alejandra, quién apenas llegaba al comedor cuando Ana ya iba de salida nuevamente. —¡Alejandra, enciende el auto, muévete! — gritó, haciendo que Ana asintiera y corriera más rápido, entrando al auto y encendiendolo. —¡Tay, ábreme, por favor! — Tay hizo lo pedido y Ana se subió a los asientos traseros, con la niña inconsciente. —¡Al hospital!
La directora grito un "Cuidenla mucho", para después, verlas irse y quedándose preocupada por la salud de la pequeña.
Mientras tanto, Ana la mecia suavemente entre sus brazos y le secaba el sudor con la palma de su manos, dando ligeros vistazos al camino y apresurando en un murmuró a Alejandra.
Tras haberse pasado tres semáforos en rojo y tener asegurada una multa, Alejandra detuvo el auto frente al hospital y Ana no dudo en abrir la puerta y bajar, corriendo de nuevo hacia dentro del lugar.
—¡Por favor, necesito un médico rápido! — gritó, llamando la atención de todos, incluso de un médico que acababa de salir de una larga operación y el cual, no dudo en acercarse.
—¿Qué sucede? — saco una lámpara de su bolsillo y le alumbró con cuidado los ojos, abriendoselos un poco con los dedos y notando que se encontraba inconsciente.
—Ha tenido mucha fiebre y e-ella...se desmayo — el médico asintió, hizo una señal al enfermero que traía una camilla vacía. —Por favor recuestela, hay que llevarla a urgencias y bajarle la temperatura antes de que comience a convulsionarse — Ana asintió, con ayuda del camillero acostó a la pequeña y los siguió hasta detenerse fuera de las puertas que decían urgencias, ya que no podía pasar más allá.
Alejandra entró corriendo al hospital, había sido detenida por un tránsito ya que pensaba dejar el auto mal estacionado y muy a su pesar, tuvo que acomodarlo adecuadamente. Al entrar, busco con la mirada a Ana, hasta dar con ella sentada fuera de las puertas de urgencias, en la sala de espera, soltó un suspiro y empezó a caminar hacia ella.
Al llegar, se sentó a su lado y la abrazo por los hombros, sabía que estaba muy preocupada y temerosa.
—¿Qué dijo el doctor? — preguntó.
—Va a bajarle la temperatura primero.
Alejandra asintió y se quedó en silencio, dándole su espacio a Ana de tranquilizarse mentalmente y física. Dos horas pasaron para que el médico que se la había llevado, saliera detrás de las puertas de urgencias y mirara a Ana, quién se levantó de golpe y no dudo en caminar hacia él.
—¿C-Cómo está ella, doctor? — preguntó.
—Esta mejor, logramos bajar la temperatura y está siendo atendida por una enfermera, ya despertó, la fiebre fue causada por una pequeña bacteria — tanto Ana como Alejandra, soltaron un suspiro de alivio. —Disculpe, ¿La pequeña que es de ustedes? ¿Son sus padres? — preguntó, llamando la atención de ambas.
—B-Bueno... — Ana balbuceó un poco.
—Ella es una niña de un orfanato al que pensamos apoyar, queremos adoptarla también — los ojos brillosos de Ana se posaron en Alejandra, quién sonrió y posó sus manos en los hombros de ella. —¿Por qué la pregunta?
—Bueno, verá...en lo que estaba inconsciente, pedí que le hicieran unos exámenes de sangre, los cuales salieron un poco mal — amos fruncieron el entrecejo. —La pequeña presenta una anemia un poco preocupante, tiene que ser tratada y alimentada mejor, de lo contrario, si continúa así, probablemente desarrolle Leucemia infantil — Ana soltó un jadeo y miró a Alejandra, quién simplemente apretó sus hombros, dándole apoyo.
—Entendemos. Verá, el orfanato que la protege a ella y a más niños, ha estado pasando por problemas económicos y nadie quiere ayudar, nosotros vamos a ayudar a cambiar eso, pero realmente vemos que debemos darnos prisa, los niños de ahí también mantienen una mala alimentación por la escasez de comida — explicó Alejandra, haciendo que el médico asintiera y comprendiera.
—Está bien, pero les recomiendo qué, la cuiden mucho, realmente hay que tener un poco de preocupación por ella — ambas asintieron. —Estará unas horas más en observación, para verificar que la fiebre no vuelva a subir, una vez que esto no suceda, podrán llevarla a casa, creo que será mejor si ella se queda con ustedes por unos días, en lo que mejora.
—Está bien doctor, muchas gracias — ambas hicieron una reverencia, el médico la regreso con amabilidad.
—Ah, casi lo olvido — hizo una expresión de haber recordado algo. El médico metió la mano dentro del bolsillo de su bata, para después extender su mano y una tarjeta en ella. —Soy el doctor Jeon Jungkook, cualquier cosa, pueden llamarme en cualquier hora con gusto los atenderé.
Alejandra tomó la tarjeta de presentación y asintió.
—Muchas gracias doctor Jung.
—De nada, con permiso — sobando su cuello, se marchó, mientras que en el camino, saludaba a algunas enfermeras y doctoras.
—Bien, ya escuchaste al doctor, hay que esperar.
—Alejandra — llamó. Alejandra la miró e hizo un sonido de afirmación con la garganta. —Lo que dijiste...sobre adoptarla, ¿Era verdad? — Alejandra miró los ojos brillosos de Ana, llenos de calidez y esperanza.
—Sí, hablaba en serio.
