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                 Escritora's Pov

—Me voy cielo, recuerda darle de comer a los niños, la leche tibia y sólo dos cucharadas de fórmula, revisa si no se hacen popo o su pañal está mojado, van a rozarse sino los cambias a tiempo, Layla no irá a la escuela hoy porque hay consejo técnico en la primaria, así que ella te ayudará un poco, no le dejes todo el trabajo a ella, sabes que no me gusta cuando... — Ana se puso su pendiente y miró a su esposa con mala cara, posó sus manos en su cintura y contó hasta tres, pero el ronquido de Alejandra la hizo perder la paciencia por completo. —¡Rocha!

Alejandra se sentó de golpe en la cama, luchando por abrir los ojos y mirar a su esposa, para hacerle creer que estaba prestando atención.

—Ya escuché — murmuró, antes de tallarse el ojo con pereza. Ana bufó y se cruzó de brazos.

—¿Qué fue lo que te dije? — cuestionó, dándole una mirada severa a su esposa.

—Pues...calentar los pañales, ponerle dos cucharadas de fórmula a el consejo técnico, y Layla no tiene leche tibia, anotado — bostezo y Ana negó repetidas veces con la cabeza.

—No Alejandra, eso no fue lo que te dije — suspiro con un poco de disgusto, camino hasta la cama y se sentó a lado de su esposa, acaricio su mejilla. —Sé que he estado dándote mucho trabajo, además del que tienes en la empresa, pero el orfanato ya casi está listo, sólo faltan unos pequeños detalles y los niños podrán regresar ahí, sólo pido tres días más, de ahí en fuera, yo me encargaré completamente de los niños, ¿Sí? — Alejandra negó con suavidad, bostezo por última vez y se forzó a sí misma a abrir los ojos y tomar las mejillas de su amada.

—Oye, está bien, ambas somos sus madres y debemos de apoyarnos mutuamente, sé que tienes cosas que hacer y está bien, cuando termines será igual, yo seguiré cuidandolos aunque tenga mucho trabajo, siempre los pondre a ellos primero antes de cualquier papel sin importancia — Ana sonrió y dejo un casto beso en los labios de Alejandra.

—Te amo muchísimo  — sonrió y se levantó. —Bueno, me voy, por favor, sigue las instrucciones de Layla, por favor — Alejandra rió al escuchar casi las súplicas de Ana.

—Bien, ve con cuidado, me haré cargo de nuestros pequeños — Ana sonrió y se despidió rápidamente de Alejandra.

Una vez que Ana se marchó, Alejandra soltó un suspiro y se levantó de la cama, se dió una ducha rápida y finalmente se puso un atuendo bastante cómodo para tratar con sus pequeños. Hace algunos días; aproximadamente unas tres semanas, habían empezado el proyecto y desde hace tres semanas que sus pequeños ya eran sus hijos, la pequeña Layla, y los gemelos; victor y Mino, ambos habian sido registrados ya con el apellido Rocha, al igual que Layla.

Había sido un trabajo arduo al cuidarlos desde entonces, pero tanto Ana como Alejandra empezaban a acostumbrarse...bueno, no tanto.

—¡Maldición! — murmuró al ver cómo el agua del biberón se había pasado de caliente y la leche que había sacudido en el biberón, había salido disparada en todas las direcciones posibles al encerrar el calor dentro de aquel plástico.

—Esa es una mala palabra, mamá  — Alejandra se giró de golpe al escuchar a la pequeña Layla hablarle desde la barra que separaba la cocina del comedor.

—Dios, me asustaste — soltó un suspiro y vió la leche regada en el suelo. —¿Quieres desayunar? Estaba preparando la bebida a tus hermanos para cuando despierten — dijo, tomando el trapeador y limpiando la leche regada.

—¿No necesita ayuda, mamá? — preguntó un poco curiosa.

—No, yo puedo, gracias pequeña — dejo nuevamente el trapeador en su lugar y tomo la mamila posandola en la mesa de la cocina, lleno nuevamente el recipiente de agua y lo puso en la estufa.

Layla frunció un poco el entrecejo.

—¿Segura que no quieres desayunar nada? Podrías tomar un poco de leche si quieres, tengo galletas que tu madre compro ayer — tomo la caja de galletas y la dejo sobre la barra, dejándolas a su alcance.

—Mamá, el agua — Alejandra recordó el agua, pero cuando apagó la estufa, ya se habia pasado de caliente.

—¡Rayos! — dejo con fuerza el trapo de la cocina.

Layla repentinamente saco un libro, cómo si ya lo trajera consigo, pero Alejandra frunció el entrecejo al ver la aparición repentina de este, entre sus manitas.

—Según la pediatra de Oxford, Marian Hamilton, el agua debe de ponerse en la estufa a lumbre baja y solo un minuto y medio, para lograr que este en el punto exacto de tibio, Mamá — dijo, sin leer nada y sólo señalando el libro.

Alejandra abrió la boca sorprendida, pero también confundida.

¿De dónde demonios saco ese libro? ¿Y por qué se sentía estúpida frente a su pequeña?

—O-Oye, ¿De dónde sacaste ese libro? — lo señaló, un poco confundida. Layla frunció levemente el entrecejo y contesto.

—Venian en el paquete de libros que mamá Ana compro para mí, ¿Por qué? ¿Quiere que se lo presté? — preguntó.

—No me refería a eso, pero...¿Podrías prestarmelo? — Layla sonrió y asintió, dejo el libro en la barra y se bajó de un brinco del banco.

—Iré a ver cómo están los gemelos, mientras usted, mamá, sólo siga las instrucciones — y sin más, desapareció por las escaleras.

Alejandra seguía bastante sorprendida, definitivamente Layla era una niña muy inteligente.

Y la había dejado como una idiota.

365Donde viven las historias. Descúbrelo ahora