25 de marzo del 2022
💚✨Ladrones de aguacate✨💚
Habia pasado un mes de mi primer día de clases. Me atrevo a decir que ha estado bastante tranquilo, y es que yendo a la escuela una semana no y una semana sí, no ayuda a que haya un poquito de drama, sí, ese drama que hace revolucionar mis neuronas.
He hecho pocas amigas porque me ha costado muchísimo socializar; me siento insegura de cómo es que me expreso, cómo le hablo a la gente, de mis gustos y de mis respuestas cuando me cuentan algo. No sé si está bien sonreir todo el tiempo, o mantener un perfil más reservado. Solo soy yo, vestida como en los ochentas, intentando encajar en una bola de adolescentes con ropa actual y el característico cubrebocas de la temporada.
—Y yo le mandé un mensaje después, ¿y saben de lo que me enteré esa noche? ¡Que tiene novia! —Vania, una de mis nuevas amigas, nos actualiza el chisme del lunes.
—No puedo creerlo, perro infiel —opina Val, moviendo la cabeza en negación—. ¿Cómo se atrevió a coquetearte entonces?
—Hombres, chicas —susurro, rodando los ojos al ver al ligue de Vania—. Era de esperarse.
—Ay, Lena, pero si tú tienes novio.
—Pero él puede ser la excepción —me excuso, sonriéndoles con vergüenza.
—¿A poco nunca ha sido un desgraciado contigo?
Su pregunta me deja callada, absorbiendo el jugo de mango del popote; han atrapado a la pisoteada. Me hago de la vista gorda y les niego con el dedo, volteando a ver a Pablo, quien juega con sus compañeros de clase.
—Tiene sus defectos, pero nunca algo tan grave —les digo, admirando esos mismos bailes raros que me flecharon en la secundaria. Parece que Pablo sigue siendo el mismo rarito del que me enamoré.
—¿Nunca te ha sido infiel? —. Regreso la mirada a mis amigas, recárgandome en el borde del pasillo.
—No, o bueno, no que yo sepa.
—Ojalá nunca lo haga. Ya ves, este inútil, me ilusionó y terminó siendo un desgraciado.
Vania y Val me hacen compañía a mis costados, dejando reposar su cabeza en el aire. La barda del segundo piso del edificio nos ayuda a observar a los alumnos desde arriba, y es que la estructura de estos complejos es algo rara:
Tres pisos con el mismo ancho y largo. Cada profundo pasillo está al aire libre, por lo que al salir del salón, lo primero que vemos son los frondosos árboles verde lima. Las bardas de color crema lo aseguran, y aunque estas llegan a mitad del estómago, no dudo que alguien intente saltarlas.
Las escaleras para subir a cada piso son de concreto pintado de un nada combinado color vino, tan cansadas y tediosas que me hacen llegar con un tanque de oxígeno en cada clase; no estoy acostumbrada a tantas, nunca había ido a una escuela con edificios.—Si tan solo un milagro cancelara la última clase —habla Vania con los ojos cerrados, y como si hubiese invocado al profesor, este llega corriendo.
—¡Adentro, chicos, adentro! —. El caminar del mismo es algo gracioso, pues parece que sus piernas son muy cortas como para avanzar a una velocidad más rápida—. ¿Creían que se habían librado de mí, ah?
(...)
La clase con el profesor de Literatura había durado más de lo que teníamos planeado debido a su demora. Ya es la una de la tarde, y Pablo me espera fuera del colegio con algo de apuro. Amable, sostiene mi lonchera y nos vamos de la mano hasta al bus.
—¿Tiene mucho que saliste? —le pregunto en el trayecto, caminando con prisa.
—No tanto, de todos modos, estaba con los chicos —me dice con tranquilidad, dejándome del lado de la pared para cuidarme de los coches de la avenida—. ¿Ese era el profe del qué tanto te quejabas el otro día?
—¡Sí! Habla, habla y habla, pero de que da bien la clase, la da —opino, siendo algo torpe con mis pasos en la banqueta—. Habla como si estuviéramos en un obra de teatro todo el tiempo.
—Mi profesora de Literatura solo nos pone a leer. Vieras como puso a Joe el otro día.
Pablo, al igual que yo, había conseguido algunos amigos en el transcurso de esas dos semanas en clases. Yo más que nadie sabía lo mucho que le importaba hacer amigos, y es que se dejó de hablar con los de la secundaria una vez la pandemia hiciera de las suyas. Había noches que me contaba sobre su soledad, y que le encantaría tener amigos con quien compartir cosas naturales de los hombres, y lo comprendía; él tampoco era muy bueno intentando comprender el dolor de los cólicos o el color de mis uñas.
La primera vez que lo vi hablar con un pequeño grupo de chicos, me hizo muy feliz. También le había costado adaptarse, pero esta mañana, al verlo reír con el mentado Joe y un nuevo Alex, me hizo sentir mucha paz. Y regularmente, cuando veo que está riéndose con ellos, no lo interrumpo. No me gustaría ser de esas novias que quieren acaparar toda la atención, al contrario, me hacía tan feliz verlo acompañado.—¡Les gusta Minecraft! —me cuenta, emocionado por sus nuevos amigos—. También, Kevin me dijo que tenía potencial en las fuercitas, me dijo que debería de acompañarlo al gimnasio. Pero amor, el gimnasio está por su casa, ¡a mi me queda a dos horas! Debería de buscar uno cercano por allá, ni loco atravieso todo el bus solo para hacer ejercicio.
Su plática se hace más amena ya que me distrae el gran retraso que el bus presenta. La gente comienza a aglomerarse en la estación, y de estar a la mitad de esta, ya estamos en la orilla de los vagones. Pablo habla mucho sobre algunos ejercicios que yo no entiendo, pero supongo que los resultados deben de verse increíbles y ya estoy fantaseando con un Clean fornido y atlético, cuando un gran ruido nos asusta:
—¡Me roban, me roban!
Una chica grita tan fuerte que llama la atención de todos los que esperamos el bus. Los ladrones salen corriendo del grupito de gente en donde estaba la chica, y algunos valientes corren tras ellos.
Nunca había presenciado un robo en persona, y naturalmente estoy asustada. Siento el corazón en mis oídos, observando cómo los delincuentes se brincan los vagones, corriendo a media avenida donde pudo haber pasado el bus y haberlos hecho guacamole. Huyen, huyen por su vida y por su libertad, pero en ese trayecto de escape, pasaron a un lado de nosotros.Estoy tan asustada de lo rápido que había sucedido todo, y cuando me doy cuenta que ellos se han ido, unos brazos rodean mi espalda, y un mentón reposa sobre mi cabeza, protegiéndome.
—No te asustes, aquí estoy.
La voz de Pablo me hace enderezar, observando sus ojos rasgados, viéndome con amor. Sus grandes manos acarician mi espalda, y su mandíbula está tensa, cuidando que ya no haya ningún peligro. Me sostiene entre sus brazos en los últimos minutos de espera por el bus, y ya adentro, no me suelta ni un poquito.
—¿Te asustaste? —pregunta una vez pasamos cinco estaciones.
—Sí, creí que estarían armados —. Toma mis mejillas con delicadeza, jugueteando con mi nariz.
—Esos tontos, creyéndose tan valientes y se echaron a correr —se burla, sin dejar de mirarme con un brillo especial en los ojos—. Lo bueno que no pasó a mayores, Le. Y si hubiera pasado, estaba ahí para cuidarte.
Todavía no estoy acostumbrada a los halagos de don "no sé", y me quedo muda ante su nueva declaración de amor. No hago más que sonreírle y llenarle de besos el rostro, sintiendo su cálido aroma desprenderse de su cuello, sí, tan inconfundible: olor a lapices. Me escondo en su pecho para sentir algunos cariños en mi cabeza, y no nos separamos hasta llegar a casa.
De todos modos, creo que valió la pena esperar tantos años para tenerlo conmigo.
💚💜Datos curiosos💚💜
1- Perdonen si fue confusa la explicación de los edificios, procuraré buscar una imagen de referencia porque son importantes para lo que sigue de la historia.
2- La pobre chica no recuperó su teléfono.
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MoonCat II
Teen Fiction💚💜SEGUNDA PARTE DE MOONCAT💚💜 Las dos semanas de vacaciones más extensas de la historia. El año en el que todo se detuvo, el año en el que el desastre comenzó: 2020 Después de que Lena y Pablo afrontaran los diversos retos para poder estar juntos...