C U A R E N T A Y U N O

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19 de mayo del 2022

💚✨La consecuencia de la ira ✨💚

—¡Y pondré que se reencontraron en París! ¿No te parece increíble?

El sol matutino pega directo en el descanso de las escaleras del edificio C. Pablo está deslizando el dedo sobre su pantalla, desinteresado de mis nuevas historias. Intento verle el rostro porque con el tapabocas que se quita solo para comer, no puedo desificrar sus gestos.

—¿Me estas escuchando...?

—Lena, siempre hablas de lo mismo. ¿No tienes otra cosa que contarme que no sean tus novelas?

Me quedo callada ante su gran golpe bajo. De inmediato, Razón no deja de recordarle las posibles opciones a Corazón del por qué de la distancia de Pablo, y le hace saber que este tiene su común cambio de humor, el que le conocimos desde la secundaria. Ayer era el novio más increíble del mundo, y hoy, es antipático; lo normal.

—¿Estás de malas? —le pregunto no tan comprensiva, él solo levanta la mirada con fastidio, y la devuelve a su celular.

—No, solo que me gustaría que hablaras de otras cosas.

—¿Cómo de qué?

—No sé.

R: Corazón, guarda la calma. No podemos explotar...

C: ¡No sé! Su respuesta favorita. Parece que los años no han pasado en vano. Le he dicho muchísimas veces que me molesta que nunca sepa nada, y parece que le entra por un oido y le entra por el otro.

R: Tranquilo, por favor, no podemos alterarnos.

C: Dile eso al mono que tenemos como novio, dile, dile...

—Tu respuesta favorita —murmullo, rodando los ojos.

—Por cierto, iré a jugar con los chicos saliendo de la escuela. Iremos a las canchas cerca del parque ¿las recuerdas?

—Sí —le respondo distante, subiéndome a mi salón—. Vete, de todos modos tendré que esperarte como todas esas veces.

—¿No quieres que vaya a jugar? —. Me sigue el paso, quedándonos fuera del salón y recargados en las barras del pasillo.

—Ve a jugar —le digo para tranquilizar las aguas—. Solo considera que me gustaría tener más tiempo a tu lado, ya que no puedo estar con mis amigos.

—Pero si siempre estamos juntos.

—Pero cuando voy a buscarte, tu sonrisa se borra —. Ahora él hace gesto de fastidio—. Sí, exacto, esa cara.

—Si no quieres que vaya, no voy y ya.

—Vete, no te estoy diciendo lo contrario —. Nuestro tono quiso elevarse, pero baja cuando mi profesor de Literatura pasa entre nosotros—. Nos vemos al rato.

(...)

Las clases terminan para mí a las doce con cuarenta minutos. Me preparo para observar cómo todos se van a sus casas, acomodándome para hacer menos larga la espera. Esta vez no está Eduardo cerca de mí, ni tampoco alguna de mis amigas. Estoy sola, en medio de una bola de adolescentes fumando, besándose, riéndose, o llorando.

No entiendo a Pablo, no lo entiendo ni un poquito. Cuando recién entraríamos, le propuse estar todo el tiempo juntos, como unos siameses. A él le asustó la idea, y me dijo esa jalada de que no quería un futuro a mi lado, y que tendríamos que hacer amigos también. Al principio me dolió mucho su respuesta, pero después de meditarla, la comprendí, y cuando quise hacer amigos como él dijo, le molestó. Él hizo su grupo, y después decía que tampoco se sentía muy a gusto porque creía que lo excluían como a mí, sin embargo, tenía un soporte. Yo no tengo a nadie.

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