T R E I N T A Y O C H O

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12 de mayo del 2022

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—¿En serio? ¿Nadie te parece atractivo?

—Vania, por Dios, tengo novio...

—Pero no eres ciega —. Vania me rodea el cuello con su brazo, poniendo su cabeza en la mía—. Tienes dos lindos ojos que podrían servirte de vez en cuando.

—Vania, estos dos lindos ojos solo pueden ver a Pablo —le insisto, caminado hacia nuestro salón—. No me digas esas cosas...

—Hay varios en el grupo —
Ruedo los ojos al ver que no desiste del tema—. Pero no sé cuál podría encajar con tus gustos. ¿Te gustan callados o algo rebeldes? ¿Altos o bajitos? ¿Morenos o blancos...?

—Me gusta uno que es calmado, más alto que yo y moreno, y ese es Pablo —. Nos adentramos al salón de inglés. Val ha estado a lado de nosotras en toda la plática, pero no ha dicho nada.

—Conozco uno calmado, mucho más alto que tú, solo que este es blanco.

—¿Ah sí? ¿Quién es? —le pregunto con falsa sorpresa, encendiendo los datos móviles para hacer la prueba del parcial.

—Eduardo.

Su propio nombre me indigna. Volteo a verla con rareza, mostrando en mi rostro el disgusto en su máxima gesticulación. Ella suelta una carcajada, tocándome el hombro con cariño.

—Ahora sí cruzaste la línea, Vania —interviene Val—. Ese tipo me cae muy mal.

—¿Verdad que sí? Bueno, no lo conozco, a mí me caía mal en clases en línea. Ahora solo es... Misterioso.

—Rarito, Le, rarito. Se sienta hasta el frente, le encantan las matemáticas y de la nada habla solo.

Los raritos, tu especialidad.

Corazón me susurra en tono sarcástico, recordando al Pablo del que me enamoré en la secundaria, y el que a veces baila extraño con sus amigos. Doy una media sonrisa al tener en mente su imagen, ignorando por un segundo la charla entre mis amigas.

—Habría que conocerlo, no podemos juzgarlo... —. Cuando los otros chicos nuevos del grupo estuvieron en su vista, se van, dejándome hablando sola—. Sí, claro, conocer gente nueva... Uf —suelto al aire, dándome ánimos internos de un nuevo examen en este primer parcial en la escuela.

Como ya me es costumbre, me siento en una de las mesas de enfrente ya que son las únicas que quedan libres una vez todos se sientan con sus amigos. Estas mesas son para dos personas, así que, aunque no tenga con quién compartirla, me da espacio para dejar mi mochila, mi lonchera y mi suéter, regados por toda su extensión como si fuera mi casa.

Ya sentada y esperando indicaciones de la profesora, entro a la dichosa página de sus pruebas. Mas cuando quiero entrar al examen, un mensaje terrible, no, espantoso, me aparece en la pantalla:

¡Recarga ahora mismo presionando este mensaje! Lamentamos decirte que has consumido todos los datos de tu paquete sin límite.

—¿Qué? —susurro un poco fuerte, creyendo que es una broma—. No, no, no ¡teléfono de porquería! —Me metí a Google para confirmar y sí, efectivamente Snapchat me había consumido todos los datos gracias los filtros en el laboratorio—. Maldita sea, no hoy, no hoy.

Horas antes estuve tomándome fotos en el laboratorio con mis amigas, y ahora, me he quedado en la miseria. Estoy tan desesperada que le doy clic en recargar ahora, pero no sirve de nada. La profesora va pasando lugar por lugar para corroborar que ya hemos metido el código de clase a la plataforma, y yo, estoy apenadísima con mi teléfono inservible.

MoonCat IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora