Capitulo 10

2.4K 85 2
                                    

Alexandro
— No me la saco de la cabeza — de repente escuché la puerta abrirse de par en par y lo vi, Enzo de Luca. Mi amigo de la infancia y como no el nuevo Consellier que necesitaba.

— Luca, cuanto tiempo amigo. — sonreí, esa tez morena, hacía ver que llevaba de vacaciones mucho tiempo, nunca lo había necesitado hasta ahora, la mafia cada vez me pedía más y entre el negocio y todo, no daba  abasto.

— No te lo vas a creer, creo que me he enamorado hermano, voy a investigarla será mi nueva mujer — lo miré con incredulidad nunca hubiera jurado escuchar eso de mi amigo.

— Es rubia, no le vi la cara, su voz estaba distorsionada pero joder, me la ha puesto durísima solo con verle ese culo. — me reí con una gran carcajada.

— se llama Aria Dmitrev, y es obvio que no vas a conseguirla, hay algo en ella extraño, aún que a mí también me gusta hermano. — Me reí a carcajadas ante la manera en la que Enzo hablaba de Aria. El tipo no se andaba con rodeos, como siempre.

— ¡Joder, Luca! —dije, frotándome la cara. — ¿No le viste la cara, hermano? Solo el culo, ¿eh? Solo el culo te tiene tan jodido.

Enzo soltó una risa, sabiendo que le estaba sacando punta al asunto.

— ¡Claro que no! La muy cabrona llevaba una máscara. —dijo, echándose hacia atrás en su silla y cruzando los brazos, como si estuviera analizando cada detalle. — Pero, joder, hermano, con ese cuerpo... no hace falta verla al completo para saber que tiene lo que quiero.

— ¡Ajá! —dije, señalándolo con el dedo. — Eso es lo que pasa, solo te fijas en el físico. Eres un hombre de hábitos, Luca, lo sabes, ¿no?

Enzo me miró con una sonrisa perversa.

— Pues claro, hermano. El físico no miente. —contestó, con una mirada cargada de malicia. — Y la máscara... eso solo la hace más interesante, ¿no crees? Una mujer que se esconde, pero que te atrapa solo con su culo... ¿Qué más quiero?

Me recosté en el respaldo, mirando a Enzo con una mezcla de incredulidad y diversión.

— ¿Estás diciendo que te va a bastar con una máscara y unas curvas para enamorarte, Luca? —le pregunté, levantando una ceja. — No sé si me impresiona o me da pena.

Enzo se rió, sin perder la seguridad en su tono.

— Te juro que la próxima vez que la vea, le voy a dar mi mejor sonrisa. No se va a resistir, hermano. —dijo, con esa confianza que solo él podía tener. — Una vez que la tenga, ni la máscara ni nada se va a interponer.

Solté una risa burlona, sabiendo que, aunque Enzo era capaz de hacer que cualquier mujer cayera rendida a sus pies, esta vez había algo extraño en su actitud.

— A ti te gustan los desafíos, ¿eh? —dije, con una sonrisa pícara. — Está bien, hermano. Hazlo. Pero no olvides que no todo en la vida es tan fácil como un culo bien puesto.

Enzo me miró fijamente, con una sonrisa traviesa.

— Ya veremos, hermano. Ya veremos.

La conversación continuó entre bromas pesadas y risas, pero algo en el aire había cambiado. No era solo una cuestión de sexo o de una mujer interesante. Aria Dmitrev había entrado en nuestra vida de una manera que ninguno de los dos esperaba, y aunque seguíamos bromeando, había algo en ella que no nos dejaba indiferentes.

Era solo una máscara, pero esa mujer, detrás de ella, parecía más peligrosa de lo que imaginábamos.

— Dejando de lado a esa mujer, necesitamos hablar de los negocios. — le mire de forma seria, esto ya no tenía ningún tipo de gracia. La coca se estaba vendiendo mal en la zona del mediterráneo

— Hermano estoy en ello Alexandro, pero hay un hombre que lo está poniendo difícil. Su nombre es el cuervo, pero nadie sabe quién es ni cómo se llama ni su aspecto.

— ¿El cuervo? —dije, frotándome la cara, dejando la broma atrás. — Eso suena a problema, hermano.

Enzo suspiró y se apoyó contra la mesa, su rostro ya no tan relajado como antes.

— Es un maldito fantasma, Alexandro. Nadie sabe quién es. Nadie ha visto su cara, no sabemos ni de dónde viene. Lo único que sabemos es que está destruyendo nuestro negocio de coca en la zona del Mediterráneo. Nos está jodiendo el flujo y eso no lo podemos dejar pasar.

Me recosté en el respaldo de la silla, cruzando los brazos. El cuervo era exactamente lo que no necesitábamos. Un tipo que operaba en las sombras, sin dejar rastro, y que con cada movimiento nos estaba acorralando más. Si había algo que no soportaba era que nos estuvieran tomando por sorpresa.

— Entonces, necesitamos encontrarlo, y rápido. —dije, con tono firme. — No podemos permitir que este tipo siga desestabilizando nuestra operación.

Enzo asintió, pero la preocupación seguía en sus ojos.

— Ya estoy en eso, hermano. Pero este tipo es diferente. No deja huellas, no comete errores. No sé si tiene alguna red de espías o si tiene algo que lo hace intocable, pero de alguna manera está moviendo todo desde las sombras.

Fruncí el ceño, pensativo. El cuervo no era un simple criminal. Estaba jugando un juego mucho más grande que nosotros. Necesitábamos inteligencia, y no podía dejar que nos atrapara sin saber a qué nos enfrentábamos.

— ¿Y qué sabemos de él, aparte de su nombre? —pregunté, bajando la voz, consciente de lo peligroso que podía ser subestimarlo.

— Nada, absolutamente nada. —respondió Enzo, con una mueca. — Solo que está destruyendo todo a su paso. Ha saboteado varias rutas de distribución, y nadie sabe cómo lo está haciendo. Ya hemos perdido contacto con algunos de nuestros socios en esa zona.

Eso no sonaba nada bien. La mafia no solía perder contacto con sus asociados, especialmente en zonas tan estratégicas. Si el cuervo estaba causando ese tipo de problemas, no se trataba solo de un competidor más. Este tipo era algo más.

— Lo primero que necesitamos es saber cómo opera. —dije, levantándome de la silla. — No podemos pelear con un fantasma. Necesitamos rastrear todos sus movimientos y hacerle sentir que lo estamos persiguiendo.

Enzo asintió, y pude ver en su rostro que estaba de acuerdo, aunque la situación lo estaba empezando a preocupar. Sabíamos que la mafia siempre estaba rodeada de sombras, pero el cuervo parecía ser el maestro de ellas.

— Lo sé, hermano. Estoy en ello. Pero este tipo... no es como los demás. —respondió Enzo, con voz grave.

Me detuve un momento, analizando todo lo que habíamos discutido, antes de mirarlo de nuevo.

— No olvides que tenemos que mantener el control de nuestras operaciones, Luca. —dije con firmeza, mi tono ya dejando en claro que no íbamos a tolerar más fallos. — La coca en el Mediterráneo no puede seguir perdiendo terreno. Si el cuervo quiere jugar a las sombras, lo vamos a sacar a la luz. Pero no podemos permitir que esto se nos escape de las manos.

Enzo me miró, con una sonrisa confiada que, aunque un poco tensa, aún demostraba su disposición.

— Lo tengo, hermano. Voy a encontrarlo, te lo prometo. —dijo, levantándose y comenzando a caminar hacia la puerta.

Antes de que se fuera, lo detuve con una última advertencia.

— Y recuerda, Enzo... mantén la cabeza fría. El cuervo es solo el principio. Si conseguimos darle un golpe, el resto caerá. Pero no quiero que nos distraigamos.

Enzo asintió sin decir nada más, y se fue de la sala con paso firme, decidido a enfrentarse a lo que fuera necesario para desmantelar al cuervo. Mientras me quedaba solo, una sensación incómoda se apoderó de mí. Este cuervo, sin cara ni nombre, estaba demostrando ser más peligroso de lo que pensábamos.

El rostro del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora