Aria
Me quedé mirándolo después de soltarme aquel comentario. Acababa de conocerme, y él ya tenía el descaro de decir que piensa follarme... Era atractivo, eso sí, y no podía negarlo. Tenía esos ojos tan peculiares, un tono tan extraño que parecía mirar más allá de mi piel. Su cabello negro y desordenado le daba un aire peligroso, y su sonrisa, apenas un esbozo, tenía un magnetismo inquietante. Fuerte, seguro, dominante... Era totalmente mi tipo.
Dorian, Damon o como se llamara, me sostuvo la mirada mientras yo lo observaba con descaro. Dios, era terriblemente guapo, y lo sabía.
El coche avanzó por un camino rodeado de altos cipreses hasta detenerse frente a una mansión que parecía sacada de una película. Las columnas blancas se alzaban majestuosamente, y las ventanas enormes reflejaban la luz de la luna como espejos de agua.
—¿Dónde estamos? —pregunté, saliendo del coche con pasos cautelosos.
—Tu casa por las próximas semanas —respondió Damon mientras rodeaba el coche y abría la puerta del maletero—. Aquí estarás a salvo.
—¿A salvo de qué? ¿De ti? —repliqué, cruzándome de brazos.
Él dejó salir una risa corta y grave.
—A salvo de Alexandro, de Ethan, y de todos los que piensan que tienen derecho a controlarte.
Mis labios se apretaron. Había verdad en sus palabras, pero la desconfianza seguía ahí.
Mientras Damon llevaba mis pocas pertenencias al interior, yo no podía evitar fijarme en los detalles del lugar. La mansión era una obra de arte: pisos de mármol, lámparas de cristal, y un aroma tenue a madera y algo cítrico que impregnaba el aire.
—Nos iremos a Italia en un par de semanas —dijo de pronto, sin mirarme, mientras dejaba mi bolsa en una habitación enorme con vista al jardín—. Allí están todas las respuestas que necesitas.
—¿Italia? —pregunté, sintiendo cómo la ansiedad crecía dentro de mí—. ¿Por qué allí?
Él se volvió hacia mí, apoyándose en el marco de la puerta con una expresión calculadora.
—Porque todo esto comenzó allí. La Bratva, tu familia, los secretos... Italia es la clave.
Suspiré, dejándome caer en una de las sillas del cuarto. Todo esto se estaba volviendo cada vez más complicado, y yo no sabía en quién confiar.
—Aria —su voz rompió el silencio con un tono más bajo, más íntimo—. Necesito saber algo.
—¿Qué? —pregunté, levantando la vista hacia él.
—¿Alexandro te ha tocado?
Mi corazón se detuvo por un segundo antes de acelerar violentamente.
—¿Qué clase de pregunta es esa? —respondí, mi tono defensivo.
—Una simple —dijo, avanzando hacia mí con pasos lentos, felinos—. ¿Lo ha hecho?
Tragué saliva, sin apartar la mirada de sus ojos grises.
—Sí. Varias veces.
Su mandíbula se tensó apenas un segundo antes de que una sonrisa peligrosa se dibujara en su rostro.
—Entiendo —murmuró, su tono grave mientras se inclinaba hacia mí.
Antes de que pudiera reaccionar, Damon estaba frente a mí, su mano grande y fuerte rodeando mi cuello con una presión que no dolía, pero que dejaba claro que tenía el control. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel, caliente y cargada de intención.
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El rostro del enemigo
RomanceAria ha vivido toda su vida atrapada en una espiral de tristeza, un peso que ha aprendido a cargar en silencio. Ha construido su imperio desde cero, enfrentando cada desafío sola, sin un alma que la apoye. Sin embargo, su mundo se sacude cuando se e...