Capitulo 43

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Sidney
Meses antes de todo lo sucedido

Una vibración me sacó de mi ensimismamiento. Estaba sentada en mi pequeño apartamento, una copa de vino medio vacía en la mano, cuando mi teléfono empezó a sonar. Miré la pantalla: Aria Dmitrev. Su nombre, que había sido una constante en mi vida los últimos años, parecía brillar como una especie de destino inevitable.

Era la primera vez que tenía contacto directo con ella después de tanto tiempo tras su pista. Contesté, intentando sonar casual, pero al mismo tiempo manteniendo la fachada perfecta que había construido.

—¿Aria? —respondí con una voz medida, amable pero profesional.

Del otro lado, su tono era cálido, incluso confiado. No sabía nada, absolutamente nada, de quién era yo en realidad o lo que buscaba de ella. Aria Dmitrev era una mujer interesante, un enigma con capas de secretos y un linaje que despertaba el interés de mis jefes desde hace años. Era más que una simple heredera; era la llave que necesitábamos para acceder a una fortuna escondida y a conexiones que cualquier persona en mi línea de trabajo desearía tener bajo su control.

Mi tarea siempre había sido clara: acercarme a ella, ganarme su confianza y encontrar el momento perfecto para destruirla. Pero nada en este juego era tan sencillo como parecía. Aria era astuta, aunque en ocasiones demasiado confiada. Sabía que ganarme su confianza no sería una tarea rápida, pero lo lograría. Siempre lo lograba.

Esa llamada fue mi puerta de entrada. Me pidió ayuda para algo aparentemente trivial, pero para mí era el pretexto perfecto. Cuando colgué, sonreí. Había comenzado el proceso, y ya no había marcha atrás.

La primera vez que vi a Alexandro fue poco después de esa llamada. Estaba en un bar oscuro, uno de esos lugares donde las paredes parecían absorber los secretos de las personas que lo frecuentaban. Él estaba sentado al fondo, con una copa de whisky en la mano y una mirada que parecía atravesar a cualquiera que se atreviera a sostenerle la vista.

Había oído hablar de él. Un hombre peligroso, lleno de cicatrices tanto físicas como emocionales. Alguien que había estado al lado de Aria, aunque no sabía hasta qué punto. Yo no creía en el amor, no en el sentido romántico al menos, pero entendía perfectamente cómo usarlo a mi favor.

Me acerqué a él con la confianza que sabía que podía derribarlo. Alexandro no era el típico hombre fácil de manipular, pero tampoco era inmune a las tentaciones.

—¿Puedo sentarme? —pregunté, deslizando una sonrisa coqueta mientras me inclinaba ligeramente hacia él.

Él me miró, evaluándome por un momento, antes de asentir. Esa noche terminamos en su cama. Fue el primero de varios encuentros que tuvimos, todos igual de intensos y apasionados. Alexandro era un hombre complejo, lleno de contradicciones, pero lo único que me interesaba era su conexión con Aria. Cada vez que estábamos juntos, yo estudiaba cada palabra que decía, cada gesto, intentando averiguar hasta dónde llegaba su lealtad hacia ella.

Lo curioso es que Alexandro no hablaba mucho de Aria. No directamente. Pero yo podía leer entre líneas. Había algo entre ellos, algo que él intentaba enterrar, pero que yo veía claramente. Y eso me irritaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Damon fue el siguiente en contactar conmigo. Su llamada llegó en un momento en el que empezaba a desesperarme por la lentitud del proceso.

—¿Sidney? —su voz era baja y rasposa, cargada de impaciencia—. ¿Cuánto tiempo más vamos a esperar?

Me recosté en el sofá, jugueteando con un mechón de mi cabello mientras miraba por la ventana.

—No es tan sencillo como parece, Damon —respondí con un suspiro exagerado—. Aria no es alguien que confíe fácilmente, y no puedo arruinar esto. Si fallamos, sabes lo que eso significa.

El rostro del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora