Capítulo 21

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Alexandro

Después de haberla besado ya no soy capaz de concentrarme en la misión. Sé que no debería haberlo hecho, pero mi ego me lo pedía. Necesitaba sentirla, saber que me desea tanto como yo a ella. Fue un error. Lo sé. Pero maldita sea, no puedo sacarla de mi cabeza.

Mis pensamientos están desordenados mientras intento enfocar la vista en los papeles sobre la mesa. La misión debería ser mi única prioridad, pero todo lo que puedo pensar es en cómo su respiración temblaba cuando me aparté, en cómo sus ojos parecían gritar cosas que no se atrevía a decir.

Un golpe en la puerta me saca de mi ensoñación. Marco entra, su rostro tenso. Lo miro, esperando que diga algo, pero en lugar de eso lanza un sobre negro sobre la mesa.

—Esto acaba de llegar —dice, su voz cortante.

El Cuervo otra vez. Mi mandíbula se tensa mientras abro el sobre, el corazón latiendo con fuerza. Dentro hay un mensaje, escrito en esa tinta roja que me pone los nervios de punta.

"Siempre supiste que el hermano no era digno. Ahora solo queda ir a por ella."

Me quedo mirando esas palabras, la rabia burbujeando bajo mi piel. Marco me observa en silencio, esperando mi reacción.

—¿Qué significa esto? —pregunta Aria desde la puerta, su voz suave pero cargada de curiosidad.

Me giro hacia ella, mi cuerpo tensándose al instante. No quería que lo leyera, pero sus ojos ya estaban fijos en el sobre, intentando descifrar el mensaje.

—Aria, no es el momento...

—¿Qué significa? —insiste, dando un paso más cerca.

Sus ojos se encuentran con los míos, llenos de una mezcla de preocupación y desafío. No puedo ocultárselo . No ahora.

—Es sobre Ethan —digo al fin, mi voz grave.

—¿Qué pasa con Ethan? —pregunta, sus ojos abriéndose ligeramente.

Respiro hondo, intentando encontrar las palabras correctas. Pero antes de que pueda hablar, Marco interviene.

—Aria... Ethan está muerto.

La habitación se llena de un silencio pesado. Sus ojos me buscan, buscando una negación, una mentira que la consuele. Pero no hay nada que pueda decir para suavizar este golpe.

—¿Muerto? —susurra, como si la palabra no tuviera sentido.

—El Cuervo lo mató —añado, mi voz más baja de lo que esperaba.

Ella retrocede un paso, su rostro pálido como la cera. Puedo ver cómo las piezas empiezan a encajar en su mente, pero todavía lucha por aceptarlo.

—No... No puede ser. Él estaba bien. Él... él me envió un mensaje hace unas semanas. Dijo que estaba trabajando en algo.

—Ese "trabajo" era para el Cuervo, Aria —digo, mi tono más firme ahora. No puedo permitir que viva en la mentira. Ella merece saber la verdad, por dolorosa que sea.

Sus ojos se llenan de lágrimas, pero no las deja caer. Se queda ahí, inmóvil, luchando con la verdad.

—¿Sabías esto desde el principio? —pregunta al fin, su voz rota.

—Lo supe después de que fuimos a aquel sitio. No quería decírtelo hasta que fuera necesario.

—¡¿Necesario?! —grita, su voz cortando el aire. Su dolor se transforma rápidamente en rabia—. ¡Era mi hermano! ¿Cómo pudiste ocultármelo?

Antes de que pueda responder, un ruido en la ventana nos hace girar. Un cuervo está posado en la ventana.

El cuervo nos observaba, inmóvil, como si estuviera escuchando cada palabra de nuestra conversación. Aria lo notó primero, sus ojos hinchados de lágrimas se fijaron en el ave, y su rostro, que hasta ahora estaba inundado de dolor, comenzó a caminar.

El rostro del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora