Alexandro
La noche estaba envuelta en niebla cuando llegamos al complejo industrial. El lugar parecía una fortaleza: altos muros de concreto, luces parpadeantes y el sonido lejano de maquinaria trabajando. Todo a su alrededor gritaba peligro, pero yo ya estaba acostumbrado a enfrentarlo. Esta noche, nadie podría escapar.
—¿Estamos listos? —pregunté, con voz grave, mirando a los hombres que me acompañaban.
Luca, Marco y los demás asintieron en silencio, las caras tensas, las armas listas. El objetivo era claro. Encontrar al hombre que había traicionado nuestro círculo, el hombre con la información que podría destruirlo todo. Y, por supuesto, cobrar venganza. Nadie se mete con la familia Bianco y vive para contarlo.
El pasillo estaba oscuro, pero nuestras linternas iluminaron las paredes sucias del almacén. Nadie dijo una palabra mientras nos movíamos, pero la ansiedad flotaba en el aire. Cada uno de nosotros sabía lo que estaba en juego, y las órdenes eran simples: encontrar a nuestro objetivo y acabar con él. Cueste lo que cueste.
La primera muerte fue silenciosa. Luca disparó con precisión, el guardia cayó sin hacer ruido. La siguiente habitación estaba vacía. La siguiente también. Pero la sensación de ser observados comenzó a crecer. Algo no estaba bien.
—Avancemos —ordené, mi voz firme, mientras mi pulso se aceleraba un poco. No estaba acostumbrado a que las cosas fueran tan fáciles. No en un lugar como este.
De repente, el sonido de pasos apresurados se oyó a lo lejos. Como un eco de nuestros propios pasos, pero más rápidos. Mi instinto me hizo girar en la dirección del sonido. Era él. El sicario que habíamos venido a cazar.
Me adelanté, dejando atrás a mi equipo. Sabía que esto no podía terminar con más muertes innecesarias. Si el hombre nos veía, lo haríamos rápido. De lo contrario, tendría que ser más... creativo.
Lo encontré en una sala lateral, solo. Miraba con desesperación una pantalla de ordenador, claramente ignorando lo que sucedía fuera. No era tan inteligente como pensaba. Había subestimado lo que un hombre como yo podía hacer cuando se trata de proteger lo que es mío.
Me acerqué a él sin hacer ruido, mi sombra alargándose en el suelo mientras él permanecía distraído. Le sujeté el cuello con una mano y, con la otra, le apreté la pistola en la sien.
—No hay escape —susurré al oído del hombre, mi voz fría y calculada. Pero él no reaccionó. Solo sonrió, una sonrisa vacía y amarga.
Antes de que pudiera entender lo que sucedía, el sicario cayó al suelo, la sangre salpicando el suelo. Un segundo, tal vez dos, fue lo único que necesitó para decirme lo que debía hacer.
Revisé la mesa, buscando respuestas. Un ordenador portátil estaba abierto, su pantalla brillando en la oscuridad. No perdí tiempo y empecé a revisar los archivos. Sabía que lo que estaba buscando debía ser importante. Y lo encontré.
En el fondo de la carpeta de "Proyectos", un archivo titulado "Dmitrev, Aria" apareció en la pantalla. Mi respiración se detuvo por un segundo. Aria Dmitrev... ¿por qué su nombre estaba aquí? ¿Qué tenía que ver con todo esto?
La curiosidad me llevó a abrir el archivo. Los documentos eran crípticos, pero una dirección en particular llamó mi atención: una mansión en las afueras de la ciudad. Todo parecía indicar que ella estaba directamente involucrada, aunque de manera desconocida.
—Demonios —murmuré, mi mente corriendo a mil por hora. Había algo en sus archivos, algo que no encajaba, pero que podía darnos respuestas.
Miré a Luca, que acababa de entrar en la habitación.
—¿Qué pasa? —preguntó, sus ojos recorriendo la sala.
—Encontré algo —respondí, sin apartar la vista del ordenador. Señalé la dirección de la mansión. —Nos vamos ahí. Ahora.
La tensión aumentaba conforme nos aproximábamos a la mansión. Cada kilómetro que recorríamos era uno más cerca de desentrañar los secretos que Aria Dmitrev podía estar ocultando. Pero algo me decía que no iba a ser tan sencillo. Nadie como ella estaría involucrado sin que algo mucho más grande estuviera en juego. La pregunta era: ¿qué?
Cuando llegamos a la mansión, el ambiente era pesado. La opulencia de la casa se extendía ante nosotros como un monumento a la riqueza, pero las sombras que caían sobre los muros de piedra parecían presagiar algo más. La mansión, por fuera, era perfecta. Por dentro, sabía que lo que encontraríamos podría cambiar todo.
Los guardias no nos sorprendieron. Un par de disparos los dejaron fuera de combate, y nuestra entrada fue tan silenciosa como una sombra.
Entramos por el vestíbulo principal, las escaleras de mármol brillaban con la luz tenue que provenía de los candelabros. A medida que avanzábamos, la casa se volvía más silenciosa, como si algo nos estuviera esperando. No vi a nadie, pero las puertas cerradas y los pasillos desiertos eran señales de que algo no estaba bien.
— Encantado de verte de nuevo tigressa, soy Alexandro bianco, aunque tú hace poco solo sabías gemir, no te preocupaste por preguntar mi nombre
Mis ojos se encontraron con los suyos. Azul como el puto mar, joder estaba preciosa .
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó y yo guarde el teléfono en mi bolsillo y di un paso hacia ella
—Tardaste más de lo que esperaba, tigressa. — dije sonriendo, mientras la miraba. Deseaba besarla en ese momento.
—No recuerdo haberte invitado —respondió , cruzándose de brazos, realzando sus preciosas tetas.
—No necesito invitación —replique , en voz baja —. He venido porque ahora tú también eres mi problema.
—¿Qué significa eso? — dijo frunciendo en ceño y mirándome con condescendencia.
—Vine con mi equipo. Están asegurando los alrededores. Hay demasiadas piezas moviéndose, Aria, y tú estás justo en el centro de todo. — dije mientras le enseñaba el transmisor que me comunicaba con los chicos
—¿Por qué harías eso? —preguntó , con más incredulidad que gratitud y no pude resistirme, me acerqué a ella como un puto lobo hambriento.
—Porque no puedo permitirme perderte. Aunque no lo entiendas aún, nuestras vidas están más entrelazadas de lo que imaginas. — dije con desesperación.
Vi como sus labios se entreabrieron, y me incliné ligeramente hacia ella, mi voz en un susurro.
—Hay más en juego de lo que ves. Y aunque no te guste, voy a protegerte. — quise besarla joder se veía tan bien, estaba confiando en que yo la cuidara.
No pude más y me acerqué a ella, mis pasos decididos. Podía sentir su respiración acelerada, su mirada fija en la mía. No quise esperar más, así que la tomé por la cintura y la atraje hacia mí. Ella no se apartó. Estaba tan cerca que podía sentir su calor.
Sin decir palabra, la besé. Fue un beso rápido pero lleno de fuerza, sin pensarlo. Al principio se quedó quieta, sorprendida, pero luego sus labios respondieron. Fue como si todo lo demás dejara de importar. No podía dejar de besarla, como si ese beso fuera la única cosa real en ese momento.
El intercomunicador que tenía en la mano cayó al suelo, pero ni me di cuenta. Solo podía concentrarme en ella. La forma en que sus labios se movían con los míos, cómo se sentía su cuerpo cerca del mío.
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El rostro del enemigo
RomanceAria ha vivido toda su vida atrapada en una espiral de tristeza, un peso que ha aprendido a cargar en silencio. Ha construido su imperio desde cero, enfrentando cada desafío sola, sin un alma que la apoye. Sin embargo, su mundo se sacude cuando se e...