Aria
Alexandro me estaba besando, de nuevo. Y se sentía tan malditamente bien que me estaba volviendo loca, notaba sus ásperas manos recorrerme el cuerpo. Mi coño estaba empezando a mojarse por el, debía de parar esto ya.
Me aparté rápidamente de él, el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Sentía su presencia cerca, su respiración pesada, pero mi mente necesitaba alejarse de todo eso. No podía dejar que me arrastrara de nuevo.
—No... esto no está bien —dije, mi voz baja, intentando recuperar el control. Miré a Alexandro, que me observaba sin apartar los ojos, como si pudiera leerme.
No sabía cómo reaccionar. ¿Qué estaba pasando entre nosotros? Estaba confundida, perdida, pero al mismo tiempo, algo en mi interior me decía que esto no podía continuar.
Él no dijo nada de inmediato. Solo me miraba, su expresión parecía entender lo que sentía, aunque no lo dijera en voz alta.
—Tienes razón —dijo, al fin, su voz suave pero firme—. No estoy aquí para presionarte. Pero no puedo dejar que te metas en esto.
Esas palabras me hicieron dudar, aunque no quería admitirlo. Me estaba costando mantener la distancia, pero lo intentaba con todas mis fuerzas. Necesitaba respuestas, no confusión.
—¿Por qué lo estás haciendo? —pregunté, sin poder evitarlo. Necesitaba saber qué quería de mí, por qué no me dejaba en paz.
Alexandro dio un paso más hacia mí, su mirada fija en mis ojos, casi como si pudiera leer mi alma. Mi pulso aumentó, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, pero me obligué a mantenerme firme.
—Porque no puedo permitir que te pongas en peligro sola —dijo, su voz grave, casi un susurro. Sus palabras no eran las que esperaba, pero tenían algo que me desarmaba. Su cercanía me hacía cuestionarlo todo, incluso a mí misma.
Me quedé en silencio, observando cómo su respiración se calmaba lentamente, como si estuviéramos compartiendo una tensión que nos envolvía a los dos. Quería empujarlo lejos, seguir luchando, pero algo en su postura me lo impedía. Estaba tan cerca, podía sentir su calor, y una parte de mí, aquella que intentaba mantener oculta, deseaba acercarse más.
—No sé qué esperas de mí, Alexandro —dije, mi voz temblando ligeramente mientras cruzaba los brazos, tratando de alejarme de la vulnerabilidad que sentía al tenerlo tan cerca. No me gustaba sentirme así, tan expuesta.
—Lo que espero de ti... —Su tono cambió, más suave, pero igualmente firme—. Es que confíes en mí, aunque solo sea un poco. Porque si no lo haces, no podremos salir de esto.
Las palabras de Alexandro me calaron, y aunque mi instinto me decía que me alejara, otra parte de mí quería escuchar lo que tenía que decir. Y lo peor de todo era que, tal vez, lo estaba empezando a hacer.
Alexandro no apartaba la mirada de mí. Su rostro tan cercano, su presencia tan intensa, creaban una atmósfera que no podía ignorar. Había algo en su forma de ser, algo que no lograba entender, pero que me atraía de una manera inquietante. No quería admitirlo, pero cada segundo que pasaba a su lado me hacía más difícil mantener la distancia emocional.
Me había apartado, sí, pero seguía sintiendo el calor de su cercanía. La tensión flotaba en el aire, espesa como una niebla que no se disipaba, envolviéndonos a ambos. Intentaba enfriar mi mente, pensar con claridad, pero cada palabra, cada gesto suyo, me descolocaba.
"Confía en mí..." Las palabras seguían resonando en mi cabeza. ¿Podía confiar en él? ¿Realmente quería hacerlo? Alexandro no era un hombre fácil de leer, y menos aún de confiar. Su mundo, su vida, era peligroso, y yo sabía que me estaba metiendo en algo mucho más grande que yo. Algo que podía arrastrarme.
—No estoy aquí para jugar a tus juegos, Alexandro —dije, buscando firmeza en mi tono, aunque la incertidumbre seguía ardiendo en mi pecho. Estaba perdida, pero no quería admitirlo. No quería ser vulnerable frente a él.
Él dio un paso hacia mí, esta vez sin el deseo palpable que antes había tenido. Ahora parecía... serio. Como si sus intenciones hubieran cambiado, como si hubiera algo más en juego para él. Tal vez lo había visto antes, pero no lo había notado con la misma claridad.
—Nunca quise que pensaras eso —respondió en voz baja, casi como un susurro. Mis ojos se encontraron con los suyos, y, por un momento, me sentí como si estuviera mirando algo más allá de la superficie. Algo que no podía comprender del todo.
Mi cuerpo reaccionaba a él sin que yo pudiera evitarlo. Podía sentir el calor en mis mejillas, el rápido ritmo de mi corazón. Y eso me asustaba más que nada. No quería que él tuviera tanto poder sobre mí. No quería ser tan vulnerable.
Pero la realidad era que lo estaba siendo. Lo había estado siendo desde que nos encontramos aquella noche. Porque no solo era su físico lo que me atraía, sino esa compleja mezcla de fuerza y vulnerabilidad que había en su mirada. Parecía tener todo bajo control, pero de alguna manera, sabía que no lo tenía todo resuelto.
—Lo sé, no tienes por qué confiar en mí, pero, ¿qué más tienes? —dijo Alexandro, su voz ahora tan calmada que me desconcertaba. —¿Vas a seguir huyendo de todo esto? De mí, de lo que está pasando?
Me quedé en silencio, mirando al suelo por un momento. Mi mente estaba en guerra. La razón me decía que debía mantenerme firme, alejarme, alejarlo. Pero mi cuerpo... mi cuerpo me decía lo contrario. No me lo estaba pidiendo, me lo estaba exigiendo.
—No te equivoques, Alexandro —dije con la voz más firme que pude encontrar, aunque sabía que no era suficiente. No podía mentirle a él, ni a mí misma. Sabía lo que me pasaba. —No me vas a arrastrar a tu mundo.
La risa de Alexandro fue suave, casi irónica.
—Creo que ya estás más dentro de lo que crees. —respondió, su mirada fija en mí. —Te dije que nuestras vidas están entrelazadas, Aria. Y no puedes ignorarlo por mucho tiempo.
El silencio se hizo pesado entre nosotros. Las palabras flotaban en el aire, sin respuesta. Lo peor de todo era que, por primera vez en mucho tiempo, me encontraba deseando que tuviera razón. Pero no lo podía admitir. No podía dejarme llevar. No aún.
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El rostro del enemigo
RomansaAria ha vivido toda su vida atrapada en una espiral de tristeza, un peso que ha aprendido a cargar en silencio. Ha construido su imperio desde cero, enfrentando cada desafío sola, sin un alma que la apoye. Sin embargo, su mundo se sacude cuando se e...