Aria
Vi el cuerpo de Sidney desplomarse lentamente. Me quedé inmóvil, observándola, mientras el eco del disparo seguía resonando en mi mente. Mi corazón estaba en un caos absoluto. La que había sido mi mejor amiga, mi confidente, ahora yacía frente a mí, con los ojos abiertos y vacíos. Moría ante mis ojos, y no sabía cómo sentirme.
Hacía meses que no sabía de ella. Después de mi partida con Alexandro, había asumido que Sidney continuaría con su vida, como yo intentaba continuar con la mía. Le dejé mi empresa, mi legado, confiando en que ella sería capaz de manejarlo en mi ausencia. Jamás imaginé que, en ese tiempo, Sidney había estado tramando su venganza. Que ella... había sido el Cuervo.
Mis piernas temblaron mientras procesaba lo que acababa de pasar. Alexandro, a mi lado, sostenía el arma todavía humeante. Su disparo había sido certero, directo al corazón. Sidney no había tenido tiempo de reaccionar. Y, aun así, su muerte no me traía alivio, solo un vacío frío que se asentaba en mi pecho.
—Aria... —Alexandro rompió el silencio, su voz baja, casi un susurro.
Lo miré. Sangraba, su herida era evidente, pero en sus ojos no había rastro de dolor por sí mismo, solo preocupación por mí.
—Tenemos que llevarte al hospital. —Intenté que mi voz sonara firme, pero temblaba mientras lo ayudaba a mantenerse en pie.
Ethan, al fondo, seguía atado a la silla. Estaba tan herido y débil que apenas podía moverse. Me acerqué a él, desatándolo con manos temblorosas. Cuando lo liberé, dejó escapar un suspiro de alivio, pero sus ojos no podían esconder el dolor.
—Vamos a sacarlos a los dos de aquí. —Mi determinación aumentó al verlos. No podía permitirme colapsar ahora.
El trayecto al hospital fue interminable. Ethan apenas podía mantenerse consciente en el asiento trasero, y Alexandro presionaba su herida en silencio, sin quejarse, aunque sabía que estaba perdiendo mucha sangre.
Cuando llegamos, los médicos y enfermeros corrieron hacia nosotros. Me los arrancaron de las manos mientras yo les gritaba que salvaran a ambos, que se dieran prisa. Me quedé en la entrada, cubierta de sangre, viendo cómo desaparecían detrás de unas puertas dobles.
Me hundí en una de las sillas de la sala de espera, con la mente en blanco. Tenía tantas emociones atravesándome al mismo tiempo que no podía procesarlas. Sidney estaba muerta. Alexandro y Ethan estaban en riesgo. Y en el fondo, una parte de mí sabía que yo era la raíz de todo esto.
Pasaron horas antes de que una enfermera me informara que ambos estaban estables. Alexandro había perdido mucha sangre, pero el disparo no había afectado órganos vitales. Ethan, en cambio, tenía varias fracturas, contusiones y cortes, pero también sobreviviría. Al escuchar esas palabras, mis lágrimas comenzaron a caer sin que pudiera detenerlas.
Más tarde, cuando me permitieron entrar a la habitación de Alexandro, lo encontré despierto. Tenía vendas alrededor del torso y estaba pálido, pero seguía siendo él, fuerte incluso en su debilidad.
—¿Estás bien? —preguntó antes de que pudiera decir nada.
Sonreí con amargura mientras me acercaba a él.
—Debería preguntarte eso a ti.
Él alzó una ceja, aunque su expresión se suavizó al verme.
—He pasado por peores.
Me senté en el borde de su cama y tomé su mano. Había tanto que quería decirle, pero las palabras no salían.
—Aria... Sidney era el Cuervo. — dijo después de un momento.
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El rostro del enemigo
RomanceAria ha vivido toda su vida atrapada en una espiral de tristeza, un peso que ha aprendido a cargar en silencio. Ha construido su imperio desde cero, enfrentando cada desafío sola, sin un alma que la apoye. Sin embargo, su mundo se sacude cuando se e...