Alexandro
—Alexandro tenemos algo...— respondió un hombre de mediana estatura bueno para mí claro, ojos marrones y pelo corto rosa.
—¡La información ya! —grité, dejando escapar la angustia que había estado acumulando en los últimos días. Enzo llevaba más de cinco días en el hospital, y la espera me estaba consumiendo. Cada hora que pasaba sin respuestas era una daga en mi paciencia.
El hombre de cabello rosa, al que todos conocían como Marco, tragó saliva, visiblemente nervioso ante mi tono.
—Hemos rastreado el símbolo del cuervo, jefe —dijo, colocando un dossier grueso sobre la mesa. Sus ojos no se apartaron de mí mientras continuaba—. Parece que no es solo un símbolo. Es parte de una organización más grande de lo que imaginábamos. Una red que conecta con varios grupos en el extranjero.
Mis manos se cerraron en puños al escuchar sus palabras.
—¿Detalles, Marco? —lo apuré, mientras hojeaba el dossier.
—El símbolo está asociado a una organización llamada Noctis Aeternum. No es solo un grupo criminal; tienen conexiones con tráfico de armas y lavado de dinero. Pero lo más preocupante es esto... —Marco sacó una fotografía del archivo y me la entregó.
La imagen mostraba a un hombre alto, con el cabello rubio y ojos oscuros como el carbón. Reconocí la descripción de inmediato.
—Es uno de los que atacó a Enzo —dije, apretando los dientes. La ira latía en mi pecho como un tambor.
—Exacto. Su nombre es Viktor Drazen, un mercenario serbio que ha trabajado como ejecutor para Noctis Aeternum. Según nuestras fuentes, está dirigiendo las operaciones del cuervo en esta ciudad.
Mis ojos recorrieron la información en el archivo. Viktor no era cualquier matón. Tenía un historial de violencia y precisión. Si estaba al mando, significaba que esta guerra era más calculada de lo que parecía.
—¿Dónde está ahora? —pregunté, sin apartar la vista de la foto.
Marco vaciló antes de responder.
—Lo último que sabemos es que se está quedando en un almacén abandonado al sur de la ciudad. Se mueve constantemente, pero este lugar parece ser un punto de reunión para ellos.
Asentí lentamente, procesando la información. No podía arriesgarme a actuar sin un plan, pero tampoco podía esperar más. Viktor había cruzado una línea al tocar a uno de los míos, y ahora era mi turno de mover ficha.
—Bien. Reúne a Luca y a tres hombres más. Vamos a hacer una visita a ese almacén.
Marco frunció el ceño.
—¿Esta noche?
—Esta misma noche —respondí con firmeza, tomando la foto de Viktor y guardándola en mi bolsillo. —Si dejamos pasar más tiempo, ellos tomarán la delantera. Y no puedo permitírmelo.
Marco asintió y salió de la habitación apresuradamente. Me quedé unos segundos en silencio, mirando el mapa que aún estaba sobre la mesa. Cada paso que dábamos nos acercaba más al centro de esta red, pero también significaba un mayor riesgo.
Encendí un cigarrillo, dejando que el humo se mezclara con el aire denso del despacho. Mientras lo hacía, una sola idea cruzó mi mente: no importa qué tan lejos hayan llegado los hombres del cuervo, yo estaba dispuesto a llegar aún más lejos.
Era hora de darles un mensaje, uno que no olvidarían.
La noche era espesa, casi sofocante, como si la ciudad supiera que algo grande estaba por ocurrir. El almacén al sur de la ciudad no era más que un cascarón oxidado de metal y concreto, con ventanas rotas y grafitis cubriendo las paredes. Desde el exterior, parecía abandonado, pero sabía que las apariencias engañaban. Los hombres del cuervo estaban dentro, probablemente confiados en que nadie se atrevería a enfrentarlos.
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El rostro del enemigo
RomanceAria ha vivido toda su vida atrapada en una espiral de tristeza, un peso que ha aprendido a cargar en silencio. Ha construido su imperio desde cero, enfrentando cada desafío sola, sin un alma que la apoye. Sin embargo, su mundo se sacude cuando se e...