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La puerta de la suite se cerró tras nosotros con un suave clic que resonó más fuerte de lo que debería en el silencio. Estaba agotada, mentalmente drenada, pero al mismo tiempo, una corriente eléctrica recorría mi cuerpo. Era como si el caos de la noche no hubiera hecho más que intensificar cada sensación, cada emoción que me envolvía en ese momento.

Justin dejó caer las llaves de la habitación sobre la mesa y se giró hacia mí. Su mirada era pesada, intensa, cargada de algo que no podía explicar pero que reconocía muy bien. Había algo en su forma de mirarme que siempre lograba desarmarme, como si pudiera ver a través de cada pared que me había esforzado tanto en construir.

Caminé hacia las ventanas, dejando que la vista me atrapara. El horizonte de Nueva York se extendía frente a nosotros, una mezcla de luces que parpadeaban como si la ciudad estuviera viva. En el reflejo del vidrio, pude ver a Justin acercándose lentamente.

– Nunca me canso de esta vista –murmuré, más para mí misma que para él.

– Ni yo –respondió. Pero sabía que no estaba hablando de Nueva York.

Sentí el calor de su cuerpo detrás de mí antes de que sus manos se apoyaran suavemente en mi cintura. Su toque era ligero, casi como si estuviera probando si me alejaría. Pero no lo hice. En cambio, me quedé inmóvil, permitiéndome sentir cada detalle del momento.

– ¿En qué piensas? –preguntó, su voz grave y baja.

– En que la última vez que estuvimos aquí... las cosas eran tan diferentes –respondí, sin apartar la mirada del paisaje.

Justin se inclinó un poco más, y el calor de su aliento rozó mi cuello.

– Lo recuerdo perfectamente –dijo–. Cada maldito detalle.

Cerré los ojos por un segundo, dejando que las memorias inundaran mi mente. Aquella primera vez había sido impulsiva, explosiva, como si ambos estuviéramos descubriendo algo que ni siquiera sabíamos que buscábamos. Pero esta vez... esta vez se sentía diferente. Más intenso, más cargado de significados que no podía ignorar.

Me giré lentamente para mirarlo. Su rostro estaba tan cerca que casi podía sentir la textura de su piel contra la mía. Sus ojos buscaron los míos, como si estuviera esperando una señal, algo que le dijera que esto estaba bien.

– Las circunstancias han cambiado –susurré.

– ¿Para mejor o para peor? –preguntó, ladeando ligeramente la cabeza.

Lo observé por un momento antes de responder.

– Para mejor.

Eso fue todo lo que necesitó. Sus labios encontraron los míos con una fuerza que hizo que mi corazón se acelerara al instante. Había urgencia en su beso, una necesidad que parecía querer devorarme, y yo respondí con la misma intensidad. Mis manos se enredaron en su cabello, tirando de él ligeramente mientras sus manos recorrían mi espalda, trazando líneas que quemaban incluso a través de la tela de mi ropa.

Justin me levantó con facilidad, haciendo que mis piernas se enroscaran alrededor de su cintura mientras me llevaba hacia la cama. El mundo a nuestro alrededor dejó de existir. No había ruidos de la ciudad, ni luces parpadeantes, ni recuerdos de la noche caótica que acabábamos de vivir. Solo estábamos nosotros, como si el tiempo hubiera decidido detenerse por un momento.

– ¿Sabes cuántas veces he soñado con esto? –murmuró contra mi piel mientras besaba mi cuello, mi clavícula, cada centímetro que podía alcanzar.

– ¿Solo soñado? –respondí con una sonrisa entrecortada, arqueando ligeramente la espalda cuando sus manos encontraron la piel desnuda de mi cintura.

Justin rió suavemente, un sonido bajo y ronco que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera.

– Bueno, quizás no solo soñado.

Sus palabras tenían un efecto embriagador, como si supiera exactamente qué decir para mantenerme al borde de perder el control. Pero esta vez no quería simplemente seguirlo; quería tomar el mando, mostrarle que yo también podía desarmarlo de la misma manera.

Empujé su pecho suavemente, obligándolo a retroceder hasta que cayó de espaldas en la cama. Me acomodé sobre él, permitiéndome una sonrisa satisfecha al ver su expresión de sorpresa mezclada con algo mucho más oscuro y cargado de deseo.

– Creo que esta vez es mi turno de volver las cosas interesantes –dije, inclinándome lo suficiente como para que nuestras respiraciones se mezclaran.

– Soy todo tuyo –respondió, su voz un susurro cargado de promesas.

Cada movimiento, cada toque, cada palabra se sentía como un baile perfectamente coreografiado, aunque completamente espontáneo. La manera en que sus manos trazaban caminos invisibles sobre mi piel, la forma en que su respiración se volvía más pesada con cada segundo que pasaba... todo se sentía como una explosión contenida, a punto de desbordarse.

El reflejo de nuestras siluetas en el ventanal me hizo detenerme por un segundo. Allí estábamos, envueltos en la luz tenue de la habitación, con Nueva York como testigo silencioso. Era casi poético, pensar en cómo habíamos llegado a este punto después de todo lo que había pasado entre nosotros.

– Justin... –murmuré, deteniéndome lo suficiente para mirarlo directamente a los ojos.

– ¿Qué pasa? –preguntó, su expresión suavizándose un poco.

– Solo quería decir que... –tomé una respiración profunda, dejando que mis dedos trazaran líneas suaves sobre su pecho–. Estoy feliz de que estemos aquí.

Su respuesta no fue verbal. En lugar de eso, se inclinó hacia adelante y me besó de una manera que dejó claro que sentía exactamente lo mismo.

Nos separamos por falta de aire pero enseguida nos volvimos a besar. Justin mordió suavemente mi labio inferior para luego introducir su lengua en mi boca, empezamos una especie de batalla a medida que íbamos quitando ropa de por medio.

Una vez desnudos me senté encima de él introduciendo su miembro en mi. Al principio era lento, suave. Los jadeos de ambos envolviendo la habitación del hotel.

– Joder Kelsey.

Y como si hubiera sido un aviso, puso ambas manos en mi trasero y empezó a dar rapidez a mis movimientos haciéndome gemir. Justin de una, nos dio la vuelta, quedando yo en la cama y el de pie sin parar de bombear una y otra vez dentro de mi.

Horas después, mientras yacíamos juntos bajo las sábanas, con la ciudad aún brillando a nuestro alrededor, no pude evitar sonreír. Había algo innegablemente hermoso en este momento, algo que sabía que no olvidaría nunca.

Justin me miró, su mano trazando círculos perezosos sobre mi brazo.

– ¿Sabes? –dijo–. Creo que este es mi lugar favorito en todo el mundo.

– ¿Nueva York? –pregunté, sabiendo que no era la respuesta correcta.

– No. Contigo.

Y mientras cerraba los ojos, dejando que su voz fuera lo último que escuchara antes de quedarme dormida, supe que, por caótico que fuera todo, estar con él siempre valdría la pena.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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