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El silencio llenaba la habitación cuando Justin cerró la puerta, dejándome sola. Mantuve la vista fija en el suelo, intentando que el ardor en mis ojos desapareciera, que el nudo en mi garganta cediera. Pero era inútil. La máscara de indiferencia que había sostenido durante tanto tiempo se derrumbó, y las lágrimas comenzaron a caer, silenciosas al principio, hasta que se convirtieron en un llanto que apenas podía contener. Era raro, tan raro que yo llorara por algo... ¿o alguien?

Me cubrí la boca con una mano, intentando ahogar el sonido de mis sollozos, pero el dolor se escapaba en cada respiración, en cada lágrima. Sentía una mezcla de frustración, tristeza y esa sensación desgarradora de perder algo que nunca había tenido realmente.

Pasaron unos minutos, y escuché la puerta abrirse con suavidad. No me giré. No podía. Pero sabía quiénes eran.

—¿Kels? —La voz de Kylie sonaba temblorosa, como si no creyera lo que veía—. ¿Estás... estás llorando?

Alcé la mirada, y vi cómo Kylie y Hailey se quedaban paralizadas en el umbral de la puerta, ambas con la misma expresión de incredulidad. Yo, Kelsey Jenner, llorando.

—Estoy llorando la pérdida de algo que nunca he tenido. Qué ridículo, ¿verdad? —dije entre sollozos, forzando una sonrisa amarga mientras me secaba las lágrimas con el dorso de la mano. Ambas entraron y se acercaron a mí, sentándose en la cama a cada lado. Kylie me abrazó con fuerza, y Hailey puso una mano sobre mi hombro, intentando reconfortarme.

—No es ridículo —murmuró Kylie, acariciándome el cabello—. Es normal, Kels... esto es algo importante para ti.

Bajé la cabeza, dejando que las lágrimas continuaran cayendo. Intentaba poner en palabras el caos que sentía dentro de mí, pero todo lo que logré fue un susurro desgarrado.

—¿Cómo le dices a alguien que nunca estuvo que se quede?

El silencio que siguió fue pesado, y entonces Hailey habló, su voz suave pero cargada de una verdad que no quería escuchar.

Él siempre estuvo, Kelsey... pero tú nunca lo viste.

Su respuesta me dejó sin aire. La verdad de sus palabras golpeaba en lo más profundo. Me había pasado tanto tiempo protegiéndome, convencida de que no necesitaba a nadie, que quizá no había notado lo que realmente tenía con él. Justin siempre había estado, de una forma u otra, pero mi orgullo y mi frialdad habían construido un muro entre nosotros.

—¿Y si es demasiado tarde? —susurré, más para mí misma que para ellas.

Hailey me apretó el hombro, y Kylie me sonrió con ternura.

—Nunca es tarde, Kels. Pero tienes que dejar que te vea... realmente verte. No la chica fría y distante, sino tú.

Asentí, tratando de calmarme. Pasaron unos minutos más en silencio, hasta que logré controlar mi respiración y me sequé las lágrimas, recuperando un poco de compostura.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Kylie, estudiando mi expresión.

—Sí, creo que sí. Gracias —respondí, y les di una sonrisa débil. Las dos me abrazaron, y esa pequeña muestra de cariño fue suficiente para que el dolor se volviera un poco más soportable.

—Venga, salgamos. Los chicos deben estar preguntándose dónde estamos —dijo Hailey, poniéndose de pie.

Asentí y las seguí fuera de la habitación, intentando no pensar en Justin, en cómo su ausencia me afectaba más de lo que quería admitir. Pero cuando llegamos a la sala, me encontré con Madison. Ella se giró hacia mí, con una sonrisa brillante y los ojos llenos de admiración.

—Kelsey, ¡es un placer conocerte! Soy una gran fan tuya —dijo, acercándose con una sonrisa. Parecía sincera, y cualquier otra persona en mi lugar probablemente le habría devuelto el gesto, pero yo no estaba de humor.

La miré con frialdad, sin molestarse en devolverle la sonrisa.

—Genial —murmuré sin entusiasmo, y pasé de largo, dejando a una confundida Madison tras de mí.

La noche cayó, y el grupo decidió ir a la playa para ver las estrellas. Habían traído mantas, comida y una botella de vino que pasaban de mano en mano. Todos reían, bromeaban y disfrutaban de la noche tropical, mientras yo me mantenía al margen, intentando no mirar a Justin. Pero era imposible.

Justin estaba allí, riendo y hablando con los demás, pero me ignoraba por completo. No había ni un solo vistazo, ni un solo intento de acercarse a mí. Su indiferencia me dolía más de lo que podía admitir, y sentí cómo un nudo volvía a formarse en mi estómago.

—Kels, ¿estás bien? —preguntó Gigi, sentándose a mi lado.

—Sí... claro —mentí, con una sonrisa tensa. Pero ella no parecía convencida.

La conversación continuó, y aunque intentaba involucrarme, cada vez que veía a Justin reír con los demás, sentía una punzada de celos y resentimiento. No ayudaba que, cuando decidimos volver a la villa, recordé que tendría que dormir en la misma habitación y en la misma cama que él.

Entré en la habitación antes que él, y me cambié rápidamente, intentando prepararme mentalmente. La idea de tener que compartir el mismo espacio con Justin, después de todo lo que había pasado ese día, era demasiado.

Él entró unos minutos después, cerrando la puerta con calma. No nos dirigimos la palabra mientras nos preparábamos para dormir, y el silencio era abrumador. Me acosté en un extremo de la cama, mirando hacia la pared, y él hizo lo mismo, en el otro lado.

La tensión era insoportable. Podía sentir su presencia, su respiración... y en medio de esa oscuridad, mi mente no paraba de repetir las palabras de Hailey: "Él siempre estuvo, pero tú nunca lo viste."

Sabía que tenía que decir algo, que no podía seguir fingiendo que no me importaba. Pero el orgullo me detenía, y la rabia de saber que él no hacía ni el más mínimo intento de acercarse me mantenía en silencio.

Finalmente, rompí la calma con un susurro apenas audible:

—¿Por qué no me dijiste nada sobre Madison?

Justin no respondió al principio, y pensé que quizá no me había escuchado, hasta que finalmente, murmuró:

—Porque pensé que confiabas en mí.

La respuesta era simple, pero desgarradora. Cerré los ojos, sintiendo el peso de mi propio orgullo aplastándome. Pero esta vez, no podía fingir más.

—Quizá... quizá no confié lo suficiente en ti. No como debería haberlo hecho.

Hubo un largo silencio, y aunque no me giré, podía sentir que él estaba mirándome. Por primera vez en mucho tiempo, las palabras no parecían ser suficientes para reparar el daño que habíamos hecho.

Damn Jenner (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora