Capítulo 44

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Si después de ver como el equipo recuperaba la efectividad perdida, Gianella se alegró de haberle dado una tercera —o cuarta o tal vez quinta, ya había perdido la cuenta— oportunidad a Úrsula, lo disimuló muy bien.

El campeonato nacional estaba a la vuelta de la esquina y eso la tenía muy nerviosa. Sus compañeras respondían a sus exigencias con resultados de tal manera que estaba confiada en que conseguirían muy buenos resultados.

Tenían que hacerlo. Era la última oportunidad de la mayoría. Dentro de dos años, fecha de la próxima universiada, la mitad de ellas ya serían egresadas o estarían a puertas de hacerlo. Solo un pequeño grupo, encabezado por Sandra y Guadalupe, se mantendrían en el equipo para la próxima temporada. Para el resto, era el final.

Y para Úrsula, era la oportunidad de su vida.

Tener a Diana de su lado fue una ventaja porque las dos se entendían muy bien sin necesidad de palabras. Ni Úrsula tenía que avisar su siguiente movimiento ni Diana tenía que predecirlo. Había entre ellas un entendimiento tal que les bastaron pocas sesiones de entrenamiento para formar una asociación imparable.

Que se empezaran a mostrar en público como algo más que un par de compañeras de equipo fue crucial para que tanto Marcos como Lucia se mordieran la lengua y ahogaran todas sus objeciones para poder reconocer que Úrsula estaba comprometida. Esa vez sí, esa vez en serio.

Sus compañeras, por otro lado, estaban tan impresionadas como confundidas. Si bien los rumores habían sido difundidos, nadie que no fuera Dalila las había visto actuar con tanta cercanía. Y las que conocían a Úrsula desde el comienzo sabían que no se había mostrado tan cómoda —o feliz o enamorada, como quisieran llamarle— con ninguno de los hombres que habían llegado a acompañarla a los entrenamientos.

Estefany decía que la habían amansado. Lo decía en voz alta, al terminar cada entrenamiento, para que Úrsula la oyera. Y Úrsula lo hacía, pero se quedaba callada mientras que Dalila se reía y Diana se ponía muy colorada.

La acusación la tocaba y ella solo podía decir:

—Es una exagerada. No eres un lobo amansado.

—Auuuuuuu —aullaba Dalila por lo bajo.

Guadalupe empezó a fingir que no existían, pero eso fue una bendición porque ninguna la soportaba. Los entrenamientos se hicieron llevaderos y pronto, más pronto de lo que cualquiera hubiera deseado, todos los trámites estaban hechos y no les quedaba nada más que esperar el día de su tan esperado viaje.

Eso no sucedería hasta la segunda semana de julio. Mientras tanto, tendrían que afrontar su segunda semana de parciales y los distintos eventos por la celebración del aniversario de la universidad.

Diana, que no se había asomado a ningún certamen de belleza en toda su vida, ni siquiera por curiosidad, se encontró asistiendo al reinado de aniversario con sus mejores fachas porque era el día en el que Úrsula le entregaría la corona a la nueva reina de la universidad.

Y, como cada vez que sucedía cuando Úrsula estaba involucrada, las cosas se hicieron a lo grande, por todo lo alto. El reinado se celebró en la Plaza Mayor y todo fue transmitido por televisión y toda la ciudad tuvo la oportunidad de ver a Úrsula lucir absolutamente deslumbrante.

No perdió el encanto ni siquiera cuando el evento terminó, cerca de la medianoche, y se quedó descalza en una de las bancas.

—Los tacones me estaban matando —se excusó Úrsula mientras se quitaba los tacones para sobarse los pies, ¡como si lo necesitara! A Diana no le habría podido importar menos.

—No te preocupes —respondió Diana con toda naturalidad—. ¿Quieres ir a comer algo o...?

Diana habría querido pedirle prestado el auto a su padre, pero entre ella y Marcos —que la había acompañado toda la noche, pero que se marchó cuando el evento terminó porque «no quería interrumpir nada»— no consiguieron pensar en una excusa lo suficientemente convincente.

La estrella y la luna | GLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora