Capítulo 68.

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-Una dirección, un millón de palabras que decir

La vida da muchas vueltas. Constantes y difíciles vueltas. Cada persona es un mundo, cada persona tiene un millón de experiencias detrás que la definen tal y como es hoy en día. Experiencias buenas por las cuales se ha alegrado y experiencias malas. Experiencias malas que le han hecho aprender.

Cada problema es una barrera invisible. Su tamaño se multiplica según la gravedad del problema mismo o según lo mal que veamos las cosas. Porque a veces las cosas son muy simples. A veces solo tenemos que limpiar las gafas, ponernoslas de nuevo y observarlo todo. Y sonreír. Y reírnos de nuestra estupidez. De lo tontos que hemos sido al ver un problemón donde tan solo había un bache. Un bache que era fácil de saltar.

Saltar...

Los pies de Cris cuelgan. La noche le impide ver la calle claramente, pero distingue algunos coches aparcados. Oye algunos gritos de voces masculinas, probablemente de chavales borrachos y falsamente sintiéndose felices. Ojalá ella fuera feliz ahora mismo.

Pero, ¿qué está haciendo? Su mirada al frente baja hacia la calle y siente un escalofrío. ¿De verdad va a hacerlo? Su respiración se torna agitada y siente aún más lágrimas en la cara. Sorbe los mocos y respira muy fuerte.

Pero algo la asusta. Su móvil ha comenzado a sonar. La canción es Tu jardin con enanitos de Melendi. Sabe a quién le tiene puesta esa canción. Sabe qué contacto la llama si esa melodía suena. Iris.

¿Lo coge? La canción continúa sonando. Indecisa, Cris solo observa su móvil. Siente un viento frío que le atraviesa el pecho. La canción acaba. Iris decide dejar un mensaje en el contestador automático:

-Cris, tía, ¿dónde andas? Bueno, te llamaba por si te querías venir a dormir a mi casa. Ya sabes: ¡fiesta de pijamas! No, eso ha sonado demasiado pijo. Bah, ya me entiendes... -Un silencio de unos segundos y prosigue-: Respóndeme cuanto antes, que son las diez menos cuarto. En fin. Un beso. Adiós.

Pi, pi, pi, pi. El mensaje ha finalizado. Cristina llora, apoyada contra el marco de la ventana y observando su móvil.

Se imagina la bronca que le echaría Iris si la viera así. Tu jardin con enanitos... Gracias a esa canción se hicieron amigas. Era el primer día de Universidad y Cris se encontraba sentada en su pupitre, mirando a los demás estudiantes. Todos hablaban entre ellos, reían, sonreían. Y ella se sentía como la chica de la burbuja, la anti-social. Comenzó a tararear en bajito Tu jardin con enanitos, presa del aburrimiento. Hasta que sintió un toque en su hombro. Era una chica desconocida, altura media y melena morena. Comenzaron a hablar de Melendi y enseguida se hicieron amigas.

Cuantos recuerdos... Demasiados. Iris no se merece esto. No puede saltar. ¿En qué estaba pensando? La vida es demasiado corta. No puede acortarla aún más. Iris la quiere, y seguro que hay mucha gente que también. No piensa rendirse porque unos idiotas le hayan ocultado algo así durante tanto tiempo. No. Será fuerte.

Tiene un plan. Necesita alejarse de todos los que la han traicionado. Su familia, sus amigos, su novio... Sus lágrimas aumentan. Pero trata de retenerlas. Ahora necesita ser fuerte.

En una mochila bastante grande, mete todo lo que necesita: ropa, dinero, móvil, llaves, su portátil y... la libreta marrón. Se la carga sobre la espalda. Pesa bastante, pero no más que su tristeza. Antes de salir de su habitación para siempre, se gira y contempla la ventana. Ha sido una tonta. Jamás se volverá a plantear algo así. Sonríe entre lágrimas y sale de casa.

Algo más lejos de allí, un chico de veinticinco años grita a su iPhone...

-¡Vanessa, te voy a matar! ¿Por qué lo has hecho? –Los gritos de Rubius asustan a sus dos gatas, que huyen de la sala.

La gamer del Starbucks (Fanfic Rubius) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora